Pamplona - De la cantidad de datos sorprendentes que ha podido arrojar una instrucción judicial como la del caso de los amaños que vincula a exdirectivos de Osasuna y a exjugadores del Betis, el nombre de Ángel Vizcay siempre ha proporcionado puntos de inflexión de renombre. Así ocurrió por ejemplo a finales de abril de 2015 cuando Vizcay, que junto a los exdirectivos y Maquírriain ya había pasado por el juzgado en calidad de detenido e investigados casi dos meses antes, recordó en una declaración ante el juez Otamendi que los jugadores del Betis con los que dijo haberse reunido en un garaje para entregarles 400.000 euros le habían entregado también en ese momento un teléfono móvil. Por tanto, cazado repentinamente en otro descuido, Vizcay trató de justificar entonces su amnesia respecto a dicho teléfono Alcatel, con cargador Nokia, que se le había facilitado en semejante cuadro de escena como la que tuvo que darse en aquel parking. Así que meses después de haber confesado todo lo habido y por haber, e incluso de decir en esa declaración de abril que aquel móvil que le dieron los béticos para contactar con él no lo había utilizado para nada y que lo habrían tirado en el club, Vizcay descubrió el móvil en un cajón de su domicilio. Ayer, los policías que analizaron las posibles huellas latentes en el aparato a través de una prueba lofoscópica negaron que existiera en dicho teléfono ninguna huella dactilar que hiciera posible su cotejo con alguno de los intervinientes en el proceso. A esta falta de éxito en el rastreo hay que añadir la manera subrepticia en la que fue descubierto tal teléfono. No hay que olvidar que el domicilio de Vizcay fue registrado en marzo de 2015 cuando fue arrestado, e incluso se introdujeron perros para rastrear si en su casa guardaba dinero en efectivo. Allí, los agentes se incautaron de sus dispositivos electrónicos e incluso de manuscritos en los que detallaba el destino del dinero del préstamo de 600.000 euros que había efectuado el cuñado del directivo Purroy. Pero resulta que no había nada de ese teléfono móvil que apareció tiempo después. En el interrogatorio al que fue sometido por Otamendi en abril de 2015 se le preguntó a Vizcay si en la cita con los béticos se le había hecho entrega de algo. El exgerente rojillo respondió entonces al instructor que Figueras le había entregado un teléfono móvil “pero del cual no se hizo uso para nada. No se ha empleado. Supongo que me lo dieron para no tener que emplear este (el suyo propio, al que consta que le llamaban los supuestos béticos desde el famoso número que empieza por 611). Yo creo que ese teléfono se tiró en el club. No lo he mencionado nunca con anterioridad porque ni me acordaba ni le daba ninguna trascendencia al no haber recibido ninguna llamada. Ya digo que todas las llamadas se han producido a mi teléfono y desde ese 611”, detalló entonces Vizcay. Poco después, se puso a rebuscar en casa, encontró el móvil, lo entregó en el juzgado y ahí la Policía no halló ni una huella ni media.