Las dos caras de Osasuna en Mestalla terminaron por afearle y dibujarle un gesto de desconcierto que le llevaron a ser durante muchos minutos un equipo irreconocible. En otro mal partido, el conjunto de Arrasate ofreció una actuación desequilibrada que le condenó a darle demasiado aire al Valencia en forma de goles y así, aún con una reacción de por medio, a alejarle de cualquier posibilidad de obtener un buen resultado.

Blando en el primer tiempo, rocoso en el segundo; hielo al principio, fuego después; vulnerable en el acto inicial, guerrero en la continuación, Osasuna fue dos equipos muy distintos que, en la conclusión, resultó un fiasco para sus intenciones.

El Valencia, otro buen rival con jugadores de calidad -el fondo de armario de las plantillas largas salen ahora a relucir-, estuvo muy cerca de firmar un marcador gordo en unos primeros 45 minutos incomprensibles por parte de Osasuna, en los que no hubo un pelo de apariencia de este equipo que, desde que llegó Arrasate, fundamentalmente ha sido reconocible por intensidad, convicción y claridad en su propuesta. Debilitado por la apuesta táctica que fue la adecuada en la anterior salida, frente a la Real -cinco defensas--, pero ayer inútil; también flaqueando por las malas decisiones de sus jugadores -vulnerables sin el balón y poco acertados con él-, Osasuna fue tan contemplativo frente a su oponente que el mal menor fue llevarse dos goles en el primer tiempo. La mejoría en la reanudación fue una cuestión de inercia por un lado y de supervivencia por otro, porque las cosas no se podían hacer peor.

A Jagoba Arrasate y sus jugadores les llegan de nuevo unas pocas horas para sacar conclusiones ante los errores, pero más que reflexión y pizarra llega el turno de la acción. Aunque no se sienta el peligro de la clasificación, los rojillos no están en situación de olvidarse de que el trabajo no está concluido, que es el momento de apretar, porque el ahogo puede llegar por otros.

En Valencia, a Osasuna le tocaba demostrar su cuerpo de encajador y zafarse después de recibir cinco goles en El Sadar, y Arrasate puso en práctica una lógica aplastante, tirando de los futbolistas y el sistema que ofrecieron una buena imagen en San Sebastián y que estuvieron a un gran nivel. Seis cambios de nuevo en la alineación, nada sorprendente en este fútbol a la ruleta de jugadores por las estrecheces del calendario. Pero el plan no iba a resultar tan sencillo.

Las buenas intenciones de Osasuna no se vieron por ninguna parte. El equipo de Arrasate fue liquidado en diez minutos. A los tres todo saltó por los aires con el gol de Rodrigo, anulado tras un largo veredicto del VAR, porque, aunque el tanto no fue válido, el Valencia sintió en esa jugada que Osasuna era extremadamente débil en defensa. Con una zaga muy adelantada y los laterales ausentes, el conjunto valenciano acertó al explorar las dotes de velocistas de sus delanteros y las dudosas prestaciones a la carrera de los defensas rojillos. En el límite del riesgo estaba el partido, pero el primer gol legal llegó en otra propuesta, en un golpe bajo al ímpetu de los futbolistas. Guedes, aparentemente asfixiado después de cada esprint, fue capaz de pugnar, chocar y sortear con cuatro jugadores para, tras haber salido ganador en el turno de los gladiadores, adornarse con un zapatazo a la escuadra. Osasuna, dominado y panza arriba, comenzaba a entrar en barrena porque cada jugada de ataque de los locales se convirtió en un suplicio. Rodrigo remató casi todo lo que le llegó y en ese festival estaba para a diez minutos del descanso marcar el segundo gol. Un Osasuna troceado y desmembrado estaba siendo devorado por el Valencia. Los rojillos se asomaron por el otro lado del campo en el último minuto de la reanudación, cuando Adrián comprobó que el Valencia tenía portero.

Que a Osasuna no le había salido el plan de Donosti, quedaba claro; que debía mejorar, quedaba por ver porque si no amenazaba más tormenta. Arrasate volvió a la normalidad de cuatro defensas y los tres jugadores que saltaron al campo en el descanso, empujaron a la mejoría.

La segunda mitad fue la de un Osasuna por fin reconocible, competitivo y presionante desde el primer metro, que le permitió tener sus oportunidades, mandar en el encuentro e intentar acercarse en el marcador. Si la primera parte fue un disparate defensivo, en la segunda no hubo acierto ofensivo -Adrián remató al larguero, Torres se topó con Cillessen y Oier cruzó de cabeza fuera en la oportunidad más clara de los rojillos-... No hay nada que hacer cuando al rival se le han regalado muchos minutos. El Valencia gestionó con parsimonia esta situación frente a un rival que le había dado demasiado oxígeno. Solo un error de Estupiñán en la cesión al portero le ofreció su única ocasión de marcar.

Osasuna deberá recomponer su imagen y sentido de juego con las pocas sensaciones rescatables del segundo tiempo. Con el Osasuna de siempre, salen las cosas mejor.