- Osasuna encajó ayer su cuarta derrota consecutiva en Liga y encadenó su séptima jornada sin conocer la victoria (ha sumado solo 1 punto de los últimos 21 en juego). Su condición de colista de la Primera División (con 11 puntos y a 3 de la permanencia) cuando ya se ha consumido una tercera parte del campeonato es la mejor prueba de que atraviesa una pésima racha y el peor momento desde que Jagoba Arrasate aterrizara en el banquillo rojillo en el verano de 2018. Sin embargo, lo cortés no quita lo valiente, y Osasuna tuvo que luchar ayer contra su desidia (sobre todo en la primera mitad), contra sus propios errores, contra un rival, el Villarreal, infinitamente superior, y contra el cuestionable arbitraje del sevillano Jorge Figueroa Vázquez, que escamoteó un penalti a los rojillos por un agarrón a Calleri, se mostró extremadamente riguroso en la expulsión de Aridane y aplicó un desigual criterio a la hora de señalar faltas y sacar tarjetas amarillas a los futbolistas de uno y otro equipo.

A Osasuna no le vale para justificar su derrota de ayer contra el Villarreal (1-3) la actuación del colegiado, principalmente porque, cuando éste tomó dos de las decisiones que más perjudicaron al cuadro navarro, el equipo de Unai Emery ya se había adelantado en el marcador gracias a a un gol de Gerard Moreno tras encontrar la espalda de los dos centrales rojillos y superar a Rubén Martínez, ayer titular en detrimento de Sergio Herrera.

Ocurre que, entre el 0-1 y el 0-2, Raúl Albiol sujetó a Calleri dentro del área en una jugada en la que el defensor no dejó maniobrar al argentino dentro del área del Villarreal. Sin embargo, a Figueroa Vázquez, bien posicionado, no le pareció penalti, aunque en los estertores del primer tiempo sí sancionó como falta una acción similar de Calleri sobre el propio Albiol en el centro del campo.

Para colmo de males rojillos, Osasuna se quedó con diez jugadores antes de que el Villarreal anotara su segundo gol. Fue en una pugna entre Aridane y Fernando Niño. El joven delantero del Villarreal ganó en velocidad al central de Osasuna, que en su intento por frenar al atacante le echó un brazo por encima siendo el último defensor del cuadro navarro, pero todavía lejos de la portería. A Figueroa Vázquez no le tembló el pulso y le mostró la tarjeta roja sin dudar. Quedaban 70 minutos por delante y a Osasuna se le hizo bola un partido en el que el árbitro sacó de quicio a los rojillos, casi tanto como a los aficionados la indolencia de los futbolistas locales durante muchos minutos.