ay porteros que golpean la pelota con el tacto y la precisión de un centrocampista. No es el caso de Sergio Herrera. El fútbol moderno y sus normas exigen un plus de especialización a los guardametas; tiempo atrás, aquellos futbolistas vestidos de negro dominaban el amplio territorio del área con sus enormes manos, podían recibir el balón pateado por sus defensas, acunarlo entre sus brazos y tomarse un tiempo siempre que no olvidaran botarlo para no incurrir en falta. Ahora tienen que andarse con tiento y los menos hábiles quitarse de encima el pase atrás con el pie de un compañero en apuros. Para muchos cancerberos, esto sigue siendo un problema al cual se ha sumado la exigencia de los entrenadores de que ellos, los porteros, arranquen la jugada con un pase corto o en largo. Los tiempos cambian, pero entre los niños sigue siendo costumbre que la portería no la ocupe el más diestro con la pelota; además, el chico, cuando le marcan un gol en una competición, tiene que soportar los reproches de sus amigos y hasta los gestos de desaprobación de algunos padres. Como escribió Eduardo Galeano, "el portero siempre tiene la culpa. Y si no la tiene, paga lo mismo". Así las cosas, no hay oficio en el fútbol más vocacional, sacrificado y sometido a la crítica que el de arquero. De ahí que la mayoría de ellos sean gente particular, raros dirían algunos.

Pese a estar los estadios vacíos, a los oídos de Sergio Herrera debe llegar el murmullo que provoca cuando golpea mal el balón, lo echa fuera de los límites del campo o lo entrega al contrario. O cuando sale del área a toda mecha y abre un abanico de posibles catástrofes. Esa carencia es tan evidente como su consistencia para reponerse de un error, para no venirse abajo. El osasunismo también sabe que los pies del portero de su equipo tienen otra utilidad más práctica: por ejemplo, rechazar un remate franco a gol de un tal Duarte con 0-0 en el marcador. La victoria de ayer en Valencia, la que impulsa al equipo en su huida del descenso, comienza y termina en Herrera, en sus paradas determinantes, con las botas y con los guantes. Con el despeje a un remate de cabeza de Malsa y con el rechace al penalti lanzado por Morales. Se mueve el titular de Osasuna entre la figura de los clásicos, dueños de su territorio, y la cada vez más común del guardavallas al que se acusa de clavarse a la sombra del larguero y salir en contadas ocasiones a despejar balones altos pese a que su envergadura suele ser superior a la de los jugadores de campo. El signo de los tiempos.

Herrera, con sus cosas, sigue dando muchos puntos a Osasuna y alegrías a la hinchada. Y revalorizando el trabajo de sus compañeros o sellando los errores cometidos por otros. El eficaz partido de Aridane y David García, el esfuerzo maratoniano de Moncayola y Nacho Vidal, la batalla incesante de Calleri y la perfecta ejecución de Barja y Budimir no tendrían hoy el mismo valor en puntos sin las decisivas intervenciones del guardameta. Necesitaba un partido así, porque los porteros viven amenazados siempre por el error y la crítica. Un puesto de alto riesgo, más aún en el fútbol moderno. Porque como escribió Galeano, en el terreno de juego "el único que corre más peligro que el arquero es el árbitro".

Nuevo contrato para Diego Moreno. En tiempo de carencia de laterales, Osasuna tiene el reto de amarrar al titular de la banda derecha en el Promesas. El chaval, de 19 años, está firmado hasta el próximo 30 de junio y es uno de los jugadores con más proyección de la cantera.