Tal día como hoy de hace exactamente un año, Osasuna derrotó al Espanyol en Pamplona con un gol de Roberto Torres de penalti. El canterano anotó el tanto de una victoria por la mínima (1-0) que alejó al conjunto navarro de la zona de descenso casi de forma definitiva (tenían los rojillos 9 puntos de renta a 11 jornadas del final del curso), y lo hizo con un lanzamiento a lo Panenka para delirio de la inmensa mayoría de los 15.737 espectadores -unos pocos de ellos seguidores del cuadro catalán desplazados desde Barcelona para la ocasión- que aquel día poblaron las gradas de El Sadar. Ocurrió el 8 de marzo de 2020 y fue la última vez, porque esa misma semana se paralizó la competición por las restricciones derivadas de la pandemia mundial de covid-19 y, cuando se reanudó tres meses después, se vetó el acceso de la afición a los estadios como medida preventiva que, a día de hoy, sigue vigente.

Para analizar la influencia que ha tenido en los partidos como local de Osasuna la prohibición de jugar con público en las gradas, basta con recurrir a una de las respuestas de su entrenador, Jagoba Arrasate, en una entrevista que concedió al columnista británico Sid Lowe días antes de recibir el pasado sábado al Barcelona en El Sadar: "En El Sadar existe esa sensación de que con nuestros aficionados allí podemos hacer cualquier cosa y salir de cualquier déficit. Es difícil de medir, pero hay algo que hace que nuestros jugadores se sientan muy poderosos. Y eso falta este año".

Está claro que el técnico quiere destacar con su afirmación que su equipo está acusando la ausencia de la hinchada en el estadio. Y no emplea el argumento como excusa, sino como explicación a algunos de los resultados de Osasuna. Al menos esta temporada, en la que, "por ejemplo, no hemos remontado ningún partido". Y es cierto, porque los rojillos siempre han perdido en El Sadar cada vez que han comenzado por detrás en el marcador en lo que va de curso -a excepción del empate que rescataron ante el Huesca gracias a un gol de David García-. La estadística de los 18 partidos sin público en Pamplona durante el último año solo mejora con la voltereta ante el Celta en la antepenúltima jornada de la temporada pasada, cuando los goles de Enric Gallego y José Arnaiz sirvieron para remontar un tempranero tanto de Santi Mina.

Sin la presión ambiental de El Sadar, Osasuna ha sido menos Osasuna. Los rivales han competido en algunas ocasiones con menos presión que de costumbre y tres cuartos de lo mismo ha ocurrido con los árbitros. El análisis frío de los números arroja una estadística difícil de debatir en este sentido: Osasuna ha sufrido tres expulsiones en los 18 partidos que ha disputado como local sin el aliento de su hinchada, por ninguna de los rivales que han visitado Pamplona durante el último año. Y acudir a jugadas concretas no ayuda a aliviar la sensación de orfandad del equipo. Basta con recordar el inexistente penalti con el que el Alavés consiguió empatar el 31 de diciembre un partido en el que los rojillos jugaron con uno menos por expulsión del meta Rubén en el minuto 8. Roberto Torres adelantó aquel día al conjunto navarro, ya en inferioridad, y Lucas Pérez empató en el 75 al transformar el penalti con el que castigó el colegiado Jaime Latre y el VAR una entrada de Oier a Joselu, acción en la que el capitán toca balón y sobre la que todavía persisten serias dudas de cómo la pudieron ver unos y otros dentro del área.

Si con todo lo anterior se puede demostrar la rémora que ha arrastrado Osasuna en lo deportivo por eso de jugar sin su gente en la grada durante un largo año, lo mismo ocurre al comprobar situaciones relacionadas con el ámbito extradeportivo. Porque, por citar únicamente un ejemplo, el conjunto navarro tuvo que celebrar su centenario casi de forma clandestina y han sido unos cuantos los actos conmemorativos que ha tenido que anular o aplazar la directiva para conmemorar una fecha tan señalada.

Osasuna cumplió 100 años el 24 de octubre de 2020, un sábado que coincidió con la visita liguera del Athletic. Los rojillos ganaron con un solitario gol de penalti de Rubén García y en los prolegómenos del encuentro se estrenó en el estadio el himno del centenario con una actuación en directo de su intérprete, el navarro Serafín Zubiri. Un día redondo que no lo fue tanto porque la afición se tuvo que conformar con disfrutar de todo lo acontecido en El Sadar a través de las imágenes de televisión. Una pena.

Y qué decir de la reforma del estadio. El Sadar ha cambiado una barbaridad desde la última vez que Osasuna jugó en su campo con público en las gradas. La remodelación ya había comenzado entonces, pero ahora está casi terminada. Todo será diferente cuando se controle la curva de contagios y la vacunación comience a aplacar un virus que está dejando huella. También en el fútbol. Ya lo dice Arrasate: "Los fans son la esencia del fútbol". Y para Osasuna, todavía más.

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