Desde fuera de un vestuario es muy fácil preguntarse el por qué Arrasate cambió en Vigo a 9 jugadores si el equipo iba en dinámica muy positiva. Más allá de la cuestión lógica de la necesidad de descanso de muchos jugadores, acentuada en Osasuna por el estilo de juego rojillo, muy físico, y por la pandemia, que este año ha aumentado las lesiones musculares en todas las ligas europeas, Arrasate ha demostrado durante estos años ser un gran gestor de grupo.

Por ahí se entienden muchos de los éxitos de Osasuna estas temporadas. La fortaleza del grupo se mantiene intacta, incluso en una campaña tan complicada como esta, por la continuidad de pesos pesados pero también por la gestión que realiza el entrenador en el vestuario.

Cuando la situación estaba bajo mínimos, el grupo se mantuvo unido, nadie decidió saltar del barco ni torpedearlo en su beneficio. Y eso también hay que premiarlo. Por eso, entre otras cosas, Arrasate saltó en Balaídos con un once novedoso.

Además, estos partidos también pueden ayudar a la hora de tomar decisiones de cara al verano, donde Osasuna tendrá que decidir sobre el futuro de muchos. Por ejemplo de Ramalho. En Vigo no lo hizo nada mal para llevar tanto tiempo inactivo aunque aún está por demostrar que tenga hueco en esta plantilla. También hay que decidir sobre Roncaglia, que acaba contrato.

Una decisión que parece más unánime en el osasunismo es la de que el club debería intentar quedarse un año más con Manu Sánchez, aunque fuese cedido. El joven salió en la segunda mitad y volvió a demostrar que le da una variante más ofensiva al equipo, algo fundamental en el sistema de Arrasate.

Pero bueno, quedan partidos y tiene pinta de que Arrasate seguirá dando oportunidades a todos los que se las han ido ganando. Ellos, aunque hayan jugado menos, también se lo merecen y son partícipes de la gran remontada del equipo. El entrenador lo sabe y es justo con ellos.