- Un nuevo aroma de fútbol se respira en las gradas del remozado estadio rojillo. Antes de la reforma de El Sadar, apenas 15.000 almas rojillas se congregaban tiñendo de rojo el interior del feudo rojillo. Esa cantidad de espectadores supone ahora un 60% de la nueva capacidad del estadio (23.576).

Pero la esencia, por si tres jornadas después no ha quedado clara, es la misma. La de una afición que alienta al equipo en los momentos en el que éste más lo necesita y pudo celebrar, por fin, un tanto de Osasuna en El Sadar.

553 días de diferencia hay entre el penalti que transforma a lo panenka Roberto Torres ante el Espanyol y el gol de Jon Moncayola, el primero del canterano con público en El Sadar.

Un público que, se dividió en dos partes. Hubo cánticos contra la directiva, mínimos, pero se hicieron notar y fueron contrarrestados con silbidos por parte de los allí presentes. Sin embargo, el respetable rojillo se unió en dos ocasiones. La más importante, tras el 1-3 de Gonzalo Guedes, a los diez minutos de la reanudación. La afición intentó alentar al equipo en busca de una remontada que el VAR se encargó de echar por tierra al anular el tanto de Darko Brasanac -un gol que el propio Mamardashvili le reconoció al serbio que fue legal-. De Burgos Bengoetxea también fue diana en la que la parroquia local mostró el desacuerdo con más de una de sus decisiones.

Pero la segunda ocasión, y menos importante, demostró que el fútbol sí tiene memoria. Unas desafortunadas declaraciones de Bordalás, cuando dirigía al Getafe, en contra de Arrasate, tuvieron ayer su respuesta, ya que en al partido de vuelta no pudo acceder la afición al entrar ya en vigor las restricciones por la pandemia, mientras que la pasada edición se disputó a puerta cerrada en su totalidad. Al final, y viendo la goleada que reflejaba el marcador, Arraste también tuvo su apoyo.