Osasuna se desplaza esta jornada hasta Mendizorroza para disputar una de esas fechas que todo aficionado marca en rojo cuando se conoce el calendario liguero. Y es que un derbi nunca deja de ser un partido más, y a esta fiesta del fútbol le va a faltar un componente esencial: el invitado. Mendizorroza, que podrá contar con un aforo de 11.904 asientos, solamente se podrá teñir de azul y blanco, puesto que en el protocolo de la Comisión Interterritorial de Salud Pública no se permite todavía que la afición visitante acompañe a sus equipos en los desplazamientos.

Es por ello por lo que, acostumbradas las calles de Vitoria a recibir con los brazos abiertos a la marea rojilla que se relacionaba con la afición babazorra, estas se van a encontrar huérfanas de la fiel hinchada de Osasuna por tercera ocasión consecutiva. Pero también es cierto que escalonadamente se está volviendo a la normalidad y que, más pronto que tarde, el rojo volverá a brillar en los rincones de Vitoria.

En el plano deportivo, el cuadro que dirige Jagoba Arrasate visita Mendizorroza después del varapalo sufrido la última jornada en la visita del Valencia, en la que el conjunto de Bordalás le endosó un contundente 1-4, remontando el tanto inicial de Jon Moncayola. Una derrota que empañó el mejor arranque liguero de Jagoba Arrasate desde que está sentado al frente del banquillo de Osasuna, y que tanto técnico como jugadores quieren etiquetar como accidente. De esta manera, esa influencia no debería tener más recorrido que ese, a pesar de las facilidades en defensa y los errores en concentración y de contundencia que cometieron los rojillos. Porque lo cierto es que antes de la visita del conjunto ché, cuya mentalidad se ha renovado con la llegada del técnico alicantino, las sensaciones mostradas por Osasuna en las tres citas anteriores han sido de haber visto un equipo con ambición que mantiene la ilusión generada en verano en la afición navarra.

Sensaciones opuestas son las que están viviendo en Vitoria. Cabe recordar que la llegada de Javi Calleja fue, sin duda, el hecho más determinante de la temporada pasada. De la noche a la mañana, el técnico madrileño le cambió la cara a un Alavés abocado al descenso y, en apenas dos semanas, le devolvió la ilusión a una afición hundida por la imagen que su equipo, en plena celebración del año del centenario, había dado en los meses anteriores. Sin embargo, aunque aquella revolución se recuerde por su final y, objetivamente hablando, también por sus buenos resultados, lo cierto es que ese breve -e intenso- camino no pudo evitar varios contratiempos.

El Alavés es, junto al Getafe, el único equipo que no ha puntuado hasta ahora -a pesar de que cuenta con un partido menos-, pero las urgencias ya han hecho saltar las alarmas en la planta noble de Mendizorroza. Al inexistente bagaje de puntos hay que sumarle la preocupante falta de gol que presenta el equipo, un problema en el que ya está trabajando el exrojillo para tratar de buscarle solución. Esta alerta por sequía se agrava al analizar que la única vez que el cuadro albiazul ha logrado ver portería ha sido desde los once metros.

A este equipo sin pólvora cabe añadir que los babazorros regresan a la competición 22 días después, al haber sido aplazada la cuarta jornada ante el Villarreal. En este periodo de tiempo, el Alavés ha disputado un amistoso contra el Sevilla, un encuentro que sobre el papel carece de la competitividad que supone una fecha liguera, pero que puede servir de aliciente para que los menos habituales puedan emerger como soluciones.

Un test para la zaga del Alavés

La principal baza en ataque con la que cuenta Osasuna es la de Kike García, una pesadilla para el cuadro vitoriano la pasada temporada. Tras vencer al Huesca y el Villarreal y empatar con el Athletic y el Valencia, el Alavés se plantó en Ipurua con el claro propósito de dar el paso definitivo hacia la permanencia, pero nada salió según lo esperado. El Eibar de Mendilibar, colista y uno de los peores locales de las cinco grandes ligas europeas, sorprendió a todos los albiazules sobre el césped y, mediante la supremacía del mencionado Kike García, le endosó un 3-0 al conjunto gasteiztarra, que recibió un importante golpe de realidad aquel día.

Ahora, cinco meses después, pese a que la situación es muy diferente a la de entonces, la zaga vitoriana, casi idéntica a la de aquel día, ya siente cómo la amenaza del delantero manchego, protagonista en el arranque liguero de Osasuna, se cierne sobre Mendizorroza. Más aún, teniendo en cuenta que, precisamente, ha sido en labores defensivas donde el Alavés ha mostrado más debilidad en las tres primeras jornadas, que se han saldado con ocho goles en contra para la escuadra vitoriana.

Una estadística favorable

Uno de los detalles que presenta este encuentro es que, de los últimos cinco enfrentamientos entre rojillos y blanquiazules, la estadística sonríe a Osasuna con cuatro victoria y un empate. Una racha que los rojillos querrán prolongar, aunque lo harán sin el jugador que decantó la balanza en la última ocasión, pues Kike Barja continúa con su proceso de recuperación de la fascitis plantar. Tampoco podrán ser de la partida ante 11.904 aficionados en el Alavés Pere Pons, Javi López ni Edgar Méndez, que se produjo el jueves un esguince en su rodilla derecha.

Osasuna se planta en Vitoria para tratar de brindar una segunda victoria liguera a su afición, así como reforzar sus lazos con el conjunto vitoriano a la espera de la vuelta total del público a la grada, porque con los babazorros espera otros cien años de derbis correspondidos, y volver a vivir la fiesta de antes de la pandemia.