Cuando más cerca estuvo de llevarse el partido Osasuna fue durante el intercambio de golpes de la segunda mitad, cuando el encuentro estaba roto y la pelota se la disputaban grupos de jugadores abstraídos en la pugna cerca de las áreas, sin nadie dirigiendo el tráfico por el centro, convertido en desierto. Fue en esos momentos de pugna a pecho descubierto cuando Osasuna sintió que tenía cosas que decir en el reparto de los puntos. Sin embargo, el recuento final correspondió al Betis, que ya había anunciado que estaba ansioso por llevar hasta las últimas consecuencias alguna de sus contras y que así lo hizo. Dos diagonales más o menos largas, una resuelta tras un trámite intermedio, la otra dirigida a la red directamente, dictaron la historia del partido en los diez últimos minutos, cuando hay que saber gobernar el marcador y tener respeto a los errores.Osasuna mantuvo su espíritu competitivo y su innegable capacidad para el esfuerzo y la pugna durante muchos minutos y ahí encontró los argumentos para igualar la contienda con el Betis, porque no hubo el juego fluido de otros días ni una superioridad notable a base de centros y repeticiones como con martillo mecánico. En el otro lado, sin embargo, la calidad mayor del conjunto andaluz -Sergio Herrera con sus intervenciones la mantuvo un rato a raya-, fue determinante para privarle de nuevo de la victoria en su estadio. Calidad arropada por fallos propios. Osasuna no acaba de encontrar la llave en El Sadar para quedarse los tres puntos y si no es la falta de acierto es la contundencia del rival, o los errores cruciales que se entrometen cuando las cosas no marchan mal. El Osasuna de las dos caras, en casa y fuera, es el que se está imponiendo en este inicio de temporada y, más allá de la adjudicación de los buenos marcadores de visitante y los discretos como local, queda claro que el factor campo no se cumple, por el motivo que sea, y que, por encima de todo, los fallos defensivos pasan factura. Y muy gorda, en forma de siete goles en contra.

Acostumbrado a llevar hasta las últimas consecuencias los partidos, Osasuna no estuvo en condiciones de reeditar su tradición agitadora porque ni le llegaron las fuerzas como en otros días, ni los cambios, en esta ocasión, ayudaron al efecto empuje. Todo cuenta para la reflexión, para darle vueltas.

Además de no salir atropellado en los contragolpes del Betis, lo mejor que le pasó a Osasuna en el primer tiempo fue su gol. Siempre marcar está bien, enloquece al delantero, más si se trata de Kike García, y hace que el grupo suelte aire; pero en el caso del gol de ayer le mostró a los rojillos que también tenían su llave. La combinación entre Kike García y Roberto Torres en el borde del área fue rompedora y la ejecución del ariete, impecable. Fue lo más meritorio de una primera mitad en la que el Betis se puso por delante en una jugada mal defendida -un balón suelto que le llegó al debutante que pasaba por ahí- y en la que Sergio Herrera estuvo atinado ante las intentonas de Canales y Borja Iglesias. El delantero se comporta como un cíclope ante Osasuna, siempre dispuesto a devorar los defensas y a comerse el partido él solo a base de remates, carreras y empellones. Con semejante panorama, no estaba mal empatar.

Osasuna regresó de los vestuarios con un aire nuevo y entró al segundo acto lanzado, como le gusta y procede si se quiere jugar de local de verdad. Kike García primero y Darko Brasanac después enseñaron las credenciales de un equipo rojillo reanimado. El Betis mostró sus garras en un par de intentonas de nuevo solventadas por Sergio Herrera, en esta ocasión ante Fekir y Guido Rodríguez... Y entonces, mediado el segundo tiempo, el partido se rompió. Jugadores en estampida sin mirar el retrovisor, Osasuna creyendo en la victoria -Kike García dispuso de otro regalo de Roberto Torres, pero su cabezazo se marchó fuera- y el Betis tolerando la intensidad que le proponían los rojillos. El equipo andaluz demostró un carácter considerable y capacidad de sufrimiento.

Roto estaba el partido y se hizo añicos. Primero Juanmi cabeceó un centro de Montoya, que se comió a Ontiveros en la defensa de un balón cruzado al área. El VAR entró a validar la acción porque hubo un banderazo del juez de línea señalando algo que solo vio él. Aún siguió remando Osasuna a pesar del gol en contra en la recta final y en esas estaba, intentando apretar pero sin conseguirlo -los cambios de Osasuna no habían ayudado a la faena-, cuando Willian José liquidó el asunto en una contra, con sutileza.

Osasuna se marchó renegando porque los goles en contra en casa son numerosos y escuecen. Por el momento, no hay fiesta en El Sadar. Ni se sabe dónde está la llave.