Quién nos iba a decir a todos que los primeros cuatro partidos en el remozado campo nuevo y con la vuelta del público se iban a resolver sin victoria alguna. No creo que nadie lo hubiese apostado y, si alguno se lanzaba a ello, que me diga el número de la lotería de Navidad.

Todos, desde dentro o fuera del club, pensábamos que esto sería un arma más para Osasuna, pero no contábamos con el entrenamiento previo.

El público aprieta igual que antes, aunque se nota que el pulmón de Graderío Sur no está, pero el equipo no reacciona, de momento, de la manera correcta. No se puede negar la existencia de cierta ansiedad por parte del equipo por intentar sumar esa primera victoria como local. Como para quitarse esa mochila cuanto antes. Y todo eso lleva al equipo a cometer errores impropios a los que no tiene muy acostumbrado.

Arrasate se presentó con el mismo once que en Vitoria y el equipo respondió muy bien. Y es que Osasuna no jugó mal, ni mucho menos, ni tampoco se mereció la derrota, pero esto es así. Cuando se acercó el final, el equipo se comenzó a volcar totalmente en el área del Betis, con mucho corazón pero con muy poca cabeza.

Los huecos que dejó el equipo atrás eran un regalico para jugones como Fekir o Canales, que lanzaron las contras sevillanas sin mucha piedad. No sé las causas de esta desbandada ofensiva del equipo sin guardar las costuras, pero está claro que el ánimo de la afición es un fuego que el equipo tiene que volver a saber controlar. El segundo gol fue un error tremendo. Aún se le notaba a Arrasate, minutos después, muy escocido con esa jugada. Normal.

El hecho de irse con todo arriba es muy vistoso, pero también tiene unos riesgos muy peligrosos que aparecen cuando se pierde el control de la situación, como contra el Betis.

Es algo que, además, de momento ni se ha atisbado fuera de casa, así que es algo centrado en Pamplona.

Parece que con la ausencia del público a muchos se les está haciendo extraño volver a tener ese ambiente (dicho por futbolistas de diferente equipos), así que puede que Osasuna necesite volver a adecuarse al rugir de su gente. A saber, básicamente, a controlar los impulsos.