icen las normas del periodismo deportivo de éxito que hay que ser los más hooligans cuando gana el equipo y los más derrotistas cuando pierde, que es lo que vende. Al menos en Madrid y en Barcelona. Pero, por algún motivo digno de análisis, eso con Osasuna no vale, porque su afición -en general, que de todo hay en la viña del Señor- tiende a no lanzar muchas campanas al vuelo cuando gana, para no hacerse ilusiones excesivas con el futuro, y a encajar las derrotas con cierta filosofía y poniéndolas siempre en contexto. Lo que se dice huir de los extremos. La derrota ante el Betis escuece, claro que sí, porque siempre duele perder un partido que se ve que se puede ganar, pero un osasunista medio no ha tardado mucho en mirar a la tabla, ver al equipo en el décimo puesto y con un colchoncito de 5 puntos sobre el descenso, y se le ha ido olvidando el disgusto y se ha fijado ya en la visita al Mallorca, que ése es de nuestra liga.