Osasuna inauguró el nuevo El Sadar con una victoria en el tiempo de descuento firmada por el testarazo de Manu Sanchez. Cuando se sentía que el guión de encuentros anteriores en casa no se iba a romper, una de las rarezas que permite el fútbol cuando se buscan soluciones a la desesperada, es decir, un lateral, que estaba jugando de extremo y se había establecido de delantero centro en esa acción, definió un partido soporífero a veces. En el peor encuentro como local de la temporada, Osasuna recogió el premio que se le había negado otros días, en los que hubo más ocasiones y más fútbol que el deslizado ayer en El Sadar.

No fue un partido para sacar muchas más conclusiones que las que dicta la fe de este equipo. Osasuna probablemente sea el mejor equipo de la Liga en el tiempo de descuento, caminando en el alambre, porque viene demostrando que está dispuesto a llegar hasta las últimas consecuencias con el reloj fuera de las casillas del tiempo reglamentario. Y ayer, en un partido sin derroche de ideas y con la determinación habitual de los hombres de Arrasate, se llevó los tres puntos porque puso sobre el tapete lo que le pide el cuerpo y el ADN, no rendirse, nada más. Este carácter indomable, ese espíritu guerrero -lo que proclama la grada cuando grita que “Osasuna nunca se rinde”- es una de las aportaciones que también ha introducido en el equipo este cuerpo técnico. Del modo que sea, ganar encuentros como el del Rayo son los que al final de temporada marcan la diferencia entre estar agobiado, oliendo a chamusquina, o respirando a pleno pulmón, sin apuros, con la cabeza alta.

Osasuna tuvo que superar una exigente prueba ante un rival organizado y con caudal defensivo difícil de remontar, cuestión que entra en el apartado de méritos innegables. Eso, como también marcharse a este parón de la Liga con 14 puntos en el casillero, una renta elevadísima -cercana a las mejores de todos los tiempos en Primera- que le permite estar alejado de la zona de los problemas y con confianza a raudales para seguir haciendo el trabajo que no es otro que lograr la permanencia cuanto antes y consolidar otro año de proyecto en la máxima categoría.

Quizás porque en El Sadar se respiraba ambiente de encuentro gordo, de día especial, los futbolistas saltaron al campo con el manual de los tipos serios aprendido. Las defensas salieron más metidas en faena que los ataques y los zagueros fueron protagonistas de un primer tiempo bloqueado, anulado a efectos de posibilidades de marcar. Ni opciones de gol, ni casi de remate, porque solo hubo dos entre los tres palos, las dos de Osasuna, por mediación de Kike García y Lucas Torró, que computaron como ocasiones en medio de un primer tiempo raquítico en lo ofensivo.

A priori, un buen examen tenían los centrales de Osasuna con Radamel Falcao enfrente. El colombiano es un bicho de área, o sea, un devorador de balones en forma de remates, pero en El Sadar pasó inadvertido, sin nada que echarse a la boca, porque nadie le dio de comer. Ni quince minutos duró en el campo en el segundo tiempo. Desactivado por los defensas rojillos -Unai y David estuvieron infalibles a la hora de ponerle el lazo-, Iraola decidió que necesitaba otro plan y lo relevó a él y al otro atacante de referencia, Trejo. Maneras enseñaba el Rayo porque tiene futbolistas dinámicos, pero no soltaba un solo zarpazo.

Osasuna salió mandando en el segundo tiempo y Torró, fantástico ayer en la recuperación en todas las partes del campo, se vistió de rematador en un disparo en el que Pathé Ciss evitó el camino del gol. El equipo de Arrasate apretó unos cuantos minutos -no muchos-, franja de juego mínúscula que fue antesala de un fase de sopor generalizado. Nadie mandaba, nadie se imponía, nadie se acercaba al gol. Osasuna pasó al sistema con dos delanteros con la inclusión del Chimy, pero nada cambió a efectos de variables para mover el marcador. Dominio mediano sin premio ante un Rayo atrevido solo a ratos -más bullicioso que otra cosa-, consciente con el paso de los minutos de que no le iba mal el empate si hacía inventario y confirmaba que no estaba siendo capaz de rematar entre los tres palos. Estadística sin estrenar con la que se fue casa.

Con la afición rugiendo, pidiendo a los suyos otro esfuerzo, ahí apareció la fe de Osasuna -la de los de la arriba y la de los del césped-, la que le llevó a ganar en el tiempo de descuento, ante una grada que ya sabe que siempre es mejor quedarse hasta el último pitido, porque es el único modo de saber qué es lo que ofrece Osasuna. Una bonita inauguración del estadio para el nuevo tiempo con público y victoria.

5

El equipo llevó las riendas del partido durante más minutos y fue el que hizo ocasiones y tiró a puerta. Siete cambios en el equipo inicial.

4

Buena organización defensiva en un equipo muy combativo. Pero sin disparar entre los tres palos, no se puede conseguir nada.

5

Fue un partido sin problemas no jugadas polémicas, y las tarjetas tampoco ofrecieron mucha discusión.