l plan apenas le dio a Osasuna para mandar siete minutos en el partido. Un disparo al larguero, un penalti y un gol. Cuantioso tesoro para un equipo que pelea contra su mala racha, ese valle de malos resultados por el que ha deambulado también en las dos temporadas anteriores. Hasta ahí, hasta el minuto siete, leyó el guión el grupo de Arrasate, porque lo que vino después fue un despropósito, una pelea constante con el balón, un ejercicio de precipitación, un camino a ninguna parte. Las intenciones estaban claras desde que el entrenador eligió a los once titulares; con Kike García y Budimir como pareja de delanteros era fácil presumir la estrategia de Osasuna: juego por banda y balones a la olla. Así llegó el primer remate de Kike García cuando apenas se habían consumido dos minutos en el cronómetro, y con el mismo manual de órdenes se propició la jugada del penalti de Fidel sobre Nacho Vidal y el 1-0. Que el Elche sospechara que los problemas le iban a llegar por ahí no frenó nada. Con Budimir de vuelta al gol, pensar que el partido sería coser y cantar no era menospreciar a un rival malenrachado y con dirección interina. Error.

No está bien Osasuna. Sostener esta afirmación con 20 puntos en la cuenta de ahorro es para meter las meninges en el congelador, pero ahora mismo la situación clasificatoria no se corresponde con el desempeño del equipo. Ayer, en lugar de sosegar el juego, los rojillos se aplicaron en la patada a seguir. Sin una clara referencia en el medio campo -el doble pivote formado por Moncayola y Oier no lideró el ritmo de juego-, solo Kike Barja entendió de qué iba el partido. A veces, la elección de dorsal describe la interpretación que un futbolista hace de su papel, y con el 11 a la espalda el canterano recordó a los extremos de antaño, arrancando desde la línea de banda, encarando, buscando el uno contra uno y poniendo buenos centros al área. Solo el de Noáin transmitía que podía cambiar un partido en el que las pérdidas de balón (muy por encima del medio centenar en cada bando) dejan en mal lugar a quienes saltaron al terreno de juego y se dicen futbolistas.

Arrasate tiene un problema; el mismo de los dos años anteriores. El equipo se le atasca al entrenador, quien durante semanas no da con la tecla. Lo más grave ayer fue volver a recibir un gol calcado al que supuso la derrota ante el Atlético de Madrid; ese balón al primer palo mal defendido resulta sonrojante nueve días después. Tampoco los cambios de sistema y de jugadores aportaron algo en la búsqueda de volver a ser aquel equipo mandón e inabordable en El Sadar. Cote no desbordó, Nacho Vidal estuvo bajo de chispa, Unai García se vio superado en zonas delicadas por Lucas, Rubén García acusó falta de velocidad, Budimir de partidos y Kike García, de puntería. Esta vez Sergio Herrera al menos se redimió con una parada espectacular a remate de Josan en los minuto finales.

Le va a hacer falta a Osasuna algo más que esa hornacina de San Fermín junto al banquillo (aunque ayer ya fue un milagro que no perdiera). De la mala racha a la crisis solo hay un paso o dos malos partidos. Con la mitad del trabajo ya hecho hay margen para trabajar con tranquilidad y buscar reanimar a un equipo que puede dar mucho más de sí.