aya por delante que Ontiveros no es objeto de mis plegarias. En realidad, todavía no sé muy bien qué hace en Osasuna. El chico viajaba de Villarreal a Málaga con la carta de cesión cuando a Braulio Vázquez le entró un apretón intestinal tras caer Barja lesionado y con un diagnóstico complicado de valorar. El director deportivo movió sus contactos y le levantó la pieza al cuadro andaluz. Tengo para mi que a Braulio le pudo la urgencia y a Ontiveros le faltó un buen consejero. Él más que nadie debería saber que su interpretación del juego tiene mal encaje en Osasuna. Y ahí están los cortos datos de su participación en estos primeros meses en Pamplona. El delantero es un espíritu libre que concibe el fútbol como un entretenimiento en el que solo es feliz cuando tiene la pelota. En ese momento puede pasar cualquier cosa, aunque por desgracia para él hace tiempo que esas cosas ocurren de tarde en tarde. Ontiveros es un joven futbolistas que apuntaba muy alto pero que se encasquilló en el momento de dar el tiro de gracia. Tiempo tiene por delante, pero el fútbol moderno ya no espera a nadie. Decía que Ontiveros quiere al balón, aunque últimamente este le dé calabazas. Ayer, en un partido anodino, el malagueño buscó la oportunidad de reivindicarse ante unos adversarios modestos en sus posibilidades; con esa concepción de fútbol de patio o de plaza en el que apenas queda espacio para conducir el balón, el chico trató de buscar el marco del San Agustín mientras sus compañeros encargados de la tarea defensiva permitían que Joselu Cano, de 19 años, le hiciera la competencia en el bando rival y hasta le arrebatara por momentos de esa primera parte el protagonismo. Pero un profesional debe estar preparado para estos partidos trampa. Cuando ni juegas ni vas convocado, sabes que te examinan con lupa y debes hacer méritos. Algo parecido le ocurre a su compañero Jaume Grau, casi inédito desde que hace tres años fichara por Osasuna: posiblemente, ya sabía que hiciera buen o mal partido ayer, no iba a cambiar la opinión que tiene formada de él Arrasate. Lo mismo podría decirse de Ramalho, otra urgencia (bien pagada) del renovado Braulio. O de Barbero, que debe pelear con el nivel de competencia más alto en la plantilla: el de delantero. Y es que ser cemento en este grupo -el papel de los que no juegan es muy importante en el vestuario para mantener el buen rollo- tampoco en un asunto baladí. Quienes viven el día a día de Osasuna destacan, por ejemplo, el buen talante que de puertas adentro exhibe Juan Cruz, de momento en ese espacio de sol y sombra que da cobijo a quien una jornada es titular y tres solo pisa el césped en el preámbulo y en el entre acto. Por eso insisto en lo delicado de estos partidos para quienes disfrutan de menos minutos en la Liga; se apreció, sobre todo, en una primera parte en la que a Osasuna se le vio incómodo y carente de ritmo. Pero la diferencia entre los dos equipos era abismal y reventó en la segunda parte, cuando Ontiveros seguía a lo suyo: buscando la jugada individual, amagando con el balón clavado en el césped, saltándose la jerarquía de Roberto Torres y lanzando un libre directo. Con la tablilla del cambio anaunciando ya su número, Grau le dio el balón y Ontiveros lo puso en la red con una folha seca de antología. Fue lo mejor de una noche que no pasará a la historia.