ntre aquella sentencia de Braulio Vázquez en la que afirmaba que “Arrasate es el capitán de este barco y si nos hundimos, nos hundimos todos con él”, y esa más reciente en la que ha pedido “dejad respirar a Arrasate”, hay un año de distancia y dos escenarios completamente diferentes. Entonces, el equipo chapoteaba en las aguas del descenso mientras que ahora ocupa una cómoda posición en la tabla con la mitad de puntos ya que otorgan la permanencia. Pero el fondo de la actualidad es el mismo: la continuidad del entrenador, hace doce meses asfixiado por la mala racha y hoy apremiado por una renovación -la pidió expresamente Sabalza como primer objetivo de su reelección- que parece estar en proceso de análisis. Frente a la voluntad de la junta directiva y de la mayoría de la masa social, partidarios de la continuidad del proyecto liderado por el entrenador, no sé si no es mucho especular con que el propio Jagoba está haciendo también un examen minucioso de su situación. Arrasate es hoy el tercer inquilino más veterano en el banquillo de un equipo de Primera tras Simeone y Álvaro Cervera. El técnico de Berriatua superará en esta temporada el número de partidos de Ivan Brzic y se colocará en el ranking de los cinco primeros del club. Y si continúa en Pamplona, será el segundo de la historia -tras Pedro Zabalza- con cinco temporadas consecutivas o más al frente de la plantilla. Quiero decir que no sería nada extraño que Arrasate, quien pese a su juventud (43 años) no es un recién llegado al fútbol, pudiera estar planteándose los pros y los contras de su renovación con Osasuna. Con menos trayecto, es algo que ya hizo Diego Martínez en el Granada, cerrando por voluntad propia un ciclo exitoso para descansar, resetear y trazar nuevos horizontes profesionales. Por eso, cuando Braulio Vázquez pide a los medios de comunicación que no agobien a Arrasate con su contrato, creo que solicita tiempo, no tanto para negociar como para hablar entre ambos de futuro y de proyecto. El fútbol es una de las actividades más mudables de un día para otro; y aunque no imagino a la parroquia de El Sadar pidiendo un día la destitución del entrenador, una mala racha o la cercanía del descenso ponen punto final a la carrera más bríllate. Y tenemos ejemplos bien cercanos.

Es bueno que esta tesitura se plantee en un momento en el que el equipo no tiene aprietos en la clasificación. Es cierto que la mala racha de resultados va también de la mano con un empeoramiento del juego, muy plano en las últimas jornadas -incluso en la primera parte de la eliminatoria de Copa- con muy poca producción en ataque y una ausencia total de creatividad en el medio campo. El propio entrenador asumía que en estas últimas semanas no da con la tecla, sobre todo de local. Y aunque ayer repitió dibujo con tres centrales, la solidez defensiva contrasta con el nulo protagonismo de los delanteros. Arrancó con Chimy y Budimir para retirar a ambos en el minuto 61 y probar (eso si que es darle a las teclas a ver que sale) con Barja y Rubén García como jugadores más adelantados. Mejoró, pero no dio para más.

En fin, parafraseando el final del discurso de Luis Sabalza al recoger la Medalla de Oro de Navarra, podemos afirmar que ‘Osasuna existía mucho antes que Arrasate y continuará existiendo sin Arrasate. Pero a nadie se le escapa que sin Arrasate Osasuna sería diferente’.

Malestar en el Gobierno con Osasuna. No ha gustado nada en círculos del Gobierno de Navarra la alusión que hizo Luis Sabalza sobre la falta de cercanía de la Administración con el club. No entienden el sentido de esas palabras ya que consideran que el Ejecutivo ayuda a Osasuna en todo lo que está en su mano.