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En un párrafo

"...ni un hincha rojillo veterano que lamente haber jugado aquella final en el Calderón"

"...ni un hincha rojillo veterano que lamente haber jugado aquella final en el Calderón"

uelve el Betis a una final de Copa, nos recuerdan que es la primera que juega desde 2005 y nos ponemos todos melancólicos. Cómo no. Y eso que, salvo por un ínfimo detalle (el gol de Dani en el minuto 115), fue un gran día: la marea rojilla invadiendo Madrid, Aloisi marcando el gol que llevaba el partido a la prórroga y ese largo rato en el que parecía que Osasuna podía con su rival e iba a hacer historia... No se puede negar que una Liga es mucho más importante, pero una final de Copa tiene un sabor especial, aunque solo sea porque plantea un desenlace perfecto: dos equipos -que han ido dejando en la cuneta a todos sus rivales para llegar ahí- entran en el estadio y uno sale campeón. Quintaesencia del torneo del ko. Se oye mucho últimamente en el fútbol que "las finales no hay que jugarlas; hay que ganarlas", pero no conocemos ni a un hincha rojillo veterano que lamente haber jugado, haber vivido, aquella final en el Calderón.