os que tendríamos que contratar sherpas si nos obligaran a subir la Higa o San Donato no somos los más indicados para minusvalorar ningún éxito montañero, pero admitan que no es muy normal que el otro día, en apenas unas horas, 150 personas subieran a la cima del Everest. Haciendo cola hasta que les tocaba su turno, suponemos, porque ni en el tramo final ni en la cima cabe mucha gente a la vez. Es lógico pensar que los 4.000 montañeros que alguna vez han subido al techo del mundo tendrán un gran recuerdo de aquello, pero también es inevitable concluir que hace mucho tiempo que el Everest -al menos el que se sube por la vía normal y con porteadores y oxígeno, que no falte el oxígeno- está domado y turistizado, y solo cuenta para el himalayismo de elite para quien anda completando la lista de los 14 ochomiles. Por fortuna, el montañismo puntero está ya en otras cosas.