El tiempo de Roberto Torres en Osasuna parece que toca a su fin. Había algo de premonitorio en aquellas lágrimas que no pudo contener en la despedida de Oier: yo creo que vislumbraba su propio y cercano adiós. “¿Cómo será el día que yo me vaya?”, podría preguntarse en aquel momento. Porque las sensaciones ya entonces no eran buenas: su participación en el equipo había caído notablemente en la recién concluida temporada; pasó de los 2.717 minutos del ejercicio 2019-20 a los 1.891 del 2020-21, para aparecer solo 797 en la última campaña. Por primera vez en años, no figuraba en el once habitual.

Para Jagoba Arrasate era ya un futbolista de recambio y complemento. Y los planes del entrenador poco podían cambiar para el curso actual; de hecho, no es descartable que en el largo proceso de renovación de su contrato se debatiera también la posible salida de ambos capitanes. Además, hay chavales que viene por detrás pidiendo minutos –a ver en que cuantía se los concede el técnico...– y no podemos ignorar, en fin, que Torres se enfrenta a un fútbol cada vez más exigente y en el que también el análisis minucioso de cada partido deja al aire algunos errores que luego pesan en la toma de decisiones.

De esta situación, sin embargo, no entiendo el momento elegido por Osasuna para abrir la puerta de salida a su capitán. Quiero decir que no hacía falta esperar a julio para comunicarle unos planes que debían estar ya claros en mayo. De hecho, el futbolista se encontraba molesto con su situación (se supone que por extensión con el entrenador) como dejó entrever en una entrevista en el mes de abril, perdida ya su condición de titular, planteando dudas sobre los motivos reales de su suplencia, sugiriendo que hubiera pasado algo que él desconocía. Intuyo que si su futuro no se puso sobre la mesa a final de temporada fue porque la despedida al unísono de los dos capitanes no hubiera sido bien digerida por la hinchada, que habría montado un sonoro alboroto.

No se me antoja muy adecuado el manejo de los tiempos, abrir un debate en plena pretemporada, porque va a haber aficionados que entiendan la decisión del club y otros que se posicionen a favor de seguir viendo en el campo al centrocampista de toque exquisito. Para el propio futbolista también debe ser más complicado ponerse a buscar en estas fechas un equipo que le satisfaga, aunque sus intereses los representa una agencia de prestigio. Claro que también puede acogerse a su contrato y seguir aquí, trabajando y aportando, aunque no es plato de gusto por mucho que hayas besado mil veces el escudo tras marcar un gol. El propio Oier confesó que lo pasó mal y estuvo descentrado durante las semanas que se ventilaba su futuro.

Recuerdo esos besos de Torres al escudo de su camiseta porque nunca los percibí como una pose, el gesto de un engañagradas. Los besos del canterano se me asemejan a los que se dan a un primer amor; y para Torres, Osasuna es el amor de su vida. Confieso también que tenía la esperanza de poder verle tras su retirada con el sello de ‘one man club’, ese que lucen los que han cubierto toda su carrera en el mismo equipo.

Parece que no va a poder ser; a los 33 años aún le queda fútbol por exprimir y lo lógico es que no pierda el tiempo ni renuncie al rendimiento de una vida profesional. Le costó más que a otros canteranos asentarse en el primer equipo; pasó una etapa de dudas de la que salió más fuerte que nunca tras sus conversaciones con Martín Monreal, y ha dado al osasunismo unos años fantásticos en los que se ha encumbrado como uno de los siete máximos goleadores históricos del club.

La posición de Torres en los dos primeros amistosos, alejado de la banda, llamó la atención. Arrasate apenas le había utilizado en esa demarcación. Al hilo de ese reposicionamiento, las declaraciones del jugador estos días parecen esconder otro mensaje: “Mi sitio es donde diga el míster. Siempre que sea dentro del campo, no diré nada. A mí me gusta jugar”, manifestó tras el amistoso con el Toulouse.

Que esta situación ya sea del conocimiento del osasunismo aporta una nota discordante al inicio de la temporada. Este asunto debió resolverse antes, por el bien de todos. Y si el club le ha señalado ahora la dirección de salida, que cuando llegue el momento sea por la puerta grande, como los toreros buenos y de arte.