Osasuna comenzó a jugar el partido de Copa en el tiempo de descanso. Como si en ese paseo de ida y vuelta por el túnel que conduce del campo a los vestuarios, la mente de los jugadores de Arrasate hubiera realizado un viaje al futuro, a la noche del próximo miércoles. Estaba el partido de Liga tan favorable a Osasuna, la superioridad en el juego era tan aplastante, la endeblez del rival saltaba tanto a la vista, las dinámicas de uno y otro equipo eran tan diferentes, que resultaba inimaginable el cambio de papeles en el segundo tiempo. Aunque esto sea fútbol y en el campo aparezca un equipo tan imprevisible en ocasiones como Osasuna. Pero no creo que fueran solo los jugadores los que observaron el resultado de 0-1 con un exceso de optimismo y se les llenara la cabeza con lo que está por venir: en realidad, si somos sinceros, todos teníamos puesto un ojo en la eliminatoria con el Sevilla.

El primer repaso a la alineación buscaba indicios sobre los planes del entrenador a la hora de procurar un menor desgaste de futbolistas llamados a ser protagonistas entre semana. Juega Moi, no sale Oroz; Brasanac y Pablo Ibáñez, titulares, y Moncayola en el banquillo; Aridane pareja de David García en lugar de Unai…

Parecía inevitable supeditar el examen del planteamiento en Elche a lo que está por suceder en tres días. La Copa ha desatado tanta ilusión en el osasunismo que es difícil abstraerse cuando en el horizonte aparece como reto una semifinal; el sábado, por ejemplo, más de un aficionado seguía el Sevilla-Cádiz esperando que sucedieran incidencias que pudieran repercutir en la cita de El Sadar. Así las cosas, cuando Moi Gómez quedó tendido en el suelo, puso una mano sobre su pierna derecha, torció el gesto y pidió el cambio, la parroquia rojilla no pensó tanto en la suerte que podía correr el encuentro en el Martínez Valero -la ausencia del alicantino dejó huérfano de balón al centro del campo- como en una posible ausencia del centrocampista en el cara o cruz inmediato de la Copa. Me parece que casi todo lo que ocurría en el terreno de juego pasaba por el filtro copero: los errores provocados por el temperamento excesivamente sosegado de Aridane, la extraña indecisión de David García en la contra que concluye en el gol del Elche, el cambio de Chimy Ávila cuando todavía ganaba Osasuna, el largo despecho del gol con Budimir que más que para una canción da para una sinfonía…

Cruzábamos los dedos para que no llegara una posible derrota -que estuvo cerca- que hiciera mella en el ánimo de la plantilla. Así que, a beneficio de causa, mejor concluir que los rojos sumaron un buen punto en lugar de lamentar que se dejaron dos en el camino (que creo yo que es lo que pasó jugando contra el colista aventajado de la categoría). Lo que tengo claro es que el miércoles nadie va a pensar en el partido con el Atlético de Madrid.