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Juez de Línea

La transformación de Braulio Vázquez

La transformación de Braulio VázquezCA Osasuna

En algún lugar del despacho que ocupa Braulio Vázquez tiene que estar colgado un rótulo con el lema ‘proyecto, paciencia y tiempo’. Son los tres pilares sobre los que –según manifestó– apoyaba su trabajo de director deportivo cuando en 2017 desembarcó en Pamplona. Venía de Valladolid a un club azotado por la inestabilidad institucional y mediatizado por las urgencias deportivas, de las que dependían las necesidades económicas. Un Osasuna que tenía un objetivo claro, volver a Primera división, pero sin definir cómo quería realizar ese recorrido. El proyecto estaba condenado al fracaso porque flotaba sobre arenas movedizas. Que no echaran a Braulio a final de temporada entra en el capítulo de lo enigmático. Porque no encontró aquí más proyecto que subir a costa de lo que fuera, la paciencia no superaba el margen de los noventa minutos de partido y el tiempo más que un aliado era un enemigo. Seis años después, ni uno de sus detractores entonces dejamos de reconocer su papel determinante en la reconstrucción de Osasuna, fruto también de una transformación profesional.

A Braulio le costó entender a Osasuna y al osasunismo: tuvo que hacer una diplomatura y un máster en un solo curso. Pasó del muy deficiente de la primera evaluación al sobresaliente cum laude de este junio. De la desorientación con la que asumió el cargo hablan los números: fichó a un entrenador (Diego Martínez) y a trece futbolistas, ignorando a la cantera. Al menos Sergio Herrera, Aridane y Torró quedan como legado de aquella etapa de confusión. Observando desde la distancia y analizando sus resultados cabe preguntarse si aquellas decisiones obedecían a sus convicciones personales o venían inducidas. El caso es que en pocos meses el club pasó de asumir el papel de favorito al ascenso a confesar que “si no subimos no pasa nada”, lo que encontró la respuesta de una hinchada decepcionada. Ahora, el aficionado bendice los fichajes de Braulio (aunque algunos no entendamos el regreso de José Arnaiz), aplaude el trabajo de su mano derecha (Cata Prieto, que también ha dicho no al Depor), el peso dado a los canteranos y al Promesas…; por último, el director deportivo habla con orgullo del “sentimiento de pertenencia” mientras se reconoce en público, entre lágrimas, como un navarro más.

Después de aquella nefasta temporada de 2017-18, a la puerta de Braulio llamaron Sevilla y Getafe y quizá no se marchó por el apoyo de la directiva o por amor propio. En las últimas semanas, el Sevilla ha vuelto a intentar contratar a quien ya es uno de los directores deportivos más elogiado y reputado. Pero, como en su primer año, el gallego ha dicho no a una oferta suculenta. Entonces su apuesta por Jagoba Arrasate podía dejarle sin trabajo si los planes no cuajaban; ahora hay que valorar su compromiso con Osasuna, que sus palabras no están escritas en papel mojado, que hay personas que no se pierden del dicho al hecho y que se siente unido al club por mucho más que su firma en un contrato. Podía haberse ido, nadie hubiera puesto objeciones, pero no lo ha hecho. No conozco a un futbolista que rechace la oferta de un equipo que le pague más. Poco más se puede decir.

No sé qué recorrido tiene el proyecto de Braulio en Osasuna. Es posible que esté ligado a la permanencia de Arrasate en el puesto de entrenador: esa dos piezas encajan bien y, como es conocido, navegan en el mismo barco. Pero Braulio ya dejó una pista cuando fichó por Osasuna: “En esto del fútbol casi siempre me ha sobrado un año”, antes de dar por terminado un ciclo. De momento ya nos ha regalado cinco años magníficos. Proyecto, paciencia y tiempo.