La crisis institucional, económica, deportiva y reputacional que en 2014 estalló como una bomba de efecto racimo mantuvo desorientado a Osasuna durante cuatro años, los cuatro primeros también de Luis Sabalza como presidente. Un tortuoso periodo que tenía reflejo en una toma de decisiones guiada en algunas ocasiones más por la urgencia del momento, de seguir avanzando y respirando, que por una reflexión profunda.
El punto de inflexión llega con la determinación de contratar como entrenador a Jagoba Arrasate. Si hubiera que señalar el hecho más trascendental en estos once primeros años de regencia de Sabalza, para mí es la apuesta, la fe ciega en el trabajo del entrenador vizcaíno, reforzado desde la dirección deportiva con los fichajes y por la dirección general con el aval a las operaciones económicas que están al alcance del club. La producción goleadora de Budimir, el talento emergente de Aimar Oroz y Moncayola, el buen rendimiento sostenido por futbolistas como Sergio Herrera, Rubén García y Torró, con la siempre necesaria presencia de la cantera, todo sumado, es el resultado de esa elaborada alquimia que permitió encontrar a Osasuna su piedra filosofal que deposita ahora en manos de Alesio Lisci.
En la elección del entrenador italiano ha pesado tanto su creciente progresión como la puesta en práctica en el Mirandés de un estilo de juego que es del gusto del osasunismo. Tiene muchas semejanzas con Arrasate en el concepto de que el equipo está por encima de las individualidades, de la importancia del grupo, de invertir en todo el capital humano a su disposición, incluidos los canteranos. El reto para Lisci es adaptar el valiente plan desarrollado en Miranda por unos futbolistas que luchan por crecer en el fútbol profesional a otros con muchas horas de vuelo, lo que condiciona también su respuesta puntual, nunca la del proyecto.
Entiendo que es difícil equilibrar la humana pretensión del entrenador de aplicar un estilo personal, un sello propio, a un equipo al que desde la grada la parroquia le pide cosas tan elementales como presión al rival, disputar con intensidad la propiedad del balón, ritmo alto en la circulación y, en fin, inundar el área del contrincante de balones colgados de un lado y de otro. Y valentía, mucha valentía. Entre el osasunismo es más fácil aplaudir una derrota dando la cara que celebrar un empate resultado del miedo a ganar. Ya saben de qué estamos hablando.
Las primeras y serenas señales enviadas por Lisci siguen en su parte gruesa esas premisas. Los partidos de preparación han sido un banco de pruebas para todos menos para la parte impaciente de la afición. Para el ánimo del hincha no es igual encadenar victorias que derrotas porque los marcadores adversos alimentan la incertidumbre, lo que unido a un complicado inicio de calendario puede suponer para el equipo una carga de tensión en las primeras semanas. Sin embargo, el último test en Friburgo fue el mejor de los realizados por Osasuna, un equipo más afinado y que dejó ver por dónde y con quién pretende arrancar la Liga el técnico.
Y aquí volvemos al inicio. Si atendemos a la elección de jugadores realizada por Lisci encontramos que los principios alquímicos que alimentan ese alambique respetan la fórmula de ese pasado reciente, que sigue siendo la referencia del proyecto del nuevo entrenador como la pasada temporada lo fue de Vicente Moreno. Quiero decir que ocho elementos habituales en el último año de Arrasate apuntan a repetir con el italiano, igual que sucedió con el entrenador valenciano: me refiero a Herrera, Catena, Juan Cruz, Torró, Moncayola, Aimar, Rubén García y Budimir.
Nada garantiza, sin embargo, que puedan mantener el altísimo rendimiento que la mayoría de ellos alcanzaron durante el pasado curso y que solo con un poquito de ambición desde donde nacían las órdenes deberían haber metido a Osasuna en Europa sí o sí. Será difícil que Lisci pueda disfrutar de ese mismo estado de forma e inspiración, a lo que debemos sumar el vacío que deja en el costado derecho Areso y que Víctor Muñoz necesita partidos para acercarse al rendimiento que Bryan Zaragoza ofreció en los primeros meses vestido de rojo.
Creo que aquí puede radicar la parte más delicada del trabajo de Alesio Lisci. Por un lado, tiene que encontrar alternativas a esos ocho futbolistas que han sido y son quienes vertebran el equipo y que a la carga de partidos unen, en algunos casos, una edad que empuja a racionalizar su esfuerzo. Iker Muñoz, Herrando, Barja y Raúl García de Haro (sin olvidar a los descollantes Mauro y Osambela) son las opciones a tener en cuenta, a la espera también de la respuesta que dé Moi Gómez al deseo del entrenador de recuperar su mejor versión. Por otro están las apuestas por Rosier, Iker Benito y Víctor Muñoz con la etiqueta de refuerzos, a quienes se puede unir alguno más antes del cierre del mercado veraniego.
En unos días, Luis Sabalza iniciará su cuarto mandato como presidente; el equipo comenzará su séptima temporada consecutiva en Primera división, la tercera más larga de su historia, la número 43 de su centenaria vida; las máquinas trabajan en las nuevas instalaciones de Tajonar; el club no puede atender a la demanda de nuevos abonados en su moderno estadio… Esa piedra filosofal del osasunismo que tanto costó encontrar sigue actuando hoy, tal y como perseguían los antiguos alquimistas, como elemento transformador y de perfeccionamiento. En eso estamos.