Lisci, ex de Levante y Mirandés, fue un mal futbolista y se impuso su plan B, ser técnico.

¿Fue Alessio Lisci futbolista antes que entrenador?

–Sí, pero malo. Debuté en Segunda B, pero mi carrera se desarrolló en Tercera. No era un gran futbolista.

¿De qué jugaba?

–De mediapunta y mediocentro. No me daba para jugar al fútbol profesional y la culpa no fue de los entrenadores ni de una rodilla rota (risas).

Pero siempre tuvo claro que quería ser entrenador, ¿no?

–Sí, sí. Desde que terminé el bachiller, con 18 años. Cuando empecé la uni ya quería dedicarme al mundo de fútbol. Seguí jugando en Tercera para disfrutar, pero sabiendo que me tenía que labrar un futuro porque no iba a ser futbolista. Siempre es bueno tener un plan B o un plan C por si van mal las cosas.

Por dejarlo claro, ¿qué plan era el de ser entrenador?

–El B, porque jugar es mucho más bonito que entrenar, no hay color. Es mucho mejor ser futbolista que entrenador, pero, después que ser futbolista, lo que más me gustaba era ser entrenador y como, por suerte, me enteré pronto de que no iba a ser futbolista, rápidamente aposté por el plan B.

¿Le dan envidia los futbolistas?

–Mucha. Es que ser futbolista es lo mejor. Hay muchas cosas malas también, pero es muy bonito ser jugador. Yo pagaría todo mi sueldo para estar en el campo y jugar los partidos.

¿Es imprescindible ser jugador antes que entrenador?

–Es normal que los exfutbolistas tengan más oportunidades porque tienen más experiencias que los que no hemos jugado. Es normal, lo entiendo y es más fácil, pero no es obligatorio. Sacchi o Allegri, no recuerdo quién, decía que para ser jockey no hacía falta haber sido caballo antes (risas).

¿Su ídolo como futbolista?

–Cuando más enganchado estaba era con 13, 14, 15 años, en los años 90, y ahí el mejor sin duda era Ronaldo el brasileño, que para mí es el mejor de siempre. Sé que ahora alguno se volverá loco con esta afirmación, pero creo que era de los pocos jugadores que he visto que podía ganar partidos él solo.

¿Y como entrenador?

–He pasado muchas épocas. Guardiola, Mourinho, Klop los últimos años; en Italia, Conte, Spalletti, Zeman cuando era pequeño… No me gusta decir nombres porque siempre se me olvida alguno, pero me gusta algo de cada uno de ellos.

¿Una especie de Frankenstein?

–Eso es, aunque obviamente no tengo todo lo bueno de cada entrenador (risas). Todos tenemos nuestros defectos y fortalezas.

Pese a tener sólo 39 años, no es el técnico más joven de Primera.

–Ya.

Hay dos menores.

–¿Quiénes?

Iñigo Pérez (Rayo) y Claudio Giráldez (Celta), los dos de 37.

–Cuando estuve en el Levante, que tenía 36, en Europa solo había dos más jóvenes. Y el otro día me pasaron un reportaje de que en las grandes ligas hay ocho más jóvenes que yo. Eso quiere decir que el tiempo pasa.

Y también que los clubes están apostando por talento más joven para los banquillos, ¿no?

–Sí, está claro. En Italia, el entrenador del Parma, Carlos García Cuesta, tiene 29 años. Está habiendo un recambio generacional que, por suerte, me ha pillado a mí, aunque pienso que la edad no importa en los entrenadores. Para mí tiene poco valor.