Osasuna se tiene que sentar en el diván
Lisci necesitaba refresco en ataque y apenas tenía piezas en el banquillo para ello; la plantilla es corta y Osasuna la hace aún más
No parecía allá por agosto que un equipo de Alessio Lisci iban a ser tan caótico como lo es Osasuna cuando llegan los últimos minutos. Pero es que el descontrol que se resume en los últimos minutos es algo mucho más profundo. Lisci se plantó en Sevilla sin opciones de refresco ofensivo y acabó tirando de Herrando para que Catena acabase de delantero centro.
Osasuna encadenó su segundo partido contra un rival que ofreció un rendimiento flojo. Y volvió a dejar escapar una oportunidad de rascar fuera de casa. Por lo menos en Oviedo se logró un punto, pero en Sevilla ni eso. Y no será por qué el rival hiciese mucho por lograrlo.
Tras una primera mitad en la que Sergio Herrera y Vlachodimos estuvieron charlando con la grada para matar el tiempo, a la salida de vestuarios, a Osasuna le pasó el partido por encima.
Si el portero rojillo se puso la capa de superhéroe en la primera jugada, en la segunda Moi llegó tarde e hizo un penalti tonto, pero claro. Y es una pena porque el mediocentro está siendo de lo más salvable en este inicio de temporada.
A partir de ahí, con Osasuna abajo en el marcador, los rojillos y el italiano necesitaban recursos ofensivos y en el banquillo había más bien poco. Aimar y Becker y para de contar.
Es inconcebible que ningún ariete del Promesas estuviese en el banquillo. Sí, el filial también disputaba su encuentro, pero es que las necesidades del primer equipo apremian y si el filial tiene que recurrir al juvenil o al Subiza, para eso están también. Pero claro, un tema de tal calado da para muchas líneas y transciende, por mucho, al entrenador de turno que esté.
Luego los discursos están superguays, pero la realidad es que Osasuna sigue perdiendo su esencia canterana y si los responsables opinan que los chavales no están preparados, algo se está haciendo mal y se está tardando en cambiarlo.
Volviendo al partido, Osasuna le puso en esos últimos minutos todo el corazón del mundo. Centros laterales a tutiplén con protagonistas variados pero sin gran peligro. No dio la impresión que Osasuna tuviese muchas opciones más allá de las que ofrecía un rival que estaba como un flan.
Ahora llega un parón de dos semanas y a la plantilla, a Lisci, y a toda la estructura deportiva de Osasuna le vendría bien sentarse en el diván a reflexionar.
