Osasuna no está para hazañas y la lucha contra el Barcelona, líder de la Liga, estuvo igualada en el marcador durante muchos minutos hasta que el final de la historia resultó el anunciado por las estadísticas, la distancia de calidad entre los dos equipos y la pegada indiscutible del conjunto catalán. El estado de necesidad del conjunto de Lisci y la categoría del rival sirvieron para exigir una sólida composición defensiva, con un buen trabajo alrededor de la portería de Sergio Herrera, que mantuvo la meta sin mancha hasta el minuto 70, cuando el plan se rompió por un error propio que facultó el primer gol de Raphinha. Lo demás, el segundo, también del brasileño, completó el desenlace habitual en estos encuentros.
Osasuna, que necesita puntos porque su situación en la zona baja no afloja, se quedó sin dar la gran sorpresa en el campo del Barcelona, asombro que no podía ser otra cosa que lograr un punto. Mucho hicieron los rojillos con sostenerse en el marcador con el empate como premio máximo al que optar, pero en estas citas al filo de la navaja cualquier resbalón resulta definitivo, como así ocurrió.
La recolección de sensaciones positivas llegó hasta el primer gol del Barcelona. La urgencia de resultados de Osasuna, sin embargo, le deja un margen mínimo para la satisfacción generada por el compromiso del grupo y los detalles de algunos futbolistas, como las posibilidades de Víctor Muñoz como puñal en el contragolpe. La clasificación aprieta tras pasar por la trituradora del Camp Nou.
Y aunque la aventura terminó con un final desdichado, algunos capítulos no fueron tan malos. Osasuna salió vivo del primer tiempo gracias a un gran trabajo defensivo, con todo el equipo ayudando en el achique de balones, y con el descubrimiento de Víctor Muñoz y Aimar Oroz como laterales, apoyando a Arguibide y Abel Bretones. Hubo casi asfixia del Barcelona, con centros constantes al área y un gol anulado por fuera de juego tras un córner, con el VAR frenando la celebración de Ferran.
Osasuna salió al contragolpe en contadas ocasiones ante el dominio apabullante. Budimir tuvo dos oportunidades en esas apariciones aisladas, pero en ambas se encontró con Joan García. El desarrollo del encuentro reflejaba con fidelidad el plan de Osasuna: defensa y contragolpe, atasco alrededor del área y espacios cuando la pelota salía limpia.
Dentro de un buen tono general, destacó la labor de Arguibide. El joven lateral derecho se las vio con Rashford y, pese a los apuros lógicos ante futbolistas de primer nivel, ofreció un alto rendimiento a base de combatividad y concentración, además de incorporarse al ataque cuando la situación lo permitía.
Sudando la gota gorda pero con buenas sensaciones, Osasuna sabía que el vendaval definitivo llegaría en el segundo tiempo. Víctor Muñoz tuvo en sus botas el sueño del gol en un contragolpe fulgurante tras una carrera de cincuenta metros, pero su remate se fue fuera. Fue la gran ocasión y en ella Osasuna sintió que se le escapaban las fuerzas.
El Barça dejó el fútbol contemplativo, miró al reloj y fue más directo. Sergio Herrera, clave en el primer tiempo, volvió a serlo ante una falta de Rashford, y después Arguibide evitó el gol casi bajo palos. El gol de Raphinha llegó en una semicontra tras un grave error en un saque de banda propio. Setenta minutos resistió Osasuna, hasta que el Barcelona gestionó el partido con control del balón y calma.
Osasuna llegó a marcar en una acción anulada por falta al portero, con protesta rojilla por un posible empujón previo a Catena, jugada que había aprovechado Herrando. El tanto de Raphinha, en estos campos y ante estos rivales, forma parte del triste guion habitual.