Pamplona. "cortar un árbol no siempre es malo. Talando algunos pinos favorecemos las especies autóctonas; así se protege a la biodiversidad de aquí". Así explicaba ayer José Fermín Costero, coordinador de la Agenda 21 Local del Ayuntamiento, la actuación que los alumnos de la Escuela Taller de Forestal están llevando a cabo en el monte Ezkaba para recuperar el bosque autóctono.

La variedad de pino laricio (Pinus nigra), que se cuenta por centenares en la ladera, se plantó en los años 60 por la rapidez de su crecimiento y lo profundo de sus raíces, dos factores con los que se pretendía luchar contra la erosión del suelo. Hoy, en cambio, esta especie ha proliferado tanto que las copas se tocan entre sí y no dejan pasar la luz del sol, lo que impide que crezcan los robles y encinas que son propios de la zona.

El trabajo que 14 alumnos de la Escuela Taller llevan a cabo desde el pasado 18 de abril busca precisamente el derribo de algunos de estos árboles, los más debilitados, con el objetivo de abrir claros en el bosque y permitir la regeneración. "El derribo elimina las piezas menos favorecidas y, en conjunto, aumenta la calidad del bosque", señaló Costero. Junto a él, el monitor de la escuela, Guillermo Ezquieta, la directora de esta, Mertxe Pérez de Prado, y la directora del área de Medio Ambiente, Maite Martínez, explicaron la intervención en una visita que organizaron para los medios de comunicación.

El espacio de trabajo se sitúa concretamente en la vaguada que se encuentra entre el monte San Cristóbal y el Ezkaba. La parcela, de propiedad municipal, ocupa unas 15 hectáreas, de las cuales se ha talado en 6,7, con unos 40 árboles derribados. Además, media hectárea se dejará como "parcela testigo", es decir, que no se va a actuar sobre ella para poder comparar los resultados, una tarea que llevarán a cabo los alumnos de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Navarra.

ramas 'troceadas' A continuación del derribo, se realiza el desramado, es decir, se cortan las ramas de los pinos y los residuos vegetales van a pasar a una trituradora, de donde salen las astillas. "Esta madera se utiliza mucho en jardinería como elemento decorativo", apuntó Guillermo Ezquieta. También se empleará como sustrato en el propio bosque, a modo de cubierta orgánica, porque de este modo "se evita la mala hierba".

Para no dañar el entorno, los troncos talados se van acumulando y posteriormente serán trasladados por mulas hasta el camino de acceso al bosque, donde podrán ser recogidos por el transporte convencional. La madera se destinará a la obtención de biomasa y de masa de papel, cuyos ingresos servirán para financiar la operación.

La intervención también contempla el desbroce de las hierbas junto a los árboles del llamado bosque Polo, cuyos ejemplares se plantaron en 2009. Con esta labor se crea un cortafuegos, una tarea preventiva de cara a los incendios, que aumentan con el calor.

Los trabajos se prolongarán hasta el 15 de mayo, cuando pararán durante los meses de verano para evitar la presencia de madera muerta en el monte, minimizando el riesgo de incendio y de los daños causados en la madera por un insecto de la familia de los escolítidos. Los alumnos de la Escuela Taller volverán a Ezkaba pasado el estío para continuar abriendo claros en el bosque. "A largo plazo, los pinos poco a poco acabarán muriendo y los árboles autóctonos prosperarán. Dentro de 50 años esto a lo mejor es un robledal en vez de un pinar", aseguró Costero.