La Estación de Autobuses llena de jóvenes con maletas a rastras, los bares de Iturrama o la Estafeta de nuevo hasta la bandera, más jaleo de lo habitual los jueves por la noche... Vuelve septiembre y se repiten las escenas que nos recuerdan que en Pamplona hay hasta 16.000 estudiantes universitarios, que incluyendo los alumnos de postgrados son unos 20.000. Una marea de jóvenes que, además de hincar codos, durante varios años serán partícipes en mayor o menor medida de la llamada "vida universitaria". Cuatro grupos de estudiantes de la UPNA y la Universidad de Navarra describen su día a día, en uno y otro campus, valoran la Iruñea universitaria y, en algunos casos, muestran su preocupación por lo que les espera el día después de abandonar los apuntes.

Apoyados a una pared del campus de Arrosadia de la UPNA, Marta Arnedillo, Idoia Astiz, Julen Cabasés, Maialen Eciolaza, Ander Eslava, Nacho Goñi, Marina López, Argiñe Núr Khiari, Javi Martín, Daniel Sandmeier y Maialen Sierra son parte de una simpática cuadrilla de una quincena de chavales que se unieron al coincidir, hace ya tres años, en la doble titulación de Derecho y LADE (Administración y Dirección de Empresas). Por origen, reflejan un perfil muy representativo del alumno de la UPNA. La mayoría son de Pamplona y alrededores, aunque algunos de ellos proceden también de otras zonas de Navarra y se encuentran en pisos de estudiantes de la capital, otros vienen de provincias limítrofes y, excepcionalmente, uno de ellos llega de Ibiza. Como no podía ser de otra manera, la primera pregunta va dirigida al estudiante balear. ¿Qué le parece a alguien procedente de una isla espectacular, la vida universitaria pamplonesa? "Es bastante distinto a Ibiza, pero es muy bonito y con muchas zonas verdes. Lo más duro es el invierno, sin duda. En cuanto a la vida universitaria, me parece que para una ciudad de 200.000 habitantes hay bastante ambiente universitario, al final hay dos universidades y, si se cuenta la UNED, hasta tres", explica Daniel Sandmeier.

Desde que coincidiesen en las aulas de la UPNA tras dejar atrás el bachillerato, este grupo de amigos se ha ido robusteciendo a lo largo de los tres últimos años -estos días comienzan el cuarto curso- hasta el punto de haber compartido vacaciones en Berlín o Ibiza. "Desde primero de carrera formamos un grupo de amigos bastante fuerte", explica Argiñe Núr Khiari, una estudiante gasteiztarra que habla de las similitudes entre su ciudad y Pamplona, aunque también ve diferencias. "Son ciudades parecidas por tamaño y por zonas verdes, pero el ambiente es diferente. Por ejemplo, yo me suelo mover mucho por el Casco Viejo de Vitoria-Gasteiz y aquí el ambiente universitario está más en otras zonas, aunque también solemos bajar al Casco Viejo de juevintxos. Es diferente en cuanto al ambiente, pero Pamplona como ciudad me gusta", explica al tiempo que niega ese tópico de ciudad aburrida que arrastra la capital navarra.

más euskera Argiñe también viene a cuestionar ese otro tópico que habla de la dicha de la vida universitaria. Según señala en la universidad se vive bien, pero sobre todo toca estudiar. "Solemos ir a tomar algo o de juevintxos, pero salir hasta que sale el sol no creo que lo hagamos más de cuatro veces en todo el cuatrimestre, aunque es cierto que en unas carreras se sale más que en otras", explica en euskera, al tiempo que aprovecha para reclamar un mejor trato para esta lengua en la UPNA. "Hay muy pocas asignaturas en euskera y la mayoría en horarios muy malos. Del bachillerato a la universidad se nota un salto muy grande, y quienes veníamos de estudiar en euskera lo percibimos más aún sobre todo en asignaturas más técnicas", añade. Según dice, aproximadamente una tercera parte de sus compañeros de clase son euskaldunes.

Como sus amigas estellesas, Marta Arnedillo y Marina López, o Maialen Eciolaza, de Aurizberri-Espinal, Argiñe acostumbra a poner rumbo a casa la mayor parte de fines de semana. Mucho más complicado lo tienen para visitar a su familia los fines de semana Kevin y Yen-Tsung Lin, dos estudiantes taiwaneses que llegaron a Iruñea hace apenas dos semanas. "La primera impresión de la ciudad es que es muy tranquila. Por las tardes un poco aburrida, no hay tiendas", explican en el campus de la Universidad de Navarra estos estudiantes de económicas. Los taiwaneses suponen este curso 2012-2013 el 5% del total de los alumnos de intercambio y son de los que repiten año tras año.

Otros que tuvieron que cruzar medio mundo para estudiar en Pamplona son los hermanos D'Arthenay. Naturales de Caracas, estudiaron sus carreras en Pamplona, en el caso de Ana Beatríz, Derecho, y en el de Henry, Comunicación Audiovisual. Ahora se encuentran de visita en la capital navarra, de la que Henry se "enamoró" a lo largo de la carrera. "Nunca había estado en Europa y no tenía ni idea de lo que había acá, pero con el tiempo me llegué a enamorar de Pamplona, de Hemingway... Al principio me costó un poco, pero un día cuando iba a un ensayo con la banda empezó a nevar, yo nunca había visto la nieve, y ahí fue cuando hice las paces con Pamplona", explica. El grupo musical al que se refiere es La vida bohème, del que es vocalista y con el que llegó a estar nominado a un Grammy y a un Grammy latino.

También llega desde Venezuela y para estudiar Comunicación Audiovisual, Bárbara Méndez, que aprueba la vida universitaria pamplonesa. "Es una ciudad pequeña, pero es de estudiantes. En una ciudad grande no notas tanto el ambiente universitario porque hay mucha gente, pero aquí sí que se nota", añade. Kevin, Yen-Tsun Lin, Ana Beatriz y Bárbara son parte de ese 4% de estudiantes extranjeros que pasa por las universidades navarras, que en el caso de la Universidad de Navarra son el 4,65%. Además, en el centro privado hay un 60% de alumnos de otras comunidades, frente a un 35,26% de navarros. Y María Muzas, Maitane Pelaz, Iñigo Eguren y Armando Bernáldez, todos ellos procedentes de la Comunidad Autónoma Vasca, son el reflejo de un reparto por autonomías muy desigual.

Los procedentes de la CAV son en la Universidad de Navarra el 25% del total de estudiantes. En su caso, al proceder todos de un entorno tan cercano, el cambio ha llegado sobre todo por abandonar el domicilio familiar. Para el donostiarra Armando Bernáldez el salto hacia la vida fuera de casa ha venido amortiguado por el hecho de que se encuentra en un colegio mayor. "Tenemos ganas de dejar la residencia, donde los sábados y domingos tenemos horario restringido, e ir a un piso. Es otra vida", señala junto a Jorge Goenaga, de A Coruña, y Camilo Domínguez, de Marbella, compañeros en la residencia Belagua y estudiantes todos ellos de segundo de Arquitectura.

¿Y el futuro? Conscientes de que el paso por la universidad es efímero y de que en la calle la situación es complicada, la preocupación de cara al futuro de algunos estudiantes es patente. Isabel Ollo, Patricia Puyol, Marina Pidal, Nais Pascual, Rebeca Pérez y Virgina Urunáriz, estudiantes de Trabajo Social y de Magisterio Infantil, responden al unísono cuando se les pregunta si tienen ganas de terminar los estudios. La respuesta rotunda es "no" -los estudiantes de la doble titulación de LADE y Derecho no lo tenían tan claro-. "Tal y como está la situación laboral lo mejor es seguir estudiando o salir al extranjero", señala Isabel Ollo, de Trabajo Social. Es lo que ha hecho la peraltesa Rebeca Pérez, que tras terminar Magisterio de Primaria, ha decidido matricularse en Magisterio Infantil porque "no hay trabajo".

También coinciden a la hora de valorar la posibilidad de salir al extranjero. "Me gustaría salir un tiempo al terminar la carrera, aunque también querría terminar volviendo en unos años", explica Patricia Puyol, de 19 años. Hasta que le llegue ese momento, a buen seguro que a Patricia, como a sus compañeras, le quedan muchas mañanas de nervios antes de un examen, tardes de pintxos después de clase y noches de jarana para el recuedo.

Jorge Goenaga, Kevin, Ana Beatriz D'Arthenay, Henry D'Arthenay, Armando Bernáldez, Yen-Tsung Lin y Camilo Domínguez, estudiantes de la Universidad de Navarra, en el campus. Foto: unai beroiz