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La casa más estrecha de la ciudad

El arquitecto Alfonso Alzugaray desafía la gravedad con una multipremiada casa de dos metros de anchura que se asemeja a los ‘lechos de anguila’ japoneses

La casa más estrecha de la ciudad

pamplona - Nadie diría que el número 15 de la calle Nuevo es una vivienda con todas las de la ley, con tres dormitorios (uno en cada planta), una sala de estar, un comedor y dos baños más escaleras: 90 metros cuadrados de superficie a 20 por planta. La angosta torrecilla que casi asoma a la bulliciosa la Plaza Consistorial es, sin duda, la casa más estrecha de ciudad con dos metros de fachada (1,80 metros de fachada en calle Nueva) y distribuida en cinco niveles. Su autor Alfonso Alzugaray Los Arcos, junto con Carlos Urzainqui, lleva más de 35 años construyendo ésta y otras ciudades, y ha recibido más de un galardón por este proyecto que desafía el espacio y al menos la gravedad visual. “La manzana tocaba con la calle Zapatería y había una fachada protegida con diferentes policromías que se respetó”, explica. En realidad la idea original era transformar dos viviendas en una única edificación pero el número 17 no coincidía en alturas de forjado ni de escaleras así que se apostó por diferenciar proyectos. “Se hizo lo mínimo que se podía hacer en piezas habitables con el decreto de habitabilidad (2,20 metros), tanto para vivienda nueva como para rehabilitación”, subraya. En el lado de Zapatería se consiguen cuadrar hasta 2,40 metros (habitaciones) en este edificio de baja más cuatro alturas y ático (con ventanas a las dos calles) que carece de pilares porque los muros medianeros hacen de estructura. La parcela se estira para iluminarse en dos calles paralelas y distantes entre sí en torno a 19 metros. La exigua anchura la hace merecedora de poder clasificarse como “las estrechas parcelas residuales de las ciudades japonesas que son conocidas como Lecho de anguila”. La única distribución “factible”, explica, la daba una posición centrada de la escalera que permitiera “dependencias a cada lado con iluminación y ventilación a cada una de las fachadas”. La escalera, una pasarela de vidrio que permite una buena iluminación de la parte central en toda su altura, y un pequeño ascensor doméstico, forman el corazón del edificio “y resuelven el programa sin apenas divisiones añadidas y con unas posibilidades de uso cambiantes y atractivas con amueblamiento móvil”. La estructura de madera y los medianiles de ladrillo definen la estructura.

Sus propietarios tienen alquilado el piso a un grupo de estudiantes que dan vida a este proyecto que, entre otros, es premio del Colegio de Arquitectos Vasconavarro en 2016 y premio Hispalyt 2011 a nivel nacional. “Lo importante es que la vivienda funcione, sobre todo cuando un proyecto es tan forzado geométricamente, espacialmente, y es lo que se ha conseguido”, abunda.

Entre sus múltiples diseños, casi todos en obra nueva, hay centros educativos, vivienda colectiva, polideportivos, bodegas, bibliotecas, centros culturales, de salud... y su proyecto estrella junto con el arquitecto Patxi Mangado: Baluarte (2003), un edificio al que, a día de hoy, expone, sólo ve una pega y es que no se ha conseguido -por “problemas de seguridad y de funcionamiento”- conectar la plaza con la Ciudadela a través de los vestíbulos como espacio de tránsito público.

Para Alzugaray éste es un momento clave para la rehabilitación y para mantener el ingente parque de viviendas. El casco histórico de la ciudad se encuentra en “buen estado” porque se intervino pronto, hace muchos años que se comenzó a trabajar. No se puede hablar de “monumentalidad, los espacios y el trazado urbano, la relación de plazas y calles, no tiene gran interés pero son fiel reflejo de la historia de la ciudad, de los tres Burgos”. Y, lo más importante, es un casco urbano que “está vivo”. “Se derribaron las escuelas de Compañía y algunas manzanas en claro deterioro... lo importante se ha hecho”. Quedan intervenciones como el palacio de Navarrería que está vacío, asegura este pamplonés que vive y trabaja en lo Viejo (plaza San José).

Para el Ensanche tampoco es ajeno a dos debates de actualidad: Caídos y Salesianos. “La ciudad se hace a golpe de oportunidad y no puede ser que cada Ayuntamiento derribe la ciudad que ha levantado la anterior Corporación”, indica en relación al solar de Aralar. Hubo un concurso de ideas, se eligió una propuesta y, a su entender, “no tiene sentido ahora cuestionar el proyecto seis años después y mucho menos poner en entredicho la construcción de torres”. “La gran virtud de las torres, que ya se han utilizado en la ciudad en otros momentos, es que permiten liberar suelo”, indica. ¿Y que hacemos con los Caídos? “Mantenerlos”, responde. “Es un edificio que resuelve urbanísticamente muy bien el final del Ensanche. Como arquitecto creo que sería un disparate derribarlo. Sería un contenedor perfecto para albergar actividades socioculturales, por ejemplo para acoger el Civivox del Ensanche. No creo que sea el espacio adecuado para un museo sino para darle un uso diario ciudadano, lo cual también ayudaría a desmitificarlo”. A su vez, cree que el Museo de los Sanfermines se resuelve a la perfección con la propuesta de la Meca con su espacio expositivo en la Plaza de Toros y sus visitas guiadas: “Va a ser un pelotazo, en el buen sentido aunque creo que el Ayuntamiento de Pamplona también debería involucrarse para darle más contenido”, subraya.