A diario echa un rato con cárabos, ardillas y arrendajos. Alfredo Piedrafita, nombre asociado a una guitarra y a la pasión por el ruido de Barricada, siente una devoción similar por el silencio y la cámara de fotos. “Una cosa me lleva a apreciar la otra. Siempre me han dicho que soy una persona de extremos”, reconoce. Extremos que le permiten saltar de una gira con Miss octubre a su escondite en el pueblo viejo de Berriozar, donde “el pitido de los días anteriores es lo único que escucho”.

Ahí ha montado –en realidad ha sido su mujer, la manitas de la casa– un escenario espectacular para la contemplación animal. Hide con espejo espía, posaderos para sus bichos, una cámara de fototrampeo –graba cuando detecta movimiento– “que la tengo por vicio, por ver si hay algún animal nuevo, por dónde entran...” y un estanque de unos 200 litros “porque lo que más les gusta es el agua, es una pasada”. Todo sobre un fondo natural que cambia de color con cada estación.

Alfredo Piedrafita, en su escondite del pueblo viejo de Berriozar. DIARIO DE NOTICIAS

Alrededor del 60% de las fotografías que ilustran el libro Del ruido al silencio. Bicheando por el monte Ezkaba, se han sacado en este lugar. También de sus paseos por el monte, en la zona de Ansoáin y Aizoáin, e incluso desde el jardín de su casa en Artica. 90 imágenes a todo color con aves de distinto tamaño y plumaje, culebras y mamíferos: corzos, garduñas, ardillas, zorros, conejos, ratones, jinetas y murciélagos. Todos vecinos de Ezkaba, a un paso de casa y del ruido de la ciudad. “He vivido media vida en la Txantrea y la otra media en Artica. Siempre en la falda del monte. De pequeños estábamos todo el día pateando el monte. Ahí tenías el primer contacto con los pajaricos e iba aprendiendo, distinguiendo el canto... y esta época me recuerda a todo aquello. Al adentrarme en el monte he visto que no solamente están los típicos que pájaros que vemos siempre; la picaraza, el petirrojo o los gorriones. Hay una inmensidad de animales. Y los que me faltan. Porque en el libro he puesto muchos, pero hay alguno que me ha toreado”.

Un abejaruco con las alas abiertas en pleno almuerzo. Alfredo Piedrafita

Garduña trepando por un tronco en mitad de la noche. Alfredo Piedrafita

Por ejemplo, dice que el cernícalo común, bastante fácil de ver, “aquí y con la cámara no ha coincidido. Si fuera fácil no tendría este encanto”. Tiene ganas de cazar al tejón y a un gavilán habitual en su estanque al que “no hay manera de pillarle en el momento del baño. Ya caerá. Muchas veces te pegas horas y te vas a dos velas. Y de repente un día te llevas una sorpresa”.

Entre las sorpresas, ha visto caerse desplomado y hacerse el muerto a un torcecuello, “el más pequeño de los pájaros carpinteros”, ante la amenaza de un azor. “Decía Félix Rodríguez de la Fuente que es el rey del engaño. En cuanto el azor se dio la vuelta, el torcecuello se levantó y se largó”.

Gavilán sobre un árbol. Alfredo Piedrafita

La primera vez que vio a un cárabo en vivo fue un 31 de diciembre. Su mujer y su hijo estaban enfermos y Alfredo se marchó al escondite. “Llegó el bicho, se paró, empezaba el cortejo con la hembra... me pegué un montón de horas. Fue una nochevieja cojonuda. Y al día siguiente sin resaca”. Con la cámara de infrarojos ha visto un águila calzada abalanzarse sobre una picaraza, y también destaca el encuentro al amanecer de la fotografía bajo estas líneas: “Viene una ardilla, está un rato y aparece un pollo de cárabo, ya volandero pero salido del nido hace poco. Y ahí estaban los dos, mirándose. Solo por eso te merece la pena un año de no hacer ninguna foto”.

El encuentro entre el pollo de cárabo y una ardilla sin ningún miedo. Alfredo Piedrafita

Las ardillas le han regalado grandes momentos. La portada del libro retrata a una asomada a su cámara “en posición de hacerse un selfie”.

El 'selfie' de esta ardilla curiosa protagoniza la portada del libro. Alfredo Piedrafita

Ardilla en una tarde lluviosa en el pueblo viejo de Berriozar. Alfredo Piedrafita

El origen de su afición

Alfredo descubrió su pasión por la fotografía en un viaje por Australia en 2011. Regresó enamorado de su fauna y sus paisajes, empezó con los tutoriales y a salir de excursión con otros aficionados a la fotografía. “Pasa como con todas las cosas, la vida te va llevando hacia un camino. Y a mí un día se me plantó un pájaro delante, le hice una foto, me gustó y poco a poco me fui decantando por eso”.

Aterrizaje de un cárabo y su reflejo en el estanque. Alfredo Piedrafita

Del ruido al silencio, su tercera publicación fotográfica, se ha presentado este viernes en Berriozar. Junto con Ansoáin y Berrioplano, los tres ayuntamientos se han involucrado para que el libro sea una realidad. “No lo dudaron ni un momento. Gracias a su apoyo me he permitido el lujo de hacer este formato; tapa dura, papel bueno y color. Con esto no quería ganar dinero, quería tener una publicación en condiciones”. El libro ya está a la venta, el día 19 lo presentará en la biblioteca de la Txantrea y el 26 en la Feria del Libro de la Plaza del Castillo (20.00 horas). Un alegato al “patrimonio irrepetible” de un monte lleno de vitalidad. “En Ezkaba ha habido mucha muerte. Eso está en la memoria y no lo podemos olvidar. Pero también hay muchísima vida. E igual que nosotros tenemos nuestro espacio en el monte, hay que dejarles a los animales el suyo. Respetar esto es respetarnos a nosotros mismos”. 

Un zorro en el monte Ezkaba. Alfredo Piedrafita

Una abubilla con la característica cresta que corona su cabeza. Alfredo Piedrafita