Un gitanico de Olite El origen gitano de los Antimasberes hace muy difícil desentrañar la trayectoria vital de esta familia navarra. Las apariciones del apellido en la prensa local se hacen relativamente frecuentes a partir de los años 60-70, aunque ya antes, el 18 de octubre de 1934, La Voz de Navarra recogía la noticia de la detención de un tal Salustiano Antimasberes Larralde, gitano, por un enfrentamiento habido con los guardias en Elizondo. Y cuatro décadas después, en 1978, anotamos el fallecimiento en Pamplona de una persona llamada, curiosamente, igual que nuestro protagonista, José Antimasberes Echeverría. 

De él se dice que tenía 67 años y que era nacido en Valencia pero, a tenor de los apellidos, es casi seguro su origen navarro. Tampoco podemos descartar que se tratase de un familiar de nuestro Josetxo, aunque la frecuentísima homonimia es precisamente uno de los problemas que hemos tenido a la hora de realizar este artículo. En aquellos años, el apellido Antimasberes aparece ligado al de Echeverría, a veces en orden inverso, y también a los Jiménez y Berrio, tan frecuentes entre los gitanos pamploneses, o a los Sánchez, los Abajo o los Armendáriz... entre otros.

Josetxo Antimasberes nació el 28 de diciembre de 1933 en Olite, en un carromato aparcado junto a la muralla norte del castillo. Tuvo 7 u 8 hermanos, aunque siendo aún un adolescente se marchó por su cuenta, con un macuto a la espalda y acompañado por su perro. Parece que desde muy joven se dedicó a bailar por los pueblos en fiestas, y así conoció a Benita Abadiano Oliver, de Isaba, con la que terminaría por casarse, a pesar de la oposición inicial de su familia. Entre 1952 y 1971, y fruto de 11 embarazos, Benita y Josetxo tuvieron un total de 9 hijos, llamados Martina, Juana, José María, Sebastián, Dolores, Estrella, Jesús, Belén y David. De todos ellos, tan solo Belén y David fueron a la escuela, y aunque Dolores nació en un hospital, todos los demás vieron la luz en el carromato y en diferentes pueblos de Navarra. Así, por ejemplo, la sexta de las hijas, Estrella, nació bajo el puente de Aribe...

Nómadas por Navarra La vida en el carromato no era fácil. La familia viajaba de pueblo en pueblo, llevando consigo algún perro, así como gallinas, pichones, gansos y otros animales que transportaban en jaulas colgadas bajo el propio carro, que era de cuatro ruedas e iba tirado por una yegua. Acampaban casi siempre junto a un río, y dormían en una tienda o bajo el propio carro. Una vieja fotografía, la única en la que hemos podido ver a Benita, muestra a Josetxo con las castañuelas en las manos, mientras que su mujer cocina en dos ollas, directamente sobre el suelo. En los pueblos por donde pasaban, José se ofrecía para reparar paraguas, sillas o cacerolas, cogía caracoles para venderlos o se ofrecía como peón agrícola. Fue así, en las campañas de la patata en Aezkoa, como aprendió a chapurrear el euskara, lengua en la que le gustaba saludar a los parroquianos de los pueblos euskaldunes. En 1969 y queriendo aliviar los rigores de una vida tan dura, la familia compró una casita en Añorbe, aunque Josetxo siguió viajando por los pueblos hasta convertirse en una persona conocidísima. 

En 2016 el compositor Josetxo Goia-Aribe realizó un llamamiento en redes sociales para recabar información sobre el gitano, y recibió en torno a 250 respuestas, que recogían anécdotas de su paso por pueblos como Leitza, Uharte, Añorbe, Zirauki, Burutain, Noain, Etxauri, Esparza de Galar, Labiano, Areso, Larraona, Eulate, Ecala, Urroz, Legarda, Adiós, Muruzabal, Obanos, Tirapu, Biurrun, Campanas, Olaz, Estella, Villava, Burlada, Irurtzun, Unciti, Aoiz, Eneriz, Mezkiritz, Puente la Reina, Mañeru, Arre, Garralda, Tolosa y, por supuesto, en la capital Pamplona. En cada pueblo le conocían con facetas diferentes, con diferentes matices y a través de hechos y anécdotas distintas, y por ello tuvo muchos apodos. Según de qué pueblo se tratase, José era conocido como “el Castañuelas”, “el Brillantinas”, “Gitanico de Añorbe”, “Josetxo Gitano”, “Josetxo Ijitoa”, “el Caracolero”, “el Chato Salao”, “el Siete Bailes”, “Pepino”, “Gitano Bailarín”, etc. 

Un bailarín muy especial Y es que, sin duda alguna, lo que convirtió a Josetxo Antimasberes en un personaje popular fue su peculiar manera de bailar. Se presentaba a menudo con pantalón ajustado, camiseta y camisa abierta, y guardaba para las ocasiones unos zapatos cubanos, de color blanco, que según decía eran sus preferidos. Lucía un cuidado bigotillo, y llevaba el pelo, ensortijado y de color oro viejo, peinado hacia atrás con abundante gomina o pachuli, de forma que formaba algunas rebeldes ondas sobre la frente, que se abrían luego en una media melena con ricitos muy menudos. Así al menos lo recuerdo yo, la última vez que lo vi bailar, junto a la iglesia de San Lorenzo de Pamplona. Según los entendidos no era un bailarín de flamenco ni se movía como tal, y la música, que procedía de un radiocasete a pilas, era a menudo la propia del folklore vasco de Navarra, aunque podía bailar jotas, rumbas, fandangos, bachata, salsa, zortzikos y lo que se le pusiera por delante. Hasta fue capaz de acompañar con sus castañuelas el ritmo de los bertsolaris, en un certamen celebrado en Uharte. Delgado, fibroso y nervioso, se desenvolvía con movimientos ágiles, a menudo bruscos, que hacían saltar gotitas de sudor con el movimiento del pelo, en una puesta en escena mucho más estudiada de lo que en principio pudiera parecer. Flexionaba las piernas y movía sus brazos sin parar, para hacer sonar unas castañuelas que a menudo se rompían por la energía empleada. Se movía a un lado y a otro con giros constantes de cuello y tronco, y a menudo terminaba el baile hincando en tierra una de sus rodillas. Jadeando y sudoroso, pero sin perder nunca aquella sonrisa que siempre le acompañaba.

El último aplauso José Antimasberes murió en accidente de tráfico en circunstancias no muy claras. Se ha escrito que un camión lo arrolló cuando circulaba en bici cerca de Urroz, aunque también se dijo que se había caído, golpeándose la cabeza contra una piedra. Murió tras pasar una semana en coma, sin que la prensa se hiciera eco del accidente. Yo al menos no he encontrado referencia alguna al suceso. Tampoco hay unanimidad en cuanto a la fecha de su muerte. Algunos medios, citando fuentes de la familia, fijaban la fecha del fallecimiento el 15 de abril de 1994, pero en su sepultura figura la fecha del 15 de abril de 1995. Una nota de Registro Civil, publicada en Diario de Navarra en abril de 1995, cita entre las defunciones recientes la de “José Antimasberes Echeverría, natural de Olite, de 62 años”, lo cuál deja muy pocas dudas al respecto. Hoy Josetxo “Siete Bailes” yace en el cementerio de Añorbe, y en su tumba no falta nunca una flor, así como unas viejas y gastadas castañuelas, atadas a una cruz. Para cuando murió José hacía ya dos años que había enviudado de Benita Abadiano, y los hijos que tuvieron se encuentran diseminados por diversos pueblos de Navarra. Y aunque se dice que alguno de sus descendientes ha heredado el “arte” que el abuelo tenía para el baile, lo cierto es que los últimos años es más frecuente ver asociado el apellido Antimasberes al deporte, sobre todo al karate y a la pelota vasca.

Termino ya. Que yo sepa al menos, tan solo se conserva un brevísimo vídeo de Antimasberes bailando, pero en el año 2018 tuve el privilegio de asistir al musical “Jito Alai”, compuesto por Josetxo Goia-Aribe. Un precioso espectáculo sobre la vida de José, que toma su título de un antiguo rincón de la muralla de Pamplona, donde hace siglos se apañó un improvisado frontón, al que solían acudir los gitanos a jugar a pelota. Su nombre, Jito Alai, hacía referencia, en clave de humor, al nombre “Jai Alai”, que se daba a muchos frontones de pelota vasca, con el significado de “fiesta alegre”, pero modificado con ironía, para que significara, literalmente, “gitano alegre”. Y la verdad es que no pudo elegirse mejor título para el musical. Y es que allí, en el Teatro Gayarre y 23 años después de su muerte, recibió los últimos aplausos del público pamplonés Josetxo Antimasberes Echeverría, el gitano de la eterna sonrisa, el último nómada de Navarra.