La singular fachada con marcos de madera blanca que se erige imponente en plena calle Estafeta, a escasos metros de la curva de Mercaderes, baja su persiana para siempre. La tienda Cuadros Mendoza cierra después de 87 años por la jubilación de Iñaki Mendoza Erice, que llevaba 45 años en un negocio que heredó de su padre Amado. Se trata del fin de una saga familiar de enmarcadores con un cierre para enmarcar. 

“Estoy muy contento y orgulloso por lo que hemos conseguido todos estos años. Los clientes me dicen que les da mucha pena que cierre y que no saben dónde irán a enmarcar ahora. Estoy muy agradecido por el cariño de todo el mundo y es un trabajo muy bonito, pero también muy exigente. Después de tantos años, quiero cambiar de aires y tener más tiempo para mí”, asegura Iñaki Mendoza. 

“Este negocio exige muchas horas. Vengo a las 9 de la mañana y me voy a las 9 de la noche y he estado trabajando domingos y todo. Es muy duro y ya no lo quiere nadie. Yo busco ahora otro ritmo de vida”. 

La clausura definitiva del negocio será justo antes de San Fermín. “Cumplo 65 años el 15 de julio, pero cerraremos el día 5, como hacemos todos los años. Como siempre, abriremos el día 6 para que vengan unos amigos a comer chorizo y vino, pero nada más. Quitamos todo el material y ponemos unas pancartas que le hicieron a mi padre”. Tras una breve pausa para observar una foto en la que aparece llevando una pancarta con solo 4 años, sentencia: “Es un día muy bonito porque somos muy sanfermineros y lo pasamos genial”. 

El mes y medio que queda hasta entonces, Mendoza seguirá trabajando intensamente. “Estoy teniendo bastante jaleo estos últimos días y, al estar solo, tampoco puedo relajarme mucho. No salgo del mostrador. Siempre estoy aconsejando, dando ideas y cogiendo encargos. El cierre no es por falta de demanda, sino porque no hay relevo. Mis dos hijos tienen carreras: uno trabaja en la banca y otro en Gamesa”, explica.

87 años de historia

De esta forma, se pone fin a un negocio familiar con 87 años de historia en el corazón de la calle Estafeta. “Comenzó en 1936 siendo la tapicería de Anastasio Martínez”, dice señalando a su retrato, que se encuentra al fondo de la tienda. “Cuando estalló la guerra, los trabajadores se fueron al frente y Anastasio se quedó solo. Cogió para trabajar a mi padre, Amado Mendoza Martínez, cuando tenía solo 14 o 15 años. Le quería como a un hijo. En ese momento fue cuando dejaron el negocio de la tapicería y se centraron en el de los cuadros. Después, en el local también han trabajado dos de mis hermanos: Sagrario, ya fallecida, y Alberto, que se jubiló hace tres años”, explica.

Iñaki Mendoza ha estado 45 años en una disciplina que había mamado desde muy pequeño. “Nací en esta casa y llevaba desde crío haciendo recados, limpiando cristales y clavando. Era lo que había visto desde siempre. Luego, entré a trabajar con 20 años, nada más terminar la mili”.

El dueño de la tienda tiene clara la clave de la longevidad y el éxito del negocio. “Nuestro distintivo era la calidad. Por ejemplo, trabajamos con molduras de gran calidad. Nuestras molduras doradas son auténtico pan de oro, no una simple película. Así que los marcos duran mucho y están como el primer día. Los aluminios también son de gran calidad y los acabados son perfectos. Si ves un marco de mi hermano Alberto, no puedes meter ni un papel por ningún sitio. Mis hermanos y yo hemos sido siempre muy meticulosos”, remarca.

En Cuadros Mendoza se han realizado siempre una gran variedad de labores. “Ofrecemos molduras o montajes muy diversos y enmarcamos todo tipo de materiales: fotografías, láminas, cuadros, bordados, orlas, títulos académicos, pinturas, estandartes, escudos, txapelas, pañuelos, con moldura o sin ella, con cristal o sin él. Un poco de todo”.

“A lo largo de todo este tiempo, han cambiado mucho las calidades y los materiales, pero los encargos siguen siendo más o menos los mismos. Antes abundaban las fotos familiares y las imágenes religiosas, mientras que ahora nos traen más grabados o litografías. Lógicamente, el ámbito de la enmarcación no es ajena a las modas ni a los cambios sociales”.

Estandartes en Aralar

Mendoza asegura que todos sus trabajos son bonitos y costosos de hacer, pero señala algunas de sus obras a las que más cariño guarda. “Igual lo más especial que he hecho son los tres estandartes que hay en la iglesia de San Miguel de Aralar que enmarcamos nosotros hace un montón de años. Lo más raro y para lo que más caja tuvimos que hacer fue un violín antiguo, un Stradivarius que nos trajeron y que tuvimos que hacer con diferentes marcos”, recuerda.

En cuanto a los clientes, considera que hay un poco de todo. “Tenemos gente joven, clientes de siempre o hijos de los que venían. Yo no me puedo quejar. Sigue habiendo mucha demanda y encima hay que hacerlo a medida, así que siempre tenemos trabajo”.

Pese a ello, no augura un buen futuro para el sector. “Hubo una época en la que se montaron muchas tiendas, pero han desaparecido bastantes y no creo que haya relevo de ahora en adelante porque hay mucha competencia en internet. La prueba está en que cuatro tiendas que había por aquí –Molmar en la calle Curia, Docel en la calle Mayor, Ibáñez y Mendoza– han cerrado”. 

El futuro del local de Cuadros Mendoza está todavía en el aire. “No sé qué haremos con todo esto. De momento no tenemos ninguna intención, ya veremos. Vamos a terminar con calma y a disfrutar de la nueva vida”.