Máxima Aguerri 'Maxi la cutera' y Ramón Ollacarizqueta 'Olla': un matrimonio de comedia
Trayectoria vital de una criadora de cerdos de mucho carácter, y un carpintero “humorista”, autor incluso de todo un éxito musical
Castigados por la Historia
La Historia suele ser un juez muy duro y exigente, y somete a las personas, tras su desaparición física, a una criba inmisericorde. Así, personajes que en vida tuvieron prestigio popular y hasta cierta fama, cincuenta años después de su muerte son ya unos perfectos desconocidos en la ciudad donde vivieron y murieron. Basta con revisar el callejero de Pamplona, repasar los nombres propios de persona que en él figuran, y sondear en nuestro entorno más cercano, para comprobar que el desconocimiento es casi completo en la mayoría de los casos. Y todo esto casa bien con el perfil de la pareja que queremos recordar hoy. En la Pamplona de nuestros abuelos, el matrimonio formado por Máxima Aguerri y Ramón Ollacarizqueta era conocido de un extremo a otro de la ciudad. Sus andanzas y sus ocurrencias eran comentadas y celebradas en corrillos y tabernas, y no faltaron tampoco “plumillas” que las recopilaron y las pusieron por escrito. Hoy en día todavía es posible encontrar personas de más de 70 años, que guardan alguna imagen mental aislada de Maxi Aguerri, generalmente referida a los aspectos más visibles de su comportamiento, pero el otrora famosísimo “Olla”, que murió mucho antes, en 1938, ha desaparecido ya totalmente de la memoria colectiva pamplonesa. Toda vez que ambos personajes tuvieron su propia trayectoria y su propio eco social, los analizaremos de forma individualizada.
Maxi “la Cutera”
Desconocemos los pormenores vitales de Máxima Aguerri, aunque podemos suponer sus orígenes navarros, puesto que el apellido Aguerri tenía, hacia el tránsito de los siglos XIX al XX, una fuerte implantación en la Ribera. Sabemos que estaba casada con Ramón Ollacarizqueta y, aunque desconocemos la fecha del enlace, sí sabemos que ambos tuvieron al menos una hija, Blanca Ollacarizqueta Aguerri, nacida en 1930. Para realizar esta breve semblanza contamos con la inestimable ayuda de Lupe Elizagarai, mujer de gran memoria y buena conocedora de las cosas de Pamplona, que nos hace un retrato del personaje ya en sus años finales, después de haber enviudado. Recuerda que Maxi vivía en una calleja situada en la Rochapea, pasados los corralillos, en una casa destartalada y rodeada de chabisques. La recuerda muy chiquita, vestida siempre de negro, con unos zapatos “grandes como zuecos” abiertos por detrás, peinada con moño y a veces con un pañuelo cubriendo la cabeza. Como criaba cerdos, subía a la plaza a por peladuras y restos desechados de las verduras, para alimentar a sus bichos, y utilizaba para ello una suerte de carretilla, más bien un cajón con ruedas, que seguramente le había construido su marido, el carpintero “Olla”. Se decía que dormía en un catre entre los cutos y, como queriendo dar pábulo a dicha creencia, solía ir cubierta de una suerte de barro inmundo del que tapizaba la propia pocilga. Los mocetes solían jugar a hostigarla, hasta conseguir que les persiguiera un rato, y existía cierta leyenda urbana que decía que Maxi era en realidad rica, y que tenía toda una fortuna oculta. En la prensa hemos encontrado una noticia referida a Maxi (Diario de Navarra 19-5-1938), en la que se da cuenta de un suceso de cierta gravedad. Máxima denuncia que, teniendo alojada en su casa de la calle Santo Andía a una “chica de las de servicio”, esta le había sustraído 100 pesetas que tenía escondidas bajo un colchón. Teniendo en cuenta que hablamos del año 1938, podemos confirmar que, en efecto, Maxi tenía escondida una pequeña fortuna…
Ramón Ollacarizqueta Barrena, “Olla”
En cuanto a “Olla”, sabemos que había nacido en Pamplona en 1885. Era bajo de estatura, de cuerpo delgado, y con un rostro afilado en el que reinaba una descomunal nariz, dando sombra a un frondoso bigote. Repasando la prensa, encontramos en primer lugar varios requerimientos para que se presentase en su zona de Reclutamiento Militar (La Tradición Navarra, 24-2-1905), y años después, en 1920, se vio envuelto en un oscuro episodio (Diario de Navarra, 31-8-1920). Al parecer, habiendo acudido a una cerería de la calle del Carmen, bajo pretexto de comprar una pastilla de chocolate, habría aprovechado un descuido del cerero para robarle una pesa de 2 kilos, por lo que fue denunciado y detenido. Este carácter de “Olla”, un tanto “fullero”, está bastante bien documentado, y parece ser que se dedicaba a ir por las fiestas de los pueblos para participar en partidas de cartas, donde indefectiblemente hacía trampas. Y que, aunque solía ganarse así unos cuantos duros, a veces terminaron por pillarle. En Arazuri, por ejemplo, los mozos del pueblo le descubrieron, y como castigo le afeitaron medio bigote y lo echaron del pueblo. Otras versiones aseguran que lo arrojaron al río. También le pillaron en Badostain donde, según J.J. Arazuri, le pelaron la cabeza con unas tijeras de esquilar caballerías. En otro orden de cosas, diremos que “Olla” era carpintero de profesión, especializado en la fabricación de pequeños utensilios de madera como saleros, escurreplatos, tablas de lavar, carracas o sillas para críos, y se decía que su taller, sito en la calle San Agustín, era tan pequeño que, cuando manejaba el serrucho, podía verse su codo asomando rítmicamente por la puerta.
“El Píspiri”
Hacia 1912 se produjo la ocurrencia más conocida de Ramón Ollacarizqueta. En vísperas de San Fermín, “Olla” reunió ante su carpintería a una tropa de críos, con la intención de ensayar una canción que él mismo había inventado. Dirigiéndolos ceremoniosamente con una batuta, los mocetes aprendieron las coplas y las difundieron por la ciudad, hasta el punto que, medio en serio medio en broma, se convirtió en el gran éxito sanferminero. Los cronistas aseguran que, en tono de guasa, “Olla” tuvo que subir varias veces al kiosco de la plaza del Castillo para saludar al enfebrecido y entregado público. Todavía algunos años después, en 1917, y visto que la cancioncilla no pasaba de moda, unos amigos suyos, no menos guasones que él, quisieron rendirle un homenaje en condiciones. Parodiando de forma evidente los recibimientos apoteósicos y sobreactuados que se tributaban a Pablo Sarasate en sus visitas a Pamplona, sus colegas planearon montarlo en un tren hasta Irurzun, para hacerlo luego regresar en otro tren y recibirlo en Pamplona como a un ídolo. Según Arazuri, hubo de intervenir el mismísimo alcalde, don Demetrio Martínez de Azagra, para detener lo que se consideraba que era una burla al Ayuntamiento. En cuanto a las coplas propiamente dichas, autores como Arazuri o Briñol recogieron varias estrofas, con muy ligeras variantes, de las cuales voy a reproducir un par, para dar una idea del tono general de las mismas:
–“Que viva, viva San Fermín, píspiris, píspiris,
–Que viva San Fermín, y también el txakoli”.
–“Que viva, viva San Fermín, pobre de mí, pobre de mí
–“Olla” no tiene nariz… más que un “peacico” así…”
Termino ya. Según cuenta José María Baroga, entre los muchos amigos y compañeros de francachelas de “Olla” había otro carpintero, un tal Dámaso Larrea, con quien Ramón cruzaba bromas y chanzas, a veces bastante pesadas. En cierta ocasión, por ejemplo, y toda vez que Larrea vivía en casa con cuatro mujeres de su familia, “Olla” quiso sacar punta a la situación, y le cantó así en una taberna:
–“Hermana, hija, mujer y suegra
A esto lo llamo yo tener la negra”
A lo que Dámaso Larrea respondió, con no menos fiereza y también en público:
–“Ramón Ollacarizqueta, con su nariz soberana,
Asoma cada mañana, por la ventana”
Parece que la chanza molestó mucho a “Olla”, puesto que los mocetes comenzaron a cantársela por las calles, y los dos amigos se enfadaron y dejaron de hablarse. “Olla” murió en 1938, sin haber hecho las paces con Dámaso Larrea, lo cual produjo a su amigo, según refiere Baroga, el mayor disgusto de su vida. Y es que, como decía el escritor romano Quintus Horatius Flaccus, mors ultima linea rerum est. La muerte es el límite final de todas las cosas…
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