Cierra El Cali, bar histórico de Pamplona
El establecimiento de la calle Amaya, que se hizo famoso por lanzar su chupinazo, cierra el jueves 31 de octubre tras 72 años. El Cali jugó el Boscos, tenían su cabalgata de Reyes y hasta Turrillas les compuso su propio pasacalles
Lanzaba su propio chupinazo en San Fermín, el maestro Manuel Turrillas le compuso un pasacalles, competía en el torneo de fútbol Boscos, sacaba una cabalgata la noche de Reyes, contaba con su propia charanga –Los Jubilosos– en la que el expresidente del Gobierno de Navarra Juan Cruz Alli tocaba el saxofón...
El Cali, ubicado en la calle Amaya 18, ha sido mucho más que un bar y este jueves 31 de octubre de 2024, 72 años después de que José Rodríguez y Asunción Bartolomé levantaran la persiana por primera vez; se despide de la ciudad.
Su actual propietario, Ramón Otazu, lerinés de 66 años, se jubila y nadie coge el testigo. “Me da mucha pena porque es un sitio carismático y los clientes son amigos, pero estoy cansado y ha llegado la hora de descansar”, anuncia Ramón, que ha intentado que El Cali siguiera vivo, que no desapareciera, pero ha sido misión imposible.
El local lo ha comprado una empresa que no pertenece al sector de la hostelería y se desconoce cuál será el futuro de este rincón histórico de la vieja Iruña.
Ramón se marcha sin hacer ruido, sin organizar grandes despedidas y diciendo adiós individualmente –e invitando a unos pinchos– a los clientes más afines.
“Son gente muy maja, amable y educada. Ha sido una delicia trabajar con gente así”, agradece Ramón, que está viviendo días muy emotivos repletos de abrazos y homenajes.
“El sábado pasado comieron unos vecinos y nos regalaron unas txapelas. Vendré al Ensanche a tomarme unos vinos para mantener la amistad”, promete.
Ramón se queda con la parte “preciosa” de la hostelería –relaciones sociales, conversaciones y risas–, pero matiza que es un oficio “muy duro” porque “debes estar todo el día abierto de sol a sol, trabajar cuando el resto está de fiesta y te pierdes planes”.
Por eso, en su jubilación, no tiene previstos grandes viajes, sino que disfrutará de cosas sencillas como cenar con amigos o ir al monte.
Desde 2016
El lerinés se puso al frente de El Cali en 2016 después de cuatro décadas trabajando en el Mikael. “Mi padre –Juan José Otazu– falleció y mi hermano Aitor y yo cogimos el negocio con 18 años. El local era de la parroquia San Miguel, en 2016 no nos renovaron el contrato y nos fuimos”, recuerda. Los propietarios de El Cali “vinieron a buscarnos” y no se lo pensaron ni un minuto. “Nos lanzamos porque era un bar histórico”, destaca.
Desde los inicios, Ramón apostó por la comida “casera, tradicional y clásica bien hecha, de calidad”. El Cali ofrecía menú del día repleto de gastronomía de la tierra: pochas, alubias rojas, menestra de verduras, filete de ternera, entrecot, pastel vasco, cuajada de Ultzama... “Quién no sabe preparar unas pochas o unas alubias. La clave está en la calidad del producto”, se quita mérito Ramón.
El Cali también se ganó la fama con sus raciones clásicas –manitas de cerdo en salsa, callos y morros, lechezuelas de cordero salteadas, migas de pastor, rabo de ternera o caracoles con fritada– y pinchos, que se elaboraban cuando los pedía el cliente. “Había que esperar, pero sabían mucho mejor porque estaban recién hechos”, defiende Ramón.
Los pinchos estrella eran los chipirones a la plancha, la brocheta de langostinos, chiles con queso brie gratinado, revuelto de hongos en tostada y el salmón marinado con eneldo y aguacate.
Más que un bar
El Cali siempre fue más que un bar a raiz de que una gran cuadrilla de amigos, que habían estudiado juntos en Escolapios, fundara una asociación, organizara actividades en el Ensanche y convirtiera el local de la calle Amaya en sucentro de operaciones.
La cuadrilla fundó el Club Deportivo Cali –equipo de fútbol que compitió en el Trofeo Boscos –, crearon la charanga Los Jubilosos–tocaban en un centro de personas con dicapacidad de Elcano, en la Misericordia y en la residencia Hermanitas de los Pobres– y lanzaban su chupinazo todos los 6 de julio a las 13.00 horas.
El programa festivo de El Cali incluía actos como torico de fuego –había los días 8,10, 12 y 14–, kalejira de los kilikis del Casco Viejo y música de Los Jubilosos, con Juan Cruz Alli, expresidente del Gobierno de Navarra, tocando el saxofón. “Se cerraba la calle. El ambiente era espectacular”, indica.
Otro de los asiduos a los Sanfermines de El Cali era el maestro Manuel Turrillas, que les compuso un pasacalles: Ya vienen cantando los chicos del Cali/los más jaraneros, juerguistas y alegres/ los que por las fiestas de la vieja Iruña para divertirse no tienen rival.
La asociación cultural también organizaba campeonato de mus, capeas, cabalgata de reyes, carreras de ciclo... Un bar que hizo ciudad. Hasta siempre, El Cali.