Chefs que rompen prejuicios
El Club Deportivo para Ciegos de Navarra ha organizado en Gazteluleku ‘Sabores inclusivos’, actividad en la que el chef Pío Barbería da consejos prácticos a personas con discapacidad visual para que ganen autonomía y demostrar que la cocina no tiene barreras
La cocina de la sociedad Gazteluleku huele que alimenta: sopa de pescado, albóndigas, pechugas rellenas, mousse de chocolate... Durante los miércoles de mayo, una decena de personas con discapacidad visual –gracias a los consejos del chef Pío Barbería– han perdido el miedo a cortar con un cuchillo, hervir agua en una olla o freír en la sartén; han adquirido confianza, autonomía y autoestima y han luchado contra los prejuicios que, a veces, les expulsan de los fogones.
“Puede ser un sitio peligroso para una persona con discapacidad visual, pero con unas técnicas y un acompañamiento somos capaces de todo”, reivindica Pablo Segura, miembro del Club Deportivo para Ciegos de Navarra, entidad que ha organizado Sabores inclusivos, actividad que demuestra que la cocina no tiene barreras.
Gurutze Celayeta, presidenta de Gazteluleku, reconoce que el primer día estaba “asustada porque pensaba que de un tajo se iban a llevar media mano. Me fui de la cocina”. Pablo confirma su nerviosismo: “Nos repartieron los cuchillos y le temblaban las piernas”.
Hasta Pío Barbería tenía miedo de que se cortaran y había preparado unas estructuras de plástico para que se cubrieran los dedos, pero desechó la idea porque “si lo traía les minusvaloraba. Me arriesgué. Si se hubieran cortado, les habríamos curado. Si se hubieran cortado mucho, habríamos corrido al hospital. Se les debe dar confianza para que crean en ellos mismos y se sientan capaces”, defiende.
En la misma línea, Pablo señala que la sobreprotección, aunque se ayude con cariño y la mejor voluntad del mundo, es “contraproducente” porque se frena el crecimiento personal de las personas con discapacidad.
“Tenemos limitaciones, pero nos deben dejar desarrollar nuestro potencial. Si necesitamos ayuda ya la pediremos o que nos pregunten si la queremos”, reflexiona.
Antes de empezar, los alumnos hicieron un reconocimiento de las instalaciones, se determinó su espacio en la cocina, se estableció el lugar de cada utensilio y recibieron explicaciones individuales de las tareas que debían llevar a cabo.
Con estas pequeñas pautas, dieron una masterclass de orientación, manejo de utensilios y utilización de los sentidos. ¿Cómo se es consciente de que el agua está hirviendo? Escuchando el burbujeo. ¿Cómo se sabe si se está cerca de una vitrocerámica encendida? Cuando el cuerpo siente calor. ¿Y cuándo a un plato le falta un ingrediente o está listo? A través del gusto y el olfato.
“Me dieron una lección, desapareció la tensión y me relajé”, confiesa Gurutze. “Me quedé sorprendido. Con qué pocas normas hacen de todo”, insiste Pío.
Gazteluleku solo tomó pequeñas prevenciones –utilizar vitrocerámica y microondas en vez de cocina de gas y horno– y estaban pendientes de “pequeñeces” como si el filo del cuchillo se quedaba para arriba por el peso o corregían posturas.
“Necesitamos un acompañamiento, pero con un buen guía sabemos desenvolvernos en ámbitos que a priori son complicados”, destaca Unai Bikandi, socio del club.
Menús colaborativos
En el último mes, han preparado sopa de pescado, ropa vieja –se elabora a partir de sobras de otros platos como el cocido– o pechugas rellenas.
“No tenía ninguna confianza de que salieran bien porque son difíciles de enrollar y es complicado que los ingredientes se queden dentro. Las hicieron perfectas y parecía que jugaban al diábolo cuando las envolvían en el plástico. Se descojonaban”, rememora Pío.
Los alumnos también se animaron con postres como mousse de chocolate o bizcocho con frutas flameadas y base de helado. “Pablo lo repitió en casa, me mandó una foto y estaba perfecto”, halaga Pío. “Le hice la pelota al profe”, bromea.
Los socios del club están “súper contentos” porque gracias a la actividad se han quitado el miedo , se atreven a “jugar” con los ingredientes y han aprendido recetas fáciles y novedosas que les permite salir de la rutina culinaria y descubrir sabores hasta ahora desconocidos.
“Buscaba ampliar el abanico porque mi cocina es muy rutinaria y simple”, indica Estela Carrascosa. “Para no morir de hambre, hago una cocina básica”, se ríe Ana Zabalza. “Me han enseñado ideas novedosas que nunca se me habrían ocurrido como poner ketchup a un postre”, reconoce Benancio Burgi.
Y lo más importante , han disfrutado saboreando juntos los menús colaborativos. “Hemos tenido un pedazo de ambiente y Gazteluleku nos ha tratado con mucho cariño”, agradece el club.
Socialización
El Club Deportivo para Ciegos de Navarra promueve la actividad física y el deporte adaptado para personas con discapacidad visual –goalball, atletismo, ajedrez, judo, natación, senderismo, tiro y baile– para cuidar la calidad de vida de los socios.
"Mejoras tu salud física, mental y emocional. A través del deporte canalizas las frustraciones, aprendes a coordinarte , ganas autonomía, te sientes parte de un equipo... Cosas queno están en las clasificaciones, pero que valen mucho más”, defiende Pablo.
En el club también son conscientes de la importancia de la socialización y organizan actividades como la de Sabores inclusivos con un doble objetivo: que los deportistas tengan “puntos de encuentros” en los que conocer a nuevas personas y hacer amistades, ganar autonomía e independencia en distintos ámbitos del día a día y, como consecuencia, mejorar la autoestima. “Autonomía y autoestima van de la mano y son fundamentales”, finaliza Pablo.
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