Aunque algunos ya cogían sitio frente a la pantalla, Sarasate a las 11.00 horas aún era un sitio de tránsito para muchos. “Nosotros vamos al ayuntamiento, el año pasado llegamos veinte minutos antes y nos dio tiempo”. Grupos de amigos como el de Iñaki aceleran el paso en busca de ubicaciones más fiesteras.
Dentro de la locura del 6 de julio, el paseo es el sitio preferido para ver el chupinazo de aquellos que quieren estar un poco más tranquilos. La familia Pilar López lleva muchos años viniendo aquí. Se juntan padres, nietos, la abuela en silla de ruedas.... Incluso el perro. “Esta zona para los críos es lo mejor, hace años se podía ir a la Plaza del Castillo, pero ahora ya no”. Como dice la abuela, seguirán viniendo aquí “mientras se pueda”.
Para tener un recuerdo de la espera, Carmen Martínez no paraba de sacarse fotos. Este ha sido un año especial para ella. Pese a ser de Pamplona de toda la vida, no suele estar en el chupinazo por trabajo. Por eso, aunque aún no supiera que iba a hacer, tenía claro que había que disfrutar: “Es mejor no hacer planes. Todo depende de cómo vaya el tema”.
Pero ni las fotos pueden con las ganas de fiesta. A falta de siete minutos para las 12.00 horas ya se veían los primeros pañuelos al aire: “Mamá, ¡qué me lo quites!”. Julia ya no quería tener el suyo de cara vinagre atado en la muñeca. Quería lucirlo.
Con el paseo ya lleno, los txikis que no habían conseguido primera fila se subían a los hombros de sus padres para poder ver la pantalla. Y los que no, trataban de llegar a primera fila: “Urko, no te vayas más allá”, gritaba una madre para mantener controlado a su hijo.
A las 12.00 horas llegó el esperado chupinazo. El más infantil en Sarasate. Abrazos, los primeros pañuelos atados al cuello y un baño de cava procedente de las botellas que descorchaba un vecino lo recibieron. San Fermín ya ha llegado a todos los rincones de Pamplona.