Anoeta fue el inicio de una esperanza, compartida entre la parroquia que escuchó a Otegi en una puesta en escena inédita hasta entonces en esa izquierda abertzale y entre quienes miraban desde fuera. De la esperanza se pasó al chasco, algo menos compartido entre los de dentro y los de fuera, cuando ETA hizo saltar el proceso de paz. Y ahora llega un juez para procesar otra vez a Otegi por aquel mitin. ¡Qué memoria más frágil! Los que ahora le encarcelan eran los que le aplaudían entonces.
Xabier Lapitz