"xabi: no aguanto el panegírico a Onaindia en ETB. Ya tenemos edad para decir algo de lo que pasó. O a setas o a Rolex. ¿Esta es la reconciliación de la que tanto hablan?". Así de escueto y de claro fue mi antiguo compañero de pupitre. Es una víctima de ETA, de la polimili, de la misma que ahora se ha convertido en élite política. Su padre murió de disgusto y dicho así, no es mucho. En realidad, le mataron en vida cuando no pagó 500.000 pesetas. De las cartas, pintadas, notas amenazantes en el parabrisas del coche, balas pegadas con papel celo a las misivas y tiros en la rodilla, ya hablará él si quiere. El mensaje me ha llegado casi al tiempo que me reprocha un oyente mañanero por un comentario que realicé en Onda Vasca: "¿De verdad es importante que Lourdes Auzmendi haya sido militante de ETA? Hoy lo has dicho en la radio como si fuera un insulto. Es una viceconsejera."

Tiene algo de razón el oyente crítico. Me expliqué mal porque fui a por setas buscando Rolex. Lo que de verdad quise decir es que Lourdes y Mario, y otros muchos, nunca le han dicho a mi excompañero algo parecido a "lo siento". Imagino a muchas víctimas de ETA, de aquella, preguntándose qué pintan ahora en la disputa sobre si puede o debe haber vencedores y vencidos. ¿Quién de los que ahora se erigen en escrutadores pueden decir que tienen las manos limpias? ¿Lourdes Auzmendi? ¿Andoni Unzalu? ¿Teo Uriarte? ¿Jon Juaristi? La lista es tan extensa que nunca conseguiríamos saber quién mató de un disgusto a aquel buen hombre que se negó a la extorsión.

No lean aquí un reproche a los cambios en la manera de pensar. Menos aún si la ciaboga ideológica incluye pasar de la pistola a un bolígrafo. Los que estábamos en el boli antes de que ellos aflojaran el dedo del gatillo les damos siempre la bienvenida. Y a los que vengan, también. Es más, cada vez estoy más identificado con los que huyen de las verdades absolutas. Mutar no sólo es legítimo; es muy conveniente. Pero hay personajes, no se me ocurre un calificativo más neutro, que fueron a dar un giro de 180º y acabaron en los 360º. Treinta años después han aterrizado en el mismo aeropuerto. O nunca despegaron.

Sí, el dato biográfico de la viceconsejera de Política Lingüística del Gobierno Vasco es significativo. Lo siento, querido oyente, pero si a mi amigo huérfano le resulta doloroso la hagiografía de Onaindia (tiene motivos personales) a los demás nos parece grotesco que tenga que ser una expolimili la que ejerza de gendarme de López para negarle a Sarrionandia el dinero que le corresponde porque "nunca ha renegado de su pertenencia a la banda armada, ni ha pedido perdón a las víctimas".

¿Se ha puesto en contacto Auzmendi (perdón por concretar en ella una falta colectiva) con alguna de sus víctimas? ¿Ha pedido perdón? ¿Ha renegado de su pertenencia a ETA? ¡Qué va! Ninguno de los que hoy forman el think tank vasquista de López se lo ha planteado. Para ellos, uso aquí el colectivo, aquello fue una suerte de "hazaña juvenil", sin responsabilidad moral alguna, porque todo lo justificaba el franquismo y sus secuelas, aunque el dictador hubiera muerto; como si matar, herir y extorsionar fuera "lo que había que hacer". Hoy, otra vez, el destino (y el sueldo) les ha llevado a imponer "lo que hay que hacer" con un convencimiento encomiable. Siempre han estado en posesión de la verdad absoluta mientras a su alrededor los demás nos equivocábamos, antes y ahora. Tan seguros no debían de estar, porque ellos que hoy se ponen tan puristas fueron los que introdujeron el asesinato del oponente político antes de que ETA-M asesinara a Ordóñez.

Otro ejemplo. Me encontré con un viejo polimili en una fiesta de una localidad en la margen izquierda a principios de verano. No nos conocíamos personalmente. Se acercó y me dijo muy solemne mirándome desde las alturas, la física y la moral: "¡Oye, perdona! ¿Tú eres el de la radio? ¡Vaya falta de respeto que demuestras con López! ¡Y te lo dice uno que fue de ETA!". La cosa, se pueden imaginar, no terminó ni bien ni mal. Fueron diez minutos de charla imposible. Resulta difícil entenderse con alguien que te llama maleducado por recordar que López miente pero al mismo tiempo exhibe con fina superioridad su pasado de pegatiros. Puestos a elegir, estimado reconvertido ¡llámame mentiroso y perdóname la vida!

Pero la conclusión para mí fue que el individuo cree que si dice por delante que fue de ETA, por detrás puede seguir añadiendo lo que le venga en gana. Como si aquello, en vez de una mancha en su historial, fuera una medalla. Uno podía ser de una ETA gloriosa hasta que decidió salirse. A partir de ese instante lo glorioso se vuelve en deleznable. Y los demás tenemos que aguantar sus historias de la puta mili, y asumir que entonces tenían razón; más tarde, cuando se dieron cuenta de que estaban equivocados seguían teniéndola; y ahora, que además gobiernan, nos quieren imponer su versión. Son cansinos. Aunque mi amigo les dedique otros epítetos menos edulcorados.