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Esquivo del paseíllo, afectado ante la juez

sanz ESTUDIA BIEN LA HORA de su llegada, lo hace pronto y sin apenas convocantes, se emociona ante la magistrada y sale por DETRÁS

Esquivo del paseíllo, afectado ante la juezJavier Bergasa

MARCABAN las 9.20 horas y Miguel Sanz asomó por la puerta del parking del Palacio de Justicia en compañía de su abogado y de un escolta. Se dispararon los flashes. Con rostro en apariencia sonriente, quizás devenida esa felicidad de la propia tensión, de verse en una escena desagradable y poco habitual, Sanz camina con su letrado, con el que había quedado poco antes en un lugar de Pamplona para acudir en el coche oficial y blindado del que dispone el expresidente. Entró por la puerta principal. No fue mala elección, a la vista de que apenas una docena de personas se concentraban a esas horas en la plaza de la calle San Roque. Por lo tanto, esa pena del paseíllo a la que aludía Sanz, fue menos sufrida e hiriente de lo que el despliegue policial presagiaba. Con más policías que barullo, Sanz apenas tuvo que soportar algún grito desde la barrera, donde le llamaron "chorizo" y "ladrón".

Accedió al edificio judicial y se acreditó sin mayor espera, pues a esas horas no había ni rastro de las habituales colas en el registro de información. Así que, con el pasillo expedito y superado el arco de seguridad, Miguel Sanz, botellín de agua en una mano y carpeta de piel marrón bajo el otro brazo, traje azul oscuro y corbata a juego con motas rojas, camisa clara, zapatos marrones, con la americana desabrochada, subió las escaleras del Palacio de Justicia hasta la tercera planta. Allí, siempre acompañado de su abogado y su escolta, Sanz se plantó ante un ventanal desde el que se observaba perfectamente la indignación ciudadana contra su persona.

observó las protestas Ni dijo ni mu de esas iras. Visiblemente inquieto, con expectación de funcionarios a su alrededor, apostados también ante las cristaleras para observar el bureo de las afueras, Sanz aguantó cinco minutos ahí para bajar a continuación con Ruiz de Erenchun a la sede del Colegio de Abogados, en la segunda planta, donde cobijado en una de las salas aguardó hasta la hora de su declaración. Antes ya había pactado que iba a hablar con la prensa, pero que no lo haría al aire libre (ya había mucha carga ambiental para entonces), sino en la sala de prensa de la sede judicial. Para hablar, mejor a resguardo.

En realidad Sanz apenas pudo hacer tiempo ni para comerse las uñas. La juez llamó entrar a su despacho al expresidente y a las partes a las 10 en punto. Ahí, en un espacio reducido, sin aire acondicionado, con un calor sofocante que obligó a la magistrada a abrir la ventana en varias ocasiones, se reunieron Sanz en frente, su abogado a la izquierda, la teniente fiscal Ana Carmen Arboniés a la derecha y, en semicírculo, frontalmente, las letradas de Miranda (Cristina Ruiz-Galbe) y Enrique Goñi (Ana Clara Villanueva) y los dos letrados de Maya (Chelo Sola y Carlos Polite), y los abogados Diego Paños (UPyD) y Arantza Izurdiaga (Kontuz!). También estaban presentes el secretario y un agente judicial.

El expresidente apenas dirigió miradas a los abogados de los denunciantes, se explicó de modo farragoso a lo largo de casi 3 horas, dos de las cuales las invirtió en responder a la juez, 20 minutos a las partes y el resto para verificar y cuadrar el acta. Su abogado intervino para advertir que no iba a responder los denunciantes. Agarrado con la carpeta de la que no se desprendía, hizo uso de la misma para documentarse en varias cuestiones. Incluso leyó ante la juez uno de sus discursos, apenas seis líneas en las que abogaba, ya en su día, por la despolitización de las cajas, y echó mano de la misma para sacar a colación un artículo del periódico Cinco Días.

contumaz en las respuestas A Sanz, que no le gusta la callada por respuesta, y que es difícil pronosticar cuando termina de responder porque suele dejar finales abiertos para volverlos a reconducir, le pareció incluso procedente interrumpir la formulación de alguna pregunta de la magistrada porque él no había terminado de explayarse. En otro momento le embargó la emoción. Al parecer, cuando fue cuestionado por la razón por la que devolvió las dietas que había percibido, Sanz se confesó ante la juez con alguna lágrima a punto de verter. "Perdone que me emocione su señoría", se disculpó. Nunca he estado en política por dinero, pero me dolió muchísimo que se cuestionara eso y que un programa basura de televisión (Te vas a enterar, de Cuatro) fuera a la puerta de mi casa y acosara a mi familia. Y devolví las dietas porque se dudó de mi honor", vino a decir entrecortado. Y la juez le zanjó: "¿Cree que estaban bien cobradas esas dietas". Y Sanz, ahí, no dudó: Sí.

Terminada la declaración, a eso de las 13.50 horas, se veía a Sanz, ahora sin gafas, salir del despacho. Se dirigió al servicio y regresó al juzgado para dar el último vistazo al acta.

Al filo de las 14.00 horas abandonó el último el despacho de la juez, con cierto síntoma de cansancio. Salió a buen paso a declararse inocente ante la prensa, a decir que había ido a contar la verdad. Y, luego, al contrario de que como había llegado, su equipo de seguridad decidió que abandonara el edificio por la puerta de atrás del juzgado de guardia. A esa hora ya eran bastantes más los protestantes que le esperaban y cuyos gritos no encontraron diana.