El próximo viernes se cumplirán 38 años de los conocidos como sucesos de Montejurra. El 9 de mayo de 1976, alrededor de 250 ultras seguidores de Sixto de Borbón-Parma, con apoyo de Adolfo Suárez y Manuel Fraga, se personaron con dos nidos de ametralladora en la romería anual de los carlistas seguidores de Javier de Borbón-Parma, quien había abdicado en su hijo Carlos Hugo (París, 8 de abril de 1930-Barcelona 18 de agosto de 2010).

El aún existente búnker franquista -sector más intransigente de la derecha totalitarista- acabó asesinando a dos de las miles de personas concentradas en vía crucis e hiriendo a otros de los presentes. Lo recuerdan bien testigos de los incidentes como Feliciano Vélez, quien llegó a ser alcalde de Puente la Reina durante 12 años, o José Lázaro Ibáñez, quien vio cómo a metro y medio de donde se encontraba caía herido su compañero de partido, el cántabro Aniano Jiménez, por disparos efectuados por José Luis Marín García Verde, conocido como el hombre de la gabardina. Murió cuatro días más tarde. El otro fallecido fue el navarro Ricardo García Pellejero. En 2003, la Audiencia Nacional reconoció a ambos como víctimas del terrorismo.

Casi cuatro décadas después de los sucesos de Montejurra, los presentes no olvidan. Había transcurrido medio año de la muerte del dictador Franco y el Partido Carlista de las Españas soñaba con que su líder Carlos Hugo llegara a ser rey, jefe del Estado. Los miembros de este partido denuncian lo sucedido aquel día y lamentan las consecuencias que provocó la llamada Operación reconquista. José Lázaro lo tiene claro: "Los responsables de aquellos sucesos fueron desde el cazaelefantes, puedes ponerlo así, hasta el Ejército. Además, los partidos que se dicen demócratas que se beneficiaron de ello miraron hacia otro lado, entre ellos el nacionalismo vasco, y no exigieron justicia. Se lavaron las manos como Pilatos".

Feliciano Vélez explica que desde días antes del ascenso a Montejurra se percibía en los valles navarros "un aire enrarecido" por la presencia de ultraderechistas, incluidos Suárez y Fraga, así como de fascistas extranjeros. "Estábamos tranquilos, pero presencias como la de Javier María Pascual llamaban la atención. Más cuando se hizo una finca de tiro en la orilla del Arga con Arístegui a su cargo", afirma.

Los carlistas que estuvieron allí lamentan que, tras la muerte de Adolfo Suárez, solo se haya hablado bien del expresidente español. "Suárez no quiso legalizar nuestro partido, el único junto a ORT. El Partido Comunista, por ejemplo, sí lo legalizó; pero a nosotros no, por algo sería", contrapone Vélez. Denuncia a su vez que si los afectos de Sixto de Borbón llegaron a Montejurra por "la reconquista y buscando la paz, ¿por qué vinieron con ametralladoras?". Lázaro le apoya: "¿Qué peligro suponíamos nosotros con nuestros bastones de monte? Fueron 250 mercenarios pagados por el poder. Las consecuencias no se han analizado. Una fue, por ejemplo, que nuestra juventud, la de los carlistas, entrara en HB y ETA", analiza.

Este navarro sintió que podía haber muerto aquella mañana de niebla. "La misma Guardia Civil se veía impotente. Tenía orden de no intervenir. Los otros mataban, pero nos apuntaban a nosotros. Uno me llegó a meter el fusil en el estómago y le cogí de la solapa", evoca en declaraciones a este periódico.

"Pelea entre hermanos" A los carlistas les llenó de orgullo que apareciera Carlos Hugo entre los matorrales. "Pudo estar presente", enfatizan. Como antecedentes, en marzo de 1976 intentó entrar en España pero las autoridades no lo autorizaron y no pudo salir del aeropuerto madrileño. Sin embargo, regresó de forma clandestina para presidir la romería de Montejurra. "Fue un día muy dramático, absurdo. Reconozco el papel de Suárez en el camino para construir una democracia, pero contó con la bendición de todos los estamentos para hacer lo que se hizo en Montejurra", agrega Lázaro. Fraga calificó el suceso como "una triste pelea entre hermanos" y siempre dijo que él estaba fuera del país ese día y que el encargado de los asuntos de su departamento era el ministro de Franco, Adolfo Suárez.

Los carlistas, por otro lado, aseguran que "la Guerra Civil comenzó en 1934". Consideran que el hecho de que personas de izquierdas quemaran iglesias y mataran a religiosos fue lo que encendió la mecha que hizo que "nuestros mayores", los requetés, se posicionaran en el bando no republicano. "Todo fue por religión, no por apoyar a Franco. Porque Franco les engañó. Con la excusa de la Iglesia, se engañó a nuestros padres. Mi padre fue requeté y me contaba que en ocasiones cenaban juntos con los del bando contrario. Si hubiera seguido habiendo república, si no hubieran matado a monjas y curas, nada de esto hubiera ocurrido", concluye Feliciano Vélez.