Dos figuras cruciales en la historia de ETA dieron ayer la cara para autentificar el mensaje concluyente con el que la organización decidía poner fin a su “ciclo histórico”. Poco más de tres minutos en los que Josu Urrutikoetxea y Soledad Iparragirre leían un comunicado, el último, en nombre de toda la militancia de la banda. Ambos han tenido galones dentro de la organización. Y han sido los principales cabecillas de la banda durante estos últimos años: el primero, en la clandestinidad, ya que está huido desde 2002, y la segunda, en la prisión francesa de Reau Sud Francilien.
Josu Ternera y Anboto, sus alias, han marcado un antes y un después en la tensa evolución de ETA. Sus personalidades han calado, en distintos momentos de la historia, en todas las estructuras de la banda. Desde el aparato político y el militar, donde Urrutikoetxea (Ugao, 1950) ha tenido voz y mando en plaza, hasta el colectivo de presos en el que Iparragirre (Eskoriatza, 1961) rompía la línea dura del frente de prisiones en 2014 y pedía abiertamente que los presos pudieran acogerse a beneficios penitenciarios de manera individual.
Los dos conocen sobradamente el entramado de una organización venida a menos (ambos se integraron en la banda apenas cumplida la mayoría de edad) y los dos se habían expuesto públicamente con anterioridad en su propósito de dar carpetazo a la lucha armada de ETA. De hecho, Urrutikoetxea negoció cara a cara con el socialista Jesús Eguiguren el alto el fuego permanente de 2006 y tras la caída de Txeroki, en noviembre de 2008, se convirtió en la esperanza de los activistas que entendían que la vía armada estaba agotada.
Sus currículums No fue esta la única ocasión en que Josu Ternera ejerció de negociador. La dirección de ETA propuso su nombre para las conversaciones de Argel en 1989 y también en las de la tregua de 1998 pese a que en ambos casos estaba preso. Además, en 2013 se le ubicó en Oslo, junto a David Pla e Iratxe Sorzabal, buscando la mediación internacional hasta que fueron obligados a abandonar el país ante la falta de avances. Anboto, vinculada al aparato de extorsión, fue una de las personas presas pertenecientes a ETA que fueron elegidas por la cúpula de la organización para llevar una hipotética negociación con los gobiernos de Francia y España.
En cualquier caso, antes de haber cumplido esas labores de negociadores, el currículo de Urrutikoetxea y de Iparragirre incluye referencias a sus etapas como pistoleros. Él, además, también fue parlamentario de Euskal Herritarrok durante la sexta Legislatura, llegando a estar en la Comisión de Derechos Humanos. Y ella, “militante histórica” de ETA, es la mujer que alcanzó un puesto más alto en la organización junto a la asesinada Yoyes. También es una de las etarras con un historial más sanguinario. Los informes policiales la consideran la exjefa de los comandos legales (no fichados) de ETA y se la vincula con ETA desde 1981; con el comando Araba entre 1984 y 1987, período en el que se le atribuyen seis asesinatos, y con el también sangriento comando Madrid entre 1992 y 1993. La ficha policial de la época decía de ella: “Es elegante, con buena presencia, frecuenta ambientes selectos de la capital y viste ropa de calidad”.
Tras la caída de la cúpula de ETA en Bidart (1992), Anboto huyó y no fue detenida hasta 2004 junto a Mikel Albisu, Antza, su pareja y jefe del aparato político de ETA. Anboto es reclamada en España por varias causas y condenada a veinte años en Francia. Ternera, para algunos el último líder simbólico en la clandestinidad y buscado tras ser procesado recientemente por un delito de lesa humanidad, ha conseguido eludir en varias ocasiones su detención en Francia. Se le busca en virtud de sendas órdenes de detención emitidas desde España y Francia por ser el ideólogo de la matanza en la casa cuartel de Zaragoza en 1987, en la que murieron once personas, entre ellas cinco niños, y por integración en organización terrorista en relación con su papel como negociador en 2012 en el frustrado proceso de Noruega.