iosu, el dueño del bar Koxka de Altsasu, decidió hace un tiempo arrancar y quitar el teléfono fijo que tenían en el establecimiento. Una de esas máquinas que funcionan con monedas. Para que nadie llame. “Hemos recibido miles de llamadas, aún hoy”, explica. Gente que telefonea para molestar, reservar mesas a nombre del dictador Franco, cantar el Cara al Sol o directamente insultar. Una retahíla de sucesos que ensombrecen a Iosu, que a menudo con gente que no conoce no se atreve ya ni a decir que es el dueño de este local. Antes era un orgullo decirlo, pero ahora lo esconde. Es el bar que su padre -que falleció recientemente- abrió para él y su familia, en el que su madre aún hoy sigue cocinando y sirviendo pintxos. Un establecimiento que fue visitado por periodistas y reporteros nacionales e internacionales, que ocupó portadas y abrió informativos pero que también fue hostigado por cámaras ocultas, oportunistas sensacionalistas y cronistas carroñeros que hasta se extrañaban de que el que llamaban “el bar del odio” estuviese limpio, se hablase de fútbol, se escuche reguetón, o tengan diferentes periódicos para leer. Es el lugar en el que comenzó toda esta historia. Un altercado a las puertas del bar Koxka, en la madrugada del 15 de octubre de 2016. Varios jóvenes del pueblo, dos guardias civiles fuera de servicio y sus parejas forman un tumulto y se produce una pelea. Dos detenidos y un tobillo roto, el del teniente de la Guardia Civil, fueron las primeras consecuencias de ese suceso. “Aquello duró un minuto y medio. No sé. Es mi local, mi negocio, si alguien pega dentro, no vuelve”, narra Iosu, que salió fuera y socorrió al teniente herido.

Sin embargo, horas después ese embrollo se convirtió en un proceso de detenciones, prisión preventiva, la acusación de terrorismo para ocho jóvenes, peticiones de más de 375 años de cárcel, traslado a la Audiencia Nacional, indignación, manifestaciones, utilización política... A partir de ahí se hila una historia en la que el testimonio de Iosu era una de las piezas del puzzle, otra de las víctimas colaterales, que no se habían escuchado aún y que los periodistas pamploneses Aritz Intxusta y Aitor Agirrezabal han recogido en su libro Altsasu: El caso Alsasua, editado por Txalaparta y que se presenta este fin de semana en Pamplona-Iruña.

Un libro que es una trepidante crónica periodística, que pone en perspectiva los acontecimientos, y como novedad recoge los testimonios inéditos tanto de los padres, madres así como de propios jóvenes detenidos con los que han mantenido correspondencia, han visitado en la cárcel, y no habían hablado hasta ahora.

“Este caso tiene todos los componentes narrativos para un libro: hay pasiones humanas, tensión, amor, odio, solidaridad pero también otros asuntos que sirven para entender el momento político que se vive en Estado español. No es un ensayo, pero permite una reflexión sobre el papel de los medios de comunicación, para qué sirve la cárcel, cómo funciona la justicia, la dispersión y las leyes que existen. El fondo de la cuestión es por qué ha ocurrido todo esto y por qué ahora, concretar cuáles han sido los engranajes que han permitido este proceso”, relata el periodista del diario Gara, Aritz Intxusta y coautor también de El banquete, expolio y desaparición de la CAN.

Intxusta y Agirrezabal -que han trabajado mano a mano en la escritura- reconocen que les interesaba contar más bien qué pasa a partir de ese incidente nocturno y cómo van cambiando las vidas de todas las personas implicadas. “Nos hemos centrado mucho en sus reflexiones, en cómo vivieron las redadas, en cómo fueron los días anteriores, cómo un chaval de 19 años un sábado por la mañana está jugando a fútbol y el lunes a la noche se encuentra en prisión con una posible pena de hasta 50 años de cárcel. Cómo ha cambiado su vida en tres días”, especifica Aitor Agirrezabal, coautor del libro y periodista del medio digital Naiz. “Ha habido muchos casos en Navarra que han acabado en la Audiencia Nacional pero ninguno se asemejaba a este, ni en el proceso ni en la solidaridad recabada”, añade Agirrezabal.

“La historia de lo que pasa esa noche tiene detalles que nunca se sabrán con certeza, pero en el libro exponemos todos los datos que conocemos, se incluyen de arriba abajo íntegramente las declaraciones de los agredidos, con rigor, para que cada uno saque sus propias opiniones”, señala Intxusta, que explica que algo que le “obsesionaba desde el principio es que este fuese un libro equilibrado, sólido, que sin dejar de ser una obra comprometida, honesta, anticarcelaria, no fuese un libro de parte. De hecho, hasta que no hablamos con periodistas y corresponsales internacionales no nos quedamos tranquilos del todo”, prosigue Intxusta.

El periodista del Finacial Times destinado en España, Michael Stothard, le confesó que quedó impresionado al descubrir que tanto él como la corresponsal del rotativo británico The Guardian, Pascale Davies, fueron los únicos grandes medios que viajaron a Alsasua a entrevistarse directamente con las familias de los chavales detenidos, algo que no han hecho ni El País, ni Abc, El Mundo ni nadie, a excepción de medios navarros como DIARIO DE NOTICIAS, EiTB o Gara. Y lo hicieron convencidos de que lo que ha sobrevenido después en Alsasua describe también una situación y una realidad judicial muy concreta del Estado español. Stothard entrevistó a Bel Pozueta, madre de Adur -uno de los ocho acusados- , y sostiene en sus artículos del Finacial Times que el caso pone en evidencia la “peligrosa politización de la justicia española”. Davies en sus reportajes afirmaba que “una pelea de bar podía poner en riesgo diez años de frágil paz” y que ahora que no existía ETA la “justicia española se dirimía en calificar si la agresión en un bar de un agente fuera de servicio era una bronca entre borrachos o un ataque terrorista”. Los dos autores aspiran a que su obra sirva también para socializar el caso más allá de la muga de Navarra.

Aseguran los autores que el proceso ha sido tan esperpéntico que ha hecho salir a la calle a gente muy diversa, que ha roto ya la barrera mental del “algo habrán hecho” y se han indignado de cómo se ha utilizado el caso “y el sufrimiento” para una batalla política. “El caso ha generado mucha empatía y el libro narra y explica también esa ola de solidaridad”, detalla Intxusta.

A pesar de que el libro está completo, el último capítulo de esta historia no está escrito. “Alsasua se ha convertido en un símbolo”, concluye Inxtusta. “Es un hito del que nos acordaremos dentro de unos años, va a pervivir en la memoria para mucha gente y es importante que tengamos un conocimiento certero de lo que ha ocurrido y que nos pongamos en la piel de otros, por eso este libro”.