Iñaki Arzoz es muy conocido en el ambiente cultural de Pamplona. Fue testigo directo de cómo fue levantándose el movimiento 15-M en Pamplona, cómo pasó de una concentración de jóvenes precarios a una ola sin precedentes. “Escuché algo por primera vez en la Hormiga Atómica [librería alternativa y germen de Katakrak] y fui a la plaza del Ayuntamiento. Ya me llamó la atención que hubiera 100 o 150 personas”, recuerda. “Había mucha gente joven, sin politizar, muchos activistas, que llevaron una ristra de propuestas muy ambiciosa”. Se queda con un lema: “El no nos representan, la llamada a la democratización desde abajo”.

Pero ninguna formación política estuvo a la altura para recoger ese legado. Tampoco Podemos, que perdió muy pronto ese impulso y terminó “como un partido convencional”. La prueba es que, cuando se cumplen diez años del 15-M, “se hable de un nombre propio como Pablo Iglesias y no de las ideas de fondo”. “Las propuestas más básicas no fueron recogidas, el reto de la participación democrática profunda no fue recogido”, razón por la que le queda un regusto agridulce de todo aquello.

“Hubo momentos muy hermosos. El 15-M representa una esperanza y un fracaso de la sociedad. Y quizá nos enseñó que no hay que perder la esperanza para fracasar mejor otra vez”.