En física, la inercia es la resistencia que opone la materia a una modificación de su estado de movimiento, por ejemplo tras sufrir un cambio brusco en la velocidad o en la dirección. Diez años y seis meses después del anuncio del fin de ETA, la izquierda abertzale sigue enfrentándose cada día al espejo de décadas de una estrategia de amparo de la violencia terrorista. Por el propio recorrido que le queda por hacer de revisión autocrítica de su pasado y por las resistencias internas a su volantazo hacia una vía más posibilista e institucional.

Unas piedras en el camino que sacan a la luz las contradicciones de Sortu en su apuesta por convertirse en alternativa de Gobierno en Euskadi y en pieza fundamental del juego de mayorías en el Congreso. Dentro de la amalgama de siglas que caracteriza a este mundo, en el caso de las juventudes de Sortu, los críticos de Gazte Koordinadora Sozialista (GKS) han superado con amplitud a la marca oficial, Ernai, en número de integrantes y capacidad de movilización. GKS bebe del anticapitalismo, tiene marcados tics antisistema y, por descontado, es nostálgica de un pasado que se remonta a la época de Jarrai. "La izquierda abertzale auténtica", según personas cercanas a ese entorno.

Consultadas a este respecto, fuentes policiales creen que "la inercia histórica de la violencia utilizada durante décadas no se para de repente". Por ello, "los cambios internos en la izquierda abertzale tras sustituir el uso de las armas por una estrategia política e institucional no tienen por qué poner a todo el mundo de acuerdo", apostillan.

Estas fuentes añaden que, mientras la izquierda abertzale "tuvo un aterrizaje formal en Aiete", donde abrazó la actividad institucional, la sociedad vasca "no ha dado una pista de aterrizaje a la violencia, que se estrelló". Haciendo un símil con un accidente de avión, señalan que este, al chocar contra el suelo, "no desaparece sino que esparce piezas de todo tipo". Algunos de esos fragmentos serían los grupos que mantienen un pulso con Sortu y que le obligan a posicionarse continuamente sobre el uso de la violencia.

Incidentes en Gasteiz Surgida en 2019, GKS ha hecho demostraciones de fuerza como las manifestaciones que convocó el pasado 29 de enero en Bilbao e Iruñea, contra un concepto tan etéreo como "la ofensiva política y económica que impulsa la burguesía''. Estas citas congregaron a unos 5.000 y 2.000 jóvenes, respectivamente, y en su transcurso se escucharon proclamas a favor de la lucha obrera y contra la policía.

Más espinosa es la situación en la UPV/EHU, nicho tradicional de estas protestas ideologizadas y donde más claramente se ha visualizado el sorpasso de Gazte Koordinadora Sozialista en lo que al movimiento juvenil se refiere. Más bien se ha producido una absorción después de que Ikasle Abertzaleak y Unibertsitateko Indar Batasuna (UIB) abandonaran el paraguas de la izquierda abertzale oficial y se alinearan con GKS.

Son muy recientes los incidentes del pasado 24 de marzo en el campus de Gasteiz, durante una jornada de huelga impulsada por Ikasle Abertzaleak y UIB, que se saldaron con 34 detenidos por la Ertzaintza acusados de desórdenes públicos. Decenas de jóvenes provocaron daños en el mobiliario, lanzaron petardos y realizaron pintadas.

Sin embargo, GKS no tiene el patrimonio del uso de la violencia o las amenazas, y también Ernai y el nuevo colectivo estudiantil de la izquierda abertzale, Ikasleria Martxan, han incurrido en estas acciones. El pasado enero, Ikama colocó pancartas en un instituto de Gasteiz llamando a boicotear el Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo, un acto que fue calificado por el delegado del Gobierno en la CAV, Denis Itxaso, como "despreciable".

Otras campañas como la de mediados de 2020 contra decenas de sedes del PNV, el PSE y Podemos fueron despachadas por el líder de Sortu, Arkaitz Rodríguez, como un intento de los partidos de "tapar su nefasta gestión de la crisis del covid-19 y su inacción en materia de presos". Las pintadas que aparecieron contra la Ertzaintza por hacer cumplir las medidas sanitarias llevaron en enero de 2021 al coordinador general de EH Bildu, Arnaldo Otegi, a negar que sea una "policía democrática".

Respuesta previsible Toda vez que las fuentes consultadas no aprecian un conflicto de peso que pueda motivar estos ataques, se preguntan "a quién beneficia y a quién perjudica". La conclusión es que "perjudica la posición oficial de la izquierda aber-tzale y sus acuerdos con el PSOE, y beneficia a sus detractores". Un ejemplo son las protestas en los mítines de Vox en Euskadi, una dinámica en la que ambos "se retroalimentan" y a la que el partido de Santiago Abascal "saca un beneficio extraordinario fuera de aquí".

Desde la Ertzaintza creen que este tipo de expresiones "no tienen recorrido político" debido al firme rechazo de la sociedad a cualquier legitimación de la violencia. "La violencia se estrelló -insisten-, algo que también han captado los líderes de la izquierda abertzale". Por ello, "en las prioridades del día a día de las comisarías no está la respuesta a esta problemática", como sí lo están "prevenir agresiones machistas, planificar la temporada de playas y las fiestas patronales o el aumento de robos en los domicilios".

Estos díscolos sí triunfan a la hora de poner en un brete a la izquierda abertzale, cuya "respuesta frente a los episodios violentos es tan previsible que es muy fácil hacerle incurrir en contradicciones".