El recurso a la geometría variable es una opción de los gobiernos en minoría. Si no tienes los votos suficientes, dependiendo del tema que se trate, puedes recurrir a unos grupos u otros. Ocurre en Madrid con el Gobierno de Sánchez y también en Navarra, donde en menos de un mes el Ejecutivo presidido por Chivite se ha apoyado dos veces en la derecha de Navarra Suma para sacar adelante proyectos en los que los socios de la coalición -PSN, Geroa Bai y Podemos- discrepaban: la Ley del Convenio y la ley para estabilizar al profesorado PAI.

Supone una vía rápida para salvar un contratiempo, pero conlleva riesgos -políticos, pero también jurídicos- y desgasta. Y su abuso, a un año de las elecciones y con la derecha navarra más tocada de los últimos tiempos, puede poner en cuestión uno de los mantras de Chivite desde 2019: que la búsqueda de mayorías alternativas a la derecha es una línea política que ha venido para quedarse.

Merece la pena echar un vistazo a los dos hitos concretos. El último día de marzo la consejera de Hacienda, Elma Saiz, consiguió sacar adelante se reforma de la Ley del Convenio de mano de Navarra Suma. El tema traía cola y era público que se trataba de uno de esos desencuentros tasados en la coalición, por lo que la falta de firma de los cuatro consejeros de Geroa Bai en la ley no fue una sorpresa. En el fondo, Geroa Bai entendía que el PSN había estado demasiado pendiente de Madrid para hacer política en Navarra. Y eso tiene afecciones concretas: Barkos, en aquel pleno de finales de marzo, criticaba -también lo hizo EH Bildu- que la reforma suponía una merma de la capacidad del Parlamento de Navarra para determinar el índice de imputación, el porcentaje que paga la Comunidad Foral por las competencias no transferidas.

Un tema de autogobierno que Geroa Bai consideraba que debía hacerse con el mayor número de apoyos posible, pero que Saiz asumió como suyo para seguir adelante por su cuenta.

Es algo similar a lo que ha ocurrido esta semana con la ley de estabilización del profesorado PAI, la supuesta solución del consejero de Educación, Carlos Gimeno, a la interinidad de los profesores que dan el programa de inglés. Geroa Bai veía muy forzado aprovechar un resquicio de la Ley Iceta para colar a 350 profesores por un turno diferente al de resto de profesores, algo que la mayoría sindical vio como un riesgo brutal. El tiempo dirá si la ley aboca a un montón de profesores a un peregrinaje jurídico. Quizá por esas dudas Geroa Bai instó al PSN a esperar por lo menos a conocer el informe del Consejo de Navarra sobre el tema. No se ha esperado y Gimeno sacó adelante la ley con el apoyo de Navarra Suma, que además metió su cuña.

AIRE PARA LA DERECHA

Son dos ejemplos recientes que han tenido las mismas consecuencias políticas, que si bien no han sido explosivas sí que contribuyen a tensar la relación entre socios y modifican el escenario político que ya despunta y que tiene en mayo de 2023 su hito más importante.

Por de pronto, esta geometría variable de los socialistas con la derecha dan aire a Esparza justo cuando más lo necesita. Todo va muy rápido, pero recordemos que hace dos meses UPN sufrió su crisis más grave desde que perdió el Gobierno con la expulsión de los diputados Sayas y Adanero -precisamente por incumplir un acuerdo de Esparza con el PSOE- y que la derecha está en ebullición. Los acuerdos con los socialistas les vienen bien para adquirir protagonismo y marcar perfil en la futura batalla de la derecha por el espacio.

Pero, de la misma manera, la geometría variable ha generado recelos entre los socios, que no entienden que el PSN se aleje de los votos progresistas y desborde el acuerdo programático de esta manera. Todas las partes se reconocen un margen para la discrepancia pública, pero no cabe duda de que este tipo de estrategias no ayuda a cohesionar a la coalición que ha gestionado la pandemia, y que empieza a acusar el desgaste cuando queda un año largo hasta las elecciones de 2023.