Juan Cruz Alli (Pamplona, 1942) tiene conocimientos vivenciales, académicos y presidenciales sobre el Amejoramiento. Nos recibe en su domicilio, con su afilada agudeza y esa triple experiencia para su visión retrospectiva.

De la Ley del Amejoramiento (Lorafna) usted puede hablar como expresidente, como doctor en Historia, y como asesor de Juan Manuel Arza.

–Exactamente. Eso último fue una de las oportunidades que te da la vida, porque estar ahí, tan cerca de la toma de decisiones en aquel momento, comentando día a día todo lo que estaba pasando, los movimientos, las reuniones, los comportamientos. Por ejemplo de Aizpún y del Burgo. Esa vivencia yo tenía interés en recogerla en mi tesis doctoral.

¿Qué comportamientos?

–Del Burgo es el inspirador de todo el proceso y de toda la realidad institucional de Navarra. Eso no se le puede discutir, yo se lo reconozco. Lo que es hoy ese régimen institucional estaba ya en el programa del Partido Socialdemócrata Foral al que yo pertenecí.

De breve vida porque enseguida se integró en UCD.

–Exacto. Se trataba de adaptar el régimen foral a la Constitución, del mismo modo que la ley del 41 había sido la adaptación al régimen constitucional liberal, frente a la dogmática de los foralistas a ultranza, que sostenían que Navarra era una isla y que aquí no regía la Constitución. Del Burgo fue excluido de la comisión negociadora por el asunto FASA, y eso permitió a la mayoría de la Diputación meter a Aizpún, que era diputado por UPN, y a Moscoso. Además se excluyó a los nacionalistas, Ángel García de Dios, de HB, y a Jesús Bueno, de un grupo de merindades. Del Burgo mantuvo una negociación alternativa permanente con el ministro Martín Villa. Hubo dos negociaciones. La oficial, de la comisión negociadora nombrada por la Diputación, y la particular de del Burgo. Aizpún quería liderar el proyecto. Cada vez que se negociaba algo hacía una contrapropuesta o crítica pública, siempre como él era, de carácter un poco bronco, para luego quedarse en nada, porque en la negociación aceptaba lo que hacían los demás. Pretendía que en vez de capitalizarla el PSOE y la UCD, UPN tuviese algo que decir. Eso generaba un ambiente de mucha tensión en la comisión. A Aizpún le solían echar la bronca acusándole de hacer la guerra por su cuenta.

Por partes: esa negociación paralela es tremenda...

–Tenga en cuenta que el presidente de la UCD de Navarra era del Burgo, que el Gobierno era de la UCD, y en la mesa de negociación Arza, Sánchez de Muniáin y Lasunción representaban a la Diputación, no al partido.

¿Arza no era un hombre de confianza de del Burgo?

–No, Arza consiguió ser el presidente porque era el mayor, había sido diputado, era muy equilibrado y ponderado para negociar, y tenía ya mucho recorrido institucional detrás.

Usted, que había empezado con del Burgo, sí sería de su confianza.

–Pues no lo sé. Porque del Burgo es muy suyo. Yo estuve con él, pero luego yo ya me marché, estuve en el mundo de la UCD, no afiliado nunca. A mí quien me fichó para asesor no fue él, sino Juan Manuel Arza.

¿Arza se sintió ninguneado con esa doble negociación?

–Se sentían incómodos todos los negociadores oficiales, porque negociaban una cosa con los representantes del Gobierno, y a la sesión siguiente, si no lo habían sabido a través de la prensa, filtrado por Jaime Ignacio, se encontraban con que llegaba Martín Villa, muy amigo de del Burgo, y había que repasar todo para que Martín Villa diese la conformidad. En la comisión se quejaban todos. Es que Jaime Ignacio puenteaba a los negociadores.

Sin esa doble negociación, ¿a su juicio se hubiese llegado más lejos?

–No lo sé, Jaime Ignacio insistía en los aspectos fundamentales de su esquema, que en conjunto es lo que salió. Luego hubo muchos matices que aportaron el PSOE o el Gobierno, porque también los otros tenían mucho que decir. En principio iban con mentalidad estatutaria, y había que reconvertirlos a la idea de que esto no podía ser ni iba a ser un estatuto común, ni siquiera el modelo de las comunidades históricas. Esto es un régimen especial, de la adicional primera. Y los derechos históricos en Navarra estaban plasmados en la ley del 41 y en un ejercicio competencial que había ido ampliando su contenido.

La paradoja es que la promulgación no vino tras un referéndum.

–Bueno, pero eso fue un tema que se debatió, poco, internamente, concretamente Víctor Manuel Arbeloa en un momento dijo que igual era bueno hacerlo, pero lo que se buscaba en la negociación era la diferenciación. Que el Amejoramiento no fuese un texto que sale del Título Octavo de la Constitución, el del régimen autonómico.

Eso no es óbice para que hubiese tenido un refrendo.

–Pero se buscaba diferenciar, en el Título Octavo los territorios históricos tenían un estatuto con referéndum, los no históricos, no. Si se encajaba en todo el procedimiento incluido el referéndum, se parecía demasiado al régimen del Estatuto vasco, catalán o gallego. Y como lo que se buscaba era decir que nosotros nuestro título de partida no es el Título Octavo, es la Adicional Primera, el amparo y respeto de los derechos históricos de los territorios forales, y de ahí que el Amejoramiento invoca permanentemente esa disposición. Porque el referéndum no preocupaba, vista la composición del Parlamento, si se mantenía el apoyo a esa elección, se ganaba. Pero predominó, creo que en la mayoría, al menos yo le puedo decir que en Arza, el criterio de diferenciarnos de los estatutos.

Como investigador, ya fuera de la política, ¿qué matices encontró?

–El revisionismo posterior es muy fácil, lo difícil es actuar cuando está produciéndose el entorno de circunstancias condicionantes. En aquel momento la situación sociopolítica en el conjunto de España era muy compleja. La presión del nacionalismo vasco sobre Navarra era impresionante, era presión terrorista.

Desde la parte afín a HB, más bien.

–Sí, el terrorismo se oponía a cualquier cosa que no fuese la imposición automática de la integración. Porque nadie pedía un referéndum. Nafarroa Euskadi da era un axioma. Un dogma, lo mismo que el contrario Navarra es Navarra.

Navarra es Navarra y española.

–Las dos basadas en concepciones de identidad. La primera en que Navarra es de por sí de identidad vasca, y por tanto territorio vasco unitario, el objetivo del nacionalismo histórico, la unidad política del territorio vasco.

La posibilidad de un federalismo entre territorios forales se prohibió en la Constitución.

–Pero eso se decretó porque ya lo estaba en la Constitución de la República. Casi en los mismos términos.

Porque el centralismo mueve sus piezas, republicano o monárquico.

–Los que elaboraron la Constitución vigente se inspiraron mucho en la del 31, buscaban un anclaje, una referencia. En aquel momento de tanta tensión, la solución de la Transitoria Cuarta, que yo siempre he defendido, fue políticamente inteligente para resolver un problema político, de tensión, presión y coacción política que había sobre la sociedad navarra. Por tanto, se dijo: que sea lo que la sociedad diga en un referéndum, y marcamos un procedimiento, el recogido en el régimen preautonómico vasco. Con lo cual, se daba una salida democrática que se constitucionalizó. Por eso Aizpún diputado de UCD, sacó el argumento de la Transitoria y nació UPN.

Usted acabó allí.

–Sí, porque Javier Gómara, con el que había estado en el Partido Socialdemócrata Foral, y con el que tenía trato, un día me llamó y me dijo: Pienso que UPN está muy anquilosado solo con un objetivo, el de la Transitoria Cuarta, y yo quiero hacer de UPN un partido centrista. Y he pensado en ti para que vayas de cabeza de lista en Pamplona. Y yo dije que estaba dispuesto a colaborar con él y con más gente en esa línea. Y Gómara fichó a Gurrea, que había sido el secretario general de la UCD hasta el final, a Alfredo Jaime, que también había estado allí, y a mucha gente más.

¿Aizpún lo veía con buenos ojos?

–No, pero se dejaba querer. Con tal de que él fuese el presidente y el diputado, y el pontífice máximo, no entraba mucho en la política diaria. Además estaba habitualmente en Madrid.

Usted hizo carrera y llegó a presidente del Gobierno de Navarra.

–A pesar de la vieja guardia. UPN no sabía qué candidato poner. Se encargó una encuesta a Gallup, de eso me enteré después, y la persona con mejor referencia era yo. De ahí salió la candidatura, gracias a Gallup.

Fue presidente con una institucionalización ya asentada. ¿Cómo recuerda la relación con Madrid?

–Cuando estuve en la visita institucional a Felipe González hablamos de muchas cosas. Él se mostró partidario de dar estabilidad a Navarra, y me hizo una sugerencia, que yo no fuese el eco en Navarra, así lo entendí, de las posturas que tenía el PP, contrarias a su política de buscar soluciones al problema de la violencia. Eso determinó que tuviese declaraciones favorables a procesos de diálogo, de interlocución, de acercamiento de presos. Las dinámicas que estaban en la mesa, no en la mía.

Lo vería con buenos ojos, o quería remar a favor.

–Sí, eso me suponía broncas del PP y de su emisario Jaime Ignacio del Burgo, y del sector más duro de UPN.

En 2017, tras su doctorado, dijo que la Lorafna había sido “el mito fundacional de la nueva foralidad”.

–En esta vida hacemos mitos de casi todo. Y en las sociedades muy historicistas, como esta, o como la vasca, a todo le damos un valor mítico, de realidad trascendente. A veces con elementos muy anecdóticos, absolutamente coyunturales, que al cabo del tiempo no valen para nada. La ley del 41 fue coyuntural, para resolver el fin de la guerra carlista y para reconocer un mayor autogobierno a Navarra respecto al resto de las diputaciones. En la Transición la mitificaron absolutamente. Y la Lorafna de nuevo adquiere ese mismo papel, el mito de referencia. ¿Hasta cuándo? Hasta que se reforme. Y todo es reformable.

¿Considera necesaria una actualización o no hay mimbres para ello?

–Yo creo que el marco constitucional todavía tiene muchas posibilidades, porque primero, hay transferencias en los estatutos que no han sido culminadas. Y porque hay una vía prevista en la Constitución, la delegación por parte del Estado de competencias. El punto siguiente a este estado de cosas es la reforma constitucional, muy compleja de procedimiento y de planteamiento político para reconocer que lo que se ha mitificado como estado autonómico, ya es un estado federal de hecho. Hay estados federados que tienen menos poder que las comunidades autónomas.

También hay estados federales muy centralistas.

–Sí, pero también diferenciadores. Una vez dije que me parecía que España tenía que configurarse como un estado federal. Salió Aizpún, siempre a la contra, rechazándolo porque el federalismo es centralista. Réplica mía: depende. ¿En la URSS? Sí. ¿En Argentina? Sí. Pero en Alemania no, y en Canadá es asimétrico. En España convertir el Estado, reconocerlo federal, sería por naturaleza asimétrico. Las competencias no son iguales, aunque luego haya habido un proceso de uniformización, pues los que empezaron por la base menor de autogobierno fueron homologándose en las reformas estatutarias. Pero hay un hecho: los conciertos vascos y el Convenio Económico solo lo tienen los territorios vascos y Navarra.

“Me enteré de que Corcuera pensaba que yo apoyaba a ETA”


Dos últimas preguntas a Juan Cruz Alli: 

Cuando ve que la transferencia de tráfico, acordada, se atasca, ¿cuál es su reflexión?

–Yo esa transferencia la negocié muchas veces, y nunca me daban malas palabras. Salvo una vez que estuve con Corcuera. Aquel sí que era bronco, porque Aizpún era bronco pero bien educado, de la crème de la crème. Salí del despacho de Corcuera, entré en el del secretario, le pregunté por el director general de la Policía, y me puso telefónicamente con él. Habíamos sido compañeros técnicos urbanistas. A los días me telefoneó: oye, me ha llamado el ministro, me ha echado una bronca... ¿Cómo hablas tú con ese etarra? ¡Que es uno que está apoyando a ETA! Cuando yo lo que hacía era apoyar la política del presidente del Gobierno. ¡Corcuera me puso a parir! Todos los demás me dieron buenas palabras, pero pocos hechos. Yo estoy convencido de que el aparato de la Administración del Estado en esta materia considera que fue un error pasar las competencias de tráfico tanto a los Mossos d´Esquadra como a la Ertzaintza. Y no están dispuestos a hacerlo con nadie más, aunque solo queda Navarra. 

Está retirado de la política, con actividad académica e inquietudes. ¿Sin un ápice de nostalgia?

–La única preocupación intelectual es contar esto. Sin ninguna nostalgia. Lo pasado pasado está. Yo procedo de familia carlista. Me enseñaron en casa que aquí estamos para cumplir con Dios, la patria, los fueros y el rey. Creo que he cumplido con todos. Incluso con la dinastía usurpadora para los carlistas (se ríe). El pasado no tiene vuelta atrás. Además, nos quedan dos telediarios. Voy a cumplir ochenta. Y todo cambia. Eso lo aprendí en el Ximénez de Rada, cuando en filosofía tuvimos un profesor que empezaba por Heráclito, y se me quedó el ‘Panta rei’. Todo corre, el río no es el mismo en cada fracción de tiempo. Es lo que he aprendido de la Historia. No podemos ser tan dogmáticos de los hechos del presente, porque mañana no tienen razón de ser. He estudiado y vivido el cambio social en Navarra. ¿Qué tengo que ver con mi abuelo? Nada, ni cultural, ni social, ni económicamente. Una Diputación conservadora pero con personas con cabeza, Huarte, Urmeneta y el técnico Saralegui, hizo posible el cambio de la sociedad rural a la urbana, con lo que supuso de mentalidad y comportamiento no hace tanto. El paso del tiempo te hace relativizar todo.