Miguel Izu (Pamplona, 1960) ha estado “muy en contacto con el Amejoramiento” entre su actividad profesional, política y académica. Con esa experiencia, fue uno de los ponentes de las jornadas sobre la Lorafna celebradas en marzo en el Parlamento de Navarra. Izu se adentra por los vericuetos de una posible reforma del texto, después de dos retoques “puntuales” en 2001 y 2010.

Usted tiene un punto de vista académico y vivencial en la cuestión.

–Sí. El verano del 82 me cogió recién acabada la carrera. En el 85 entré a trabajar en el Gobierno de Navarra, saqué una oposición y viví una puesta en marcha. Había que desarrollar el Amejoramiento por medio de un montón de leyes, se realizaron transferencias de competencias del Estado, y creció mucho la Administración foral. En aquella época había que inventar muchas cosas nuevas. Luego hice un doctorado sobre la Policía Foral, donde también analicé el Amejoramiento. Di clases de Derecho Administrativo en las dos universidades y fui parlamentario (de Izquierda Unida), con lo cual me tocaron muchos debates políticos, incluso alguna comisión de negociación de reformas del Convenio Económico.

¿Cuál es su balance sobre el estado de la cuestión?

–Pienso que pasados cuarenta años habría cosas que reformar, pero no solo el Amejoramiento, también la Constitución, porque se ha ido quedando bastante obsoleta en muchos aspectos, uno de los más evidentes el Título Octavo, que regula la organización territorial del Estado, la creación de las comunidades autónomas, cuando no había prácticamente experiencia de qué era eso, salvo un pequeño precedente en la segunda República. Hoy estamos en una situación completamente distinta, y ese Título ya no resuelve muchos problemas.

“Pasados cuarenta años habría que reformar el Amejoramiento y la Constitución”

Así que aboga por abrir dos melones. De reformar la Constitución se habla hace mucho, pero no hay consenso para ello .

–Efectivamente, y yo creo que es uno de los grandes problemas que tiene nuestro sistema político. En otros países de nuestra cultura jurídica a los que copiamos en el 78, como Francia, Alemania, Italia o Portugal desde entonces han reformado varias veces su Constitución, y a veces en temas muy importantes. Las normas jurídicas tienen que revisarse e irse adaptando a los cambios que se producen en la realidad. En cambio en España hemos entrado en una cultura de considerar la Constitución como un libro sagrado, que es mejor no tocar mucho, y hasta casi ni nos molestamos en aplicarla. Eso creo que es nefasto. Hay ese temor reverencial, muchas veces interesado de ciertas fuerzas políticas. Y ahora empieza a pasarnos un poco lo mismo con el Amejoramiento. Sin tomarlo como lo que es, una norma jurídica muy importante, la que establece la organización institucional de Navarra, y que tiene que ir adecuándose a la realidad, que no se para. En cuarenta años han pasado muchas cosas, y creo que sería un momento de revisar algunas.

¿Por ejemplo? ¿Desde un punto de vista competencial?

–Ese es el tema principal. Pero creo que los problemas que tenemos en cuanto a competencias no se resuelven solo con una reforma del Amejoramiento, sino que tendría que haber una previa de la Constitución, porque ahí está el listado de competencias del Estado y de las comunidades autónomas. Quizás en algunos apartados se podría reformar el Amejoramiento sin reforma constitucional. Un par de ejemplos: el tema de la Policía foral, con esa transferencia de Tráfico prometida y que nunca se hace, porque creo que en el Estado no hay el menor interés. Pero esto también viene de una redacción demasiado ambigua en el Amejoramiento sobre las competencias de Tráfico y de la Policía Foral. Hoy se le podría dar una redacción mucho más clara que cerrara el tema. Otra cuestión, muy reciente, que no sé si irá muy lejos, conecta con el régimen económico de Navarra, que es uno de los puntales con el Convenio. Yo lo veo amenazado por ese invento que parece que ha hecho el Estado con un proyecto de ley todavía por tramitar, donde en vez de hablar de impuesto a la banca, dice que es una prestación pública obligatoria de carácter no tributario, y queda al margen del Convenio Económico y del Concierto del País Vasco. Igual también habría que darle una vuelta a la definición del régimen económico para evitar que de pronto el Estado unilateralmente se invente cosas que como no encajan en el Amejoramiento, las puede regular a su aire. Pero el grueso del problema del reparto competencial viene más de la Constitución que del Amejoramiento. Habría que darle una vuelta también con respecto a la Unión Europea. Pero sobre todo definir mucho más claramente el alcance de las competencias del Estado, porque en la Constitución hay unos enunciados muy genéricos, y muy ambiguos a veces. Quizás en el año 78 no se podía avanzar mucho más, pero ahora tenemos una experiencia y unos cambios sociales, jurídicos y tecnológicos en cerca de medio siglo que nos permitirían afinar muchísimo más hasta dónde deben llegar esas competencias del Estado, y dónde pueden iniciarse las de las comunidades autónomas en general y de Navarra en particular.

“Revisemos competencia por competencia dónde tienen que estar hoy los límites competenciales razonables”

En estos años, con Gobiernos de todos los colores y el papel del Tribunal Constitucional, se ha ido a olas sucesivas recentralizadoras?

–Derivado de cómo se redacta el Amejoramiento ha habido cierta indeterminación de hasta dónde llegaban las competencias de Navarra. En algunos temas ha habido un recorte sin tocar ni la Constitución ni el Amejoramiento, por la propia dinámica política. Un ejemplo: en los primeros años como funcionario el Parlamento de Navarra aprobaba unos Presupuestos Generales y regulaba los sueldos de los funcionarios. A nadie se le ocurrió que pudiese venir el estado a poner unos límites, porque nunca los había puesto, ni siquiera antes de la Constitución. Desde la Ley Paccionada la Diputación ponía los sueldos, y así fue hasta los años noventa. Pues de repente vino el Estado. El Tribunal Constitucional dijo que eso no era competencia en materia de función pública, sino competencia del Estado para la coordinación general de la economía. Es verdad que puede tener cierta lógica, pero eso no se ha contemplado en detalle ni en la Constitución ni en el Amejoramiento. Quedó resuelto por el Constitucional en perjuicio de las competencias de Navarra. Es uno de los muchos temas donde a lo mejor habría que volver a sentarse y negociar. No estamos en la situación de 1982, vivimos en otro mundo, vamos a revisar competencia por competencia dónde tienen que estar a día de hoy los límites razonables del Estado y de Navarra.

¿Ha existido el mito de que tras la Lorafna vino una balsa de aceite?

–Es que en política no existen las balsas de aceite, en la política siempre hay conflicto de poder entre todas las instancias de un Estado. Siempre va a haber conflicto entre el Estado y todas las comunidades autónomas. Incluso alguna que parecía muy pacífica hace unos años, hoy resulta un poco conflictiva, estoy hablando de la Comunidad de Madrid. Precisamente normas con la Constitución, el Amejoramiento o los estatutos de autonomía sirven para encauzar esos conflictos y hay unas instituciones que los tienen que resolver. En democracia lo que se hace es hablar, negociar, llegar a acuerdos y plasmarlos en reformas jurídicas.

Navarra tiene una limitada capacidad de ser altavoz, por demografía y peso político. Eso es un problema.

–Sí, nos tenemos que resignar, somos una comunidad pequeñita, somos 650.000 habitantes y tenemos cinco diputados en el Congreso.

Predicar resignación es muy frustrante, por más que esta sea una sociedad más bien satisfecha.

–Aquí tendemos demasiado a mirarnos el ombligo, y decir, que como Navarra fue un reino en la Edad Media, con un régimen foral, somos el no va más políticamente. Sí, eso está muy bien, pero somos 650.000 habitantes en un país de 45 millones y en una Unión Europea de trescientos y pico millones. No somos el centro del mundo, eso lo tenemos que tener claro, pero debemos partir de ahí para ser realistas a la hora de plantear cosas, y de negociar con quien sea.

Pero cuando el comportamiento del otro lado pueda volverse desleal, por ejemplo hacia una recentralización, eso es un hándicap.

–Evidentemente, hay que ser inteligentes. Somos una comunidad pequeñita, vamos a buscar aliados, y no empeñarnos en una relación siempre bilateral con el Estado. Vamos a buscar cómplices, y hablar con otras comunidades autónomas, que a lo mejor las otras 16 también tienen cosas que decir y problemas con el Estado. Vamos a ponernos en el mundo del año 2022. Igual que el Estado tiene que hablar con otros 27 estados de la Unión Europea. Hay que hacer siempre un ejercicio de realismo. A veces son de mucho lamento o de mucha exaltación patriótica navarra. Vamos a aterrizar, la política tiene que servir para solucionar los problemas reales de hoy. Y a veces nos perdemos en grandes discursos y soflamas.

“Somos una comunidad pequeñita, vamos a buscar aliados, y no empeñarnos siempre en la bilateralidad”

Usted es de izquierdas. ¿Cuándo le ha ido mejor y peor a Navarra? ¿Con el PSOE o el PP?

–El tema de la organización territorial, descentralización o autogobierno no es de izquierdas ni de derechas, porque hay derechas centralistas, derechas descentralizadoras, e izquierdas centralistas y descentralizadoras. En España, por una serie de razones históricas, sí que ha tendido a ser más centralista la derecha que la izquierda. Yo creo que la relación ha sido muy coyuntural, a veces nos ha ido bien pactando con gobiernos más de derechas y a veces con gobiernos más de izquierdas. Pero al final el aparato del Estado siempre tiene una dinámica propia más bien centrípeta de intentar acumular poder, porque al final la política no es más que la pelea por el poder. Yo creo que depende más de los momentos políticos el que Navarra pueda ir buscando oportunidades, el momento adecuado, al margen de quien gobierna el Estado.

En una reforma de la Lorafna, el acuerdo en Navarra tendría que recibir el respaldo del Congreso. La llave para frenar una reforma es del Estado, que sabe que aquí los consensos amplios son de por sí difíciles. ¿Otra ventaja para el Estado?

–En una reforma del Amejoramiento en el futuro la clave está mucho más en Navarra que fuera. Es irreal pensar que aquí se quisiera reformarlo y el Estado lo impidiera por los propios precesos regulados. Tiene que haber una negociación entre el Gobierno de Navarra y del Estado, y el del Estado no se va a enfrentar a una mayoría en Navarra, se va a trasladar de alguna manera. Es lo que ha sucedido las dos veces que se ha reformado.

Podría haber una mayoría progresista ante un Gobierno central conservador.

–En teoría sí, pero yo veo más difícil lograr un amplio consenso en Navarra que en Madrid. Creo que un consenso para reformar el Amejoramiento con una mayoría amplia en el Parlamento de Navarra acabaría siendo aprobada en Madrid sin grandes problemas. De hecho, es lo que viene sucediendo con el Convenio Económico, que cada ciertos años hay que revisarlo y suele tener amplísimo respaldo en el Parlamento de Navarra y en las Cortes Generales. El problema está más aquí. Muchas veces nos empeñamos que el enfrentamiento lo tenemos con el Estado, cuando lo tenemos mucho más aquí.

¿Y en caso de reforma, a su juicio con refrendo?

–Lo tengo escrito hace años. Creo que a estas alturas habría que meter el referéndum en el Amejoramiento como se ha metido en otros estatutos de autonomía. En esta época es lo que procede, que haya un referéndum para sancionar las reformas, quizás no para todas. Una reforma muy puntual y secundaria igual no lo necesita. Una más a fondo, sí. Es lo mismo que está previsto para la Constitución.