La confirmación de una inversión de más de mil millones en Volkswagen entre 2023 y 2027 es posiblemente una de las mejores noticias que deja la legislatura. Era una apuesta esperada. Contaba con fondos europeos, con la implicación de las instituciones y entraba dentro de las previsiones de la empresa. Pero disipa al menos por un tiempo el panorama sombrío que en algunos momentos sobrevoló Landaben, no sin clara intencionalidad política por parte de quienes ahora piden que no se utilice de forma electoral.

La apuesta de Volkswagen tiene en cualquier caso letra pequeña. No deja de ser una previsión a medio plazo que habrá que concretar tanto en lo que se refiere a la producción como a las empresas auxiliares. Y queda pendiente además de la evolución del mercado del coche eléctrico, todavía incipiente y muy incierto a medio y largo plazo. Así que conviene tomarla con prudencia.

Pero ha llegado y se suma a otros anuncios recientes como la fábrica de mecheros que Flamasats prevé abrir en Aoiz con hasta 250 empleos en las estimaciones más optimistas, la de reciclaje de palas de aeorogeneradores que se instalará en Cortes o las tres plantas de producción de hidrógeno verde de Acciona, Nordex o la Ciudad Agroalimentaria. Inversiones importantes en un ámbito clave para Navarra como el industrial, que aporta estabilidad y mejores salarios, y que despejan los nubarrones que asomaban en el horizonte.

Así que es lógico que el Gobierno no haya dudado en exhibir estos anuncios como un éxito propio. Hasta el punto de que María Chivite, que se ha puesto de perfil durante la huelga sanitaria, se haya situado al frente allí donde ha podido. En un ámbito además en el que alegó no tener competencia directa cuando fue requerida en el Parlamento para tratar la compra de mascarillas por parte de Sodena. Lo que ha generado malestar en Geroa Bai, que gestiona Desarrollo Económico y que queda relegada a un segundo plano.

En todo caso, y más allá de las tensiones preelectorales cada vez más evidentes entre los dos socios de Gobierno, la foto conjunta del pasado miércoles de Chivite y el consejero Mikel Irujo avalando las inversiones de Volkswagen adquiere un notable valor en este tramo final de legislatura. Por lo que implica para el futuro de la industria en Navarra. Pero también por el trasfondo político de una imagen de unidad entre dos partidos que más allá de las diferencias deberán volver a ponerse de acuerdo tras las elecciones.

LA HUELGA SANITARIA

El anuncio de Volskwagen ha mitigado también el impacto de la huelga en el conjunto de la Función Pública. Una convocatoria claramente precipitada que, si bien parte de reivindicaciones legítimas, tiene que ver más con las tensiones generadas entre el Gobierno y los sindicatos que con un conflicto latente entre los empleados públicos.

A estas alturas es innegable ya que la gestión de la huelga por parte de Salud ha sido tan errática como mal dirigida. Negociar mejoras salariales solo con un sindicato corporativo, pasando por alto al resto de colectivos y foros habituales, ha derivado en un cúmulo de demandas y comités de huelga que no han hecho sino eclipsar los esfuerzos realizados en los últimos meses para mejorar las condiciones de los empleados públicos en cuanto a estabilidad y retribuciones. Las urgencias electorales del Gobierno y su debilidad en la negociación con el Sindicato Médico han sido tan evidentes que el resto ha aprovechado para reclamar su propias mejoras.

Es posible sin embargo que el Sindicato Médico haya pecado de arrogancia al no aceptar la oferta inicial de Salud para evitar la huelga. El Gobierno ha dado marcha atrás en la exclusividad y se ha plantado en los 400 euros mensuales de incremento retributivo. Entre otras cosas porque, con el resto de sindicatos en la calle, no podía ofrecer más. Así que no le ha quedado más remedio que tomar lo que hay y hasta la próxima.

Quedan por resolver ahora las demandas del sindicato de enfermería, que denuncia una situación de agravio y que ha convocado su propia huelga para el día 28. Y también las del resto de centrales, que mantienen activas las movilizaciones tras el desacuerdo en la Mesa General. Ni UGT ni CCOO, ni tampoco LAB, van a forzar la situación antes de las elecciones autonómicas, pero el Gobierno va a necesitar algo más que buenas palabras para evitar que se le acabe complicando el escenario. Porque los bomberos y la Policía Foral siguen esperando su turno en la cola.

Las perspectivas en cualquier caso no son malas para Gobierno, que encara en tramo final de su mandato con más luces que sombras. Pero haría bien en no supeditar todo a su estrategia electoral, subestimando problemas todavía muy presentes en la calle. De la inflación al abusivo incremento de las hipotecas. Pasando por una situación sanitaria que la huelga de los últimos días no ha hecho sino empeorar.

Porque ni las listas de espera ni el precio de la cesta de compra van a mejorar a base de fotos institucionales. Y que en ocasiones resultan tan forzadas como poner a la consejera de Hacienda –y candidata al Ayuntamiento de Pamplona– a entregar unos premios musicales financiados por el propio Gobierno de Navarra. Una tentación que por excesiva puede acabar siendo contraproducente. Llegados a este punto, tan importante es mostrar buena gestión como evitar eclipsarla con un abuso de la propaganda oficial.