Estados Unidos, un país colonizado y desarrollado por emigrantes británicos, tiene en común con la “madre patria” características evidentes de herencia cultural y hasta política: lo que hace un par de siglos se llamaba la “splendid isolation” británica (aislamiento espléndido) lo han vivido también –de forma más esplendida– los norteamericanos a lo largo de su historia.

Da lo mismo si el comienzo de esta historia lo ponemos 247 años atrás, cuando la colonia británica se constituyó en un estado independente, o los 417 años desde la llegada de los primeros emigrantes: el gigantesco territorio norteamericano ha estado al abrigo de invasiones gracias al aislamiento que le proporciona su geografía.

En realidad, la frase “splendid isolation” no tiene el mismo significado en el caso británico, pues para la isla al noroeste de Europa se trataba de un aislamiento diplomático deseado por sus habitantes, mientras que el caso de Estados Unidos se trata de un aislamiento geográfico que le confiere una protección natural ante invasiones extranjeras.

No es que semejantes incursiones no hayan ocurrido: los británicos enviaron tropas para impedir la independencia del país y los mexicanos lucharon por Texas, pero ni uno ni otro tenía la capacidad de mantener una ocupación por largo tiempo.

En los tres países de América del Norte, Estados Unidos tiene un dominio claro: Canadá es un vasto territorio despoblado y una hermana cultural que depende de Washington militar y económicamente, mientras que México no tiene la capacidad económica para equipararse a su vecino norteño.

Sin protección

Las defensas antiaéreas norteamericanas fueron más que suficientes durante las grandes guerras del siglo pasado, cuando el territorio continental de EEUU estuvo protegido de bombardeos, a diferencia de lo ocurrido en Europa, donde tanto vencedores como vencidos sufrieron estragos y una destrucción que todavía es visible hoy.

Pero esta protección se acabó: los submarinos, los aviones, los radares, la informática en general, han encogido el mundo hasta el punto de que ni siquiera el gigante norteamericano está a cubierto de ataques.

El cambio quedó de manifiesto, de una forma algo cómica, en el drama del globo chino y de los objetos no identificados derribados por las defensas anti aéreas norteamericanas la pasada semana. Pero el globo cayó en el mar después de recorrer grandes extensiones de terreno y los expertos militares no han dado información al respecto. Y tampoco sabe nadie si los otros artefactos son OVNIS, naves de espionaje extranjeras o artefactos inocentes utilizados por clubs de recreo dentro del país.

Mientras los norteamericanos esperan a que el Pentágono, el presidente Biden o algún portavoz les informe de lo que eran semejantes objetos, se ha hecho evidente que Estados Unidos ha dejado de ser ya inexpugnable y a salvo de incursiones o posibles ataques aéreos.