La moción de censura que esta semana se ha celebrado el Congreso ha sido seguramente el capítulo más esperpéntico de lo que va de legislatura. Y no era fácil competir con una guerra en Ucrania, con una pandemia y con los múltiples encontronazos públicos entre los dos socios del Gobierno. Pero ver a un hombre de 89 años defender un programa político plagado de generalidades y lugares comunes, más propio de una tertulia de radio que de una alternativa de gobierno, ha resultado, por decirlo suavemente, sorprendente. Las expectativas eran escasas, pero el resultado final ha sido bastante peor.

Todo se resume en el fondo al intento de Vox de ocupar el lugar que históricamente le ha correspondido al Partido Popular. La extrema derecha trata de ganar espacio retratando a su rival electoral, que no es otro que el PP, con quien va a competir en un escenario difícil en las próximas elecciones autonómicas. Vox no tiene estructura ni implantación territorial, y los populares son la gran referencia de la derecha para los gobiernos autonómicos y los municipales.

Así que en su intento de hacerse un sitio ha montado esta performance que, realmente, peor no le ha podido salir. Porque si algo ha quedado claro esta semana es que la extrema derecha no está ni para gobernar una comunidad de vecinos. Y que, a lo sumo, su ruidosa escenografía no hace sino reforzar a la izquierda.

El escenario ha sido además muy bien aprovechado por el Gobierno de España. Había ciertas dudas en los partidos que lo sostienen de si convenía o no entrar al juego que planteaba la extrema derecha. Si era mejor contestar y debatir o directamente ignorarla. Y una vez más Sánchez ha demostrado que sigue siendo el diputado más hábil e intuitivo de todo el Congreso.

Por supuesto que había que contestar. No solo a Tamames, también a Abascal, y enfatizar todo lo posible en aquello que al Gobierno tanto le cuesta hacer llegar a la opinión pública. Había que aprovechar la gran expectación mediática creada para recordar todos los avances sociales llevados a cabo por el Gobierno. Las ayudas y las reformas legislativas. Todas esas cuestiones silenciadas por una maraña mediática monopolizada por los intereses políticos del PP, fundamentalmente en las televisiones. Y que muchas veces han quedado eclipsadas por los propios errores de los socios de Gobierno, enredados en cuestiones accesorias que insisten en convertir en prioritarias.

Pero Sánchez y su Gobierno han sabido manejar bien la oportunidad. No solo eso. El presidente del Gobierno también ha abierto un espacio para que Yolanda Díaz pueda presentar su nuevo proyecto político, que previsiblemente encabezará como candidata a la presidencia del Gobierno en detrimento de Podemos. Porque para el PSOE es fundamental una alternativa viable a su izquierda, pero lo suficientemente amable como para poder pactar sin complicaciones. Y Sumar puede hacer bien ese papel.

EL PP SACA RÉDITOS

Así que al final la moción de censura, como suele ocurrir en las noches electorales, ha dejado a todos más o menos contentos. Al PSOE porque ha podido difundir su acción de gobierno. A Yolanda Díaz porque ha podido exhibir un proyecto político propio e independiente. Y al resto de socios porque, cada uno a su manera, han acabando cerrando filas en una mayoría plural mucho más sólida de lo que intentan hacer ver algunas encuestas. Solo Podemos ha parecido quedar al margen, aislado en una situación interna cada vez más insostenible.

Hay sin embargo, en todo esto otro gran beneficiado de la moción de censura, aunque sea a modo colateral. Si alguien va a rentabilizar la inconsistencia de Vox es precisamente el PP, que desde su silencio ha evidenciado que la única alternativa a la derecha del PSOE pasa por unificar el voto en torno a sus siglas.

Es por eso que la moción de censura supone en cierto modo el principio del fin de Vox, que previsiblemente empezará a caer en apoyo popular a partir de ahora. Primero en las elecciones autonómicas y municipales, y después también en las generales. Lo que ofrece al PP la oportunidad no solo de ser primera fuerza, sino de abrir un espacio amplio con el PSOE que le permita volver al Gobierno incluso sin el apoyo de la extrema derecha. De momento, la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, ya ha dado por rotas sus relaciones con Vox en busca de una mayoría absoluta en mayo.

Conviene por ello al PSOE y a sus aliados no dar por hecho que la moción de censura ha solventado todas sus dificultades. Ha permitido cambiar de tercio y dejar atrás algunas polémicas que le estaban acorralando. Pero la situación en la calle es la misma que hace una semana. Las hipotecas siguen disparadas, los precios se mantienen al alza y el malestar es cada vez más general.

No ya en la parte más vulnerable de la población. También en esas capas de la sociedad que hasta ahora se sentían blindadas y seguras, pero que empiezan a mirar con detalle la cesta de la compra. Problemas reales que amenazan con una desmovilización electoral que históricamente ha sido muy dañina para la izquierda. Y que son mucho más serios y profundos de lo que ha demostrado el debate que estos días ha celebrado en el Congreso.