La marcha de Elma Saiz del Gobierno de Navarra era una cuestión de tiempo. No parecen cargos muy compatibles la campaña electoral y la portavocía del Ejecutivo, sobre todo si éste es de coalición y la portavoz alega su condición de consejera para evitar responder a las preguntas que le resultan incómodas como candidata.

Chivite optó por cambiar la portavocía el pasado septiembre con el argumento de que había que mejorar la comunicación económica. Venían meses de incertidumbre y era necesario explicar bien la situación a los ciudadanos. Eso decía al menos el argumentario oficial, que no solo no era cierto, sino que además se ha demostrado equivocado.

Saiz no solo no ha sabido comunicar bien las cuestiones de su ámbito competencial, tampoco lo ha hecho en el resto de áreas que no eran de su gestión directa. Como portavoz ha generado dudas y confusión, cuando no directamente silencio. Cuando se le preguntaba en las sesiones del Gobierno sus respuestas eran genéricas, precocinadas y vacías de contenido. Tan insustanciales como el “estamos trabajando en ello” que popularizó José María Aznar, y que se había convertido en muletilla de la portavoz. Hasta el punto de que las ruedas de prensa posteriores al Consejo de Gobierno habían perdido valor informativo

No parece que ese fuera el objetivo. Si no más bien un intento de aprovechar la exposición que ofrece el cargo para promocionar a quien iba a ser la candidata del partido en la segunda institución más importante de Navarra, y que pese a todo sigue siendo una gran desconocida para el gran público. Quizá por eso, Saiz ha tratado de ganar protagonismo mediático a unos meses de las elecciones. Hasta el punto de que la consejera de Hacienda y portavoz ha acabado entregando unos premios musicales o poniéndose en la foto de la presentación del festival Flamenco On Fire.

Saiz deja ahora el Gobierno para centrarse en su campaña al Ayuntamiento. Lo hace después de que el PSN haya presentado una encuesta –de dudosa credibilidad– que le sitúa con opciones de lograr la alcaldía. El escenario ideal, por ficticio que parezca, para que la candidata no tenga que responder a la pregunta que tampoco ha querido contestar hasta ahora: si facilitará la alcaldía de la capital a UPN si la alternativa es otra fuerza progresista. Algo que, conviene recordar, ya hizo en 2019 en las pocas semanas que estuvo como concejal.

Tampoco ha quedado claro qué hará Saiz si finalmente no logra la vara de mando en Pamplona. Si volverá al Gobierno que acaba de dejar en el caso de una nueva presidencia de Chivite o se se quedará los cuatro años en el Ayuntamiento. La pregunta se le ha hecho varias veces y, al menos por ahora, no ha tenido respuesta clara. No parece que la ya exconsejera quiera cerrarse esa puerta. Por lo que pueda pasar.