Acaban de oficializar el pacto PNV-PSE, que apuesta por facilitar los gobiernos en coalición. ¿También en Irun y Eibar, que hasta ahora habían sido dos excepciones?

—Este es un pacto paraguas para todo el país, que ahora hay que aterrizar y llevarlo a cada institución y cada pueblo. En cada sitio habrá una negociación. Tenemos hasta el día 17 para hacerlo y, en función de si surgen algunos problemas o chispazos, intentaremos reconducirlo y buscar la mejor solución posible.

¿Qué lectura hace de que el PSE haya accedido a repetir el pacto con el PNV tras haber marcado distancias en campaña? ¿Ha tenido incidencia el adelanto de las elecciones generales, que dificulta un acercamiento del PSE a la izquierda abertzale?

—No, puede ser un factor de aceleración, pero no otra cosa. Teniendo un acuerdo vigente en el Gobierno vasco, no hubiera tenido ninguna coherencia romper ahora, ni tenía tampoco mucho fundamento hacer esas críticas que hizo el PSE en campaña, que eran más un reclamo electoral para mover a su gente que otra cosa.

Por lo que dice, todo apunta a la geometría variable que también practicó Urkullu en minoría, en sus dos primeros gobiernos.

—Aquí tiene que haber lógicas para gobernar, pero también lógicas de oposición. ¿Alguien piensa que el PP y Bildu van a hacer un eje contra el nuevo gobierno si surge el Gobierno de Eider Mendoza? Sería tan anatema como que nos juntemos nosotros con otros para hacer otra cosa. Es más positivo juntarse para gobernar que juntarse para oponerse. ¿El PNV no puede relacionarse con nadie para gobernar, pero ellos sí pueden relacionarse para oponerse?

¿Por qué el PNV no quiere profundizar en esa relación con el PP? ¿Tiene que ver con la proximidad de las elecciones generales y las voces que interpretan un acuerdo con el PP como un intento de criminalizar a EH Bildu?

—No. El PP se queja de que en Madrid hay un Gobierno Frankenstein porque están el PSOE y Unidas Podemos y lo apoyamos los nacionalistas desde fuera. ¿Cómo tendríamos que llamar a un Gobierno de la Diputación de Gipuzkoa en el que estuviera el PP con su máximo rival, con el que no se puede ver en el Estado (PSE), y con su máximo rival, con el que no se puede ver en la comunidad autónoma (PNV)? ¿Qué coherencia de gobierno es esa? ¿Qué carreras de atletismo iban a hacer en la cartera de Deportes? Esto no es coherente. Un gobierno tiene que tener coherencia y un programa de gobierno compartido. Estos cuatro últimos años, el PP ha sido el partido más duro con el Gobierno de coalición, peor que Bildu. Ahora se quieren meter dentro. Y tienen que saber dónde están y cuál es la realidad: tienen 3 escaños frente a 24 de PNV y PSE.

¿Por qué dejó el PNV gobernar a EH Bildu en 2011 y ahora no? ¿La diferencia es la proximidad de las autonómicas del año que viene?

—No, no. La coyuntura política de entonces y la de ahora no tienen nada que ver. Nosotros en aquel momento habíamos sido desalojados de Ajuria Enea por PSE y PP para formar el Gobierno de Patxi López. Y desalojar a Bildu supondría hacerle lo mismo que nos habían hecho a nosotros, con los mismos que nos lo habían hecho. Además, salíamos de un proceso de ilegalización de partidos. Y no sabíamos lo que era Bildu gestionando. Ahora se han recompuesto las relaciones con los socialistas y sabemos que Bildu es un desastre cuando gobierna. Además, Bildu solo tiene capacidad de incorporar a su eje de acuerdo a Podemos. Nosotros al PSE. La suma de PNV y PSE son 157.000 votos en Gipuzkoa. La suma de Bildu y Podemos son 142.000 votos. Son 15.000 votos más de legitimidad democrática los que tenemos PNV y PSE para optar a la Diputación. No estamos levantándole la cartera a Bildu. Estamos poniendo una alternativa que tiene más peso político y democrático. Tenemos legitimidad.

EH Bildu dice que, si ustedes y el PSE consiguen investir a sus candidatas con los votos del PP, se verían deslegitimados para pronunciar en la campaña de las generales un discurso de dique de contención contra la derecha...

—Ninguna deslegitimación. Si el PP no hace eso (dar los votos a Mendoza o al PSE en Gasteiz), le está dejando vía libre a Bildu. ¿A quién favorece? A Bildu. No hagamos trampas. Estaría igual de contaminada que la otra opción. Pero tampoco ellos van a hablar con el PP, ¿no? Si se abstiene, ¿qué pasa? ¿Está contaminada Maddalen Iriarte por eso? No. Nosotros respetamos las normas en la docena de ayuntamientos que nos van a levantar junto a Podemos.

En el Estado, ¿se está fraguando algún acercamiento entre el PP de Feijóo y el PNV? Feijóo reconoce errores en Catalunya y el PNV no cierra la puerta a participar en una alternativa en la que no esté Vox.

—No. Se están magnificando unas declaraciones de Aitor Esteban, en la sexta repregunta. La opción de Feijóo es en tándem con Vox. No hay otra. Los resultados estupendos que dicen que han tenido el 28 de mayo le dan 139 escaños. ¿Con quién va a llegar a 176 si no está Vox? Y nosotros con Vox somos como el agua y el aceite.

¿Y si fuera aritméticamente viable la opción PP-PNV?

—Pero es que no lo vemos. ¿Para qué vamos a dar pábulo a teorías que no vemos posibles?

¿Se ha dirigido Feijóo a usted en las últimas horas?

—No.

Usted ha dicho que Sánchez tendrá que cambiar muchas cosas para volver a contar con el apoyo del PNV.

—Es evidente que la nueva relación se tiene que basar sobre principios y garantías diferentes. No puede ser que nosotros paguemos por adelantado y luego no recibamos lo acordado. Esa sensación de utilización permanente y de no darnos nada de lo que estaba comprometido ha minado mucho la confianza en Pedro Sánchez. Nos podrían preguntar por qué no lo hemos cortado antes, pero hemos estado en una situación dramática saliendo de una pandemia.

¿Qué garantías serían?

—Que lo que se compromete se cumple.

¿Y eso cómo se hace? Si es que no lo paga el mismo día de la investidura, claro…

—Claro, tendrán que estar antes en el BOE (Boletín Oficial del Estado) nuestros compromisos cumplidos que nuestro voto.

¿De qué está hablando? Sobre la mesa hay muchas cuestiones, como las transferencias pendientes.

—Pues eso. El BOE tiene que funcionar antes que nuestro apoyo.

¿Su apoyo a la investidura?

—A lo que sea. Da igual. Este va a ser un principio general para el futuro. Hasta ahora ha funcionado al revés. Nosotros anticipábamos el pago, y luego se suponía que iban a ir cumpliendo. No ha sido así.

¿Y todo lo que queda en el aire con el adelanto electoral de Sánchez, como el blindaje de las cooperativas o la compra de los cuarteles de Loiola? ¿Qué pasa con eso?

—Todo eso hay que solucionarlo antes de nada. Hay cosas que se van a seguir trabajando.

¿De aquí a las elecciones?

—Sí, no quiero ser injusto. Hay cosas que se están trabajando. Estuvo ayer mismo (jueves) Aitor Esteban siguiendo cosas, convenios… Hay cosas que están cumpliendo, pero en lo relevante políticamente no han cumplido y ahí es donde vamos a ser inflexibles. Si es que nos necesita y tenemos la fuerza suficiente para que eso siga así.

¿Es usted de los que cree que el ciclo de Sánchez ha llegado a su final o que es un superviviente?

—El día 23 va a ser la prueba más complicada que ha pasado Sánchez, pero no hay que subestimar su capacidad de resistencia, porque puede darse la paradoja de que no gane, pero gobierne.

¿Y usted contribuirá a eso, a que gobierne aunque no gane?

—En función de las condiciones que hemos hablado antes.

“Hay conflictos que han hecho que no nos voten votantes de toda la vida”

– ¿De qué forma tiene que reposicionarse el PNV tras haber perdido 86.000 votos en las municipales y forales?

—Es evidente que algo nos ha pasado. Es un toque de atención que nos obliga a hacer una autocrítica. En Euskadi ha habido un fenómeno de mayor abstención. La gente no se ha ido a votar otros partidos. Se ha quedado en su casa.

¿Ni al PP?

—Al PP, muy residual. No cuadran las cifras: las abstenciones se producen donde no hay mucho PP. Si la gente se nos ha ido a la abstención, tiene una parte buena, que es que no ha pasado a otro sitio, pero tenemos que analizarlo con humildad y valentía, porque está claro que algo no hemos hecho bien, no hemos sabido ilusionar, o hemos defraudado tanto a esa gente que no ha hecho caso a nuestro llamamiento a participar. Estamos determinando por distritos dónde están esos abstencionistas, si tienen situaciones económicas comprometidas, han pasado por situaciones de cambio por la pandemia... ¿Por qué ha podido ser? Se nos ocurre una suma de factores.

¿Cuáles?

—Hay uno evidente, un desgaste en el ejercicio del poder, de cuatro años muy complicados, con una pandemia; hay conflictos que desafectan a gente que nos ha votado toda la vida y piensa que le estamos haciendo la puñeta en su trabajo; y puede haber otra parte de pasar factura al poder, y no somos los únicos. La bofetada a Sánchez es bastante mayor que la nuestra, y el bajonazo de ERC en Catalunya es tremendo. Y hubo gente que pensó que el PNV lo tenía resuelto y se quedó en casa. Algunos nos han mandado mensajes diciendo lo siento. También es curioso que este clima de cierto malestar social coincida con la tasa de paro más baja. El PNV va a responder a eso.

El PNV ha deslizado que algunas protestas podrían ser inducidas. ¿No traslada esta lectura una falta de empatía con las protestas?

—No. Siendo autocríticos y reconociendo que algo hemos hecho mal, da que pensar que los cuatro primeros meses del año se haya duplicado el número de protestas en la calle respecto al año anterior, que fue mucho peor y con más paro. En campaña hemos tenido Sabin Etxea cercada por manifestaciones. Algunas reivindicaciones eran de empresas privadas con las que no tenemos nada que ver. Probablemente no era para favorecer políticamente a nadie, sino para jugar con ventajismo a que se les admitieran unas reivindicaciones ante las que, fuera de una campaña electoral, quien les tiene que decir que sí o que no es más duro. En ese río revuelto, ha habido gente que ha dicho que le den por saco, no voy a votar. No es el principal factor, pero está ahí.

¿El miedo a que Bildu vuelva a gobernar, a su gestión, ya no tiene peso? En Durango y Galdakao, feudos del PNV durante 40 años, Bildu ha gobernado cuatro años con mayorías alternativas y ha sido la más votada en las elecciones…

—Le ha pasado factura la gestión en otros sitios: Lemoa, Igorre, Orduña, en Ondarroa han bajado mucho… Pero como principio general es verdad que EH Bildu ha sabido blanquearse y no despierta ya el recelo que despertaba antes. La gestión en Durango y Galdakao ha sido nefasta, pero se ha comido a sus socios.

Tampoco parece que le pasen factura a EH Bildu todo lo relacionado con la autocrítica o las listas con expresos de ETA…

—En Madrid lo utilizan de manera irresponsable, y tanto Feijóo como Sánchez se han equivocado y le han hecho la campaña a Bildu. En la sociedad vasca esa página, no sé si bien del todo, pero está pasada, y ETA forma parte del pasado. Desde el punto de vista ético nos dolerá que eso sea así, pero es una realidad, y hay que aceptarla como viene.

¿Le preocupa lo que pueda suceder en las elecciones generales cuando solo tienen dos meses para intentar movilizar lo que no han podido movilizar en el 28-M?

—Las elecciones del 23 de julio van a ser difíciles para todo el mundo por las fechas, por el cansancio de la gente que sale de unas municipales y forales de mucho ruido, y vamos a tener una pelea de gallos entre Feijóo y Sánchez, donde va a ser difícil sacar la cabeza. Pero la gente que se ha quedado fuera de estas elecciones se ha abstenido porque el PNV no le ha sabido responder bien en equis servicios en su pueblo, y ahora ese factor no lo tiene. Tenemos que hacer llegar a la gente que los 18 escaños de la CAV y los 5 de Navarra no son solo para el día de la investidura de un presidente, sino tres años y 364 días más para defender los intereses de su ámbito territorial. Ahí el PNV está mejor posicionado que nadie porque tenemos el 100% de nuestra acción en Euskadi. Bildu, entre la lógica de apoyar a un gobierno de izquierdas y la defensa del autogobierno vasco, prefiere lo primero.